David Páramo

Análisis superior

David Páramo

5 Nov, 2012

Modelos bancarios

El debate sobre el futuro de la banca que comenzó el equipo de transición desde hace varias semanas y que hizo público Enrique Peña Nieto durante su gira por Europa ha generado una serie de reuniones y encuentros entre los banqueros y quienes asumirán el gobierno a partir del primero de diciembre.

Básicamente la línea de pensamiento de quienes representan el nuevo gobierno establece que los bancos no han sido suficientemente activos en el otorgamiento de crédito hacia sectores específicos de la economía y que, por lo tanto, debe realizarse una reestructuración de la banca de desarrollo.

En materia de banca comercial no existe una intención de cambiar las cosas, puesto que, de entrada, sería prácticamente imposible.

Después de la crisis financiera que estalló a finales de 1994, dentro del sector financiero se creó una corriente de pensamiento que tiene una aversión al riesgo crediticio, mucho más allá de los parámetros internacionales.

La costosa crisis implicó, entre otras cosas, que toda una generación de autoridades financieras mexicanas tenga un sentido demasiado elevado de los riesgos crediticios.

Mientras que en el mundo se aplican las reglas de Basilea II, en México se tiene algo que es conocido como Basila 2.5, es decir, regulaciones que van más allá de la norma internacional.

De hecho, ante la aplicación de las reglas de Basilea III, que entrarán en vigor a principios del año próximo, el país ha establecido algunos parámetros que van más allá de la propia regulación.

Ante las objeciones de algunos bancos en el sentido de que podría disminuir el crédito e implicar que algunos bancos pequeños sufran o que terminen siendo fusionados o vendidos, Agustín Carstens ha dicho que los bancos que eventualmente podrían sufrir son aquellos que, por su modelo de negocios o actitudes, representan un riesgo de mediano plazo para el sistema.

Sufrir con el cumplimiento de las reglas, que podría implicar una fusión o cierre de bancos, no es un tema que preocupe al gobernador del Banco de México.

Bajo estos principios, la intención del equipo de Peña Nieto no tiene que ver o muy poco con la banca privada, puesto que la propia regulación es suficientemente dura como para permitir que se tomaran decisiones de laxitud dentro del marco internacional.

Es importante establecer que, desde su llegada al Banco de México, Carstens ha tomado todas las atribuciones que marcan las leyes en materia de supervisión bancaria.

En su momento se llegó a cuestionar si iba más allá de su mandato, pero siempre se defendió argumentando que sólo tomaba funciones que había descuidado el banco central como autoridad regulatoria.

Algo innegable es el ascendente que tiene sobre los funcionarios de la Secretaría de Hacienda y de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores.

El relevo de Guillermo Babatz será una clara señal en torno a cuál es la visión de Peña Nieto en relación con las facultades que ha ejercido el gobernador del Banco de México sobre toda la supervisión bancaria.

Desarrollo

Así las cosas, parecería que el punto de discusión entre el gremio encabezado por Jaime Ruiz Sacristán y Luis Robles Miaja y el gobierno entrante tiene que ver con la operación de la banca de desarrollo.

Durante varios años se pensó que la función de la banca de desarrollo era la de llegar a lugares donde no lo hacía la banca privada, puesto que la codicia o algo así les impedía llegar a ciertos sectores.

Este mito, totalmente ochentero, ha sido rebasado desde hace mucho. Bancomer y Banco Azteca, que acaba de cumplir una década de operaciones, han concentrado su operación en nichos de bajos ingresos con altísimos grados de rentabilidad y penetración de mercado.

Hoy pocos negocios bancarios pueden considerarse exitosos si no tienen un pie firme en los sectores de menores ingresos, puesto que la media del país tiene ingresos que rondan los seis mil pesos y son precisamente quienes requieren mayores servicios.

Modelos como los corresponsales bancarios han permitido que los mexicanos tengan acceso al sector financiero en buenas condiciones; ahí está la penetración de los créditos hipotecarios, de consumo, nómina entre la gente de menores ingresos.

Perversión

El modelo de banca de desarrollo se pervirtió. Se pensó que no eran instituciones de préstamo (que implica el regreso con rentabilidad del negocio), sino de subsidio y regalos.

Se creyó en un invento perverso que definían como rentabilidad social, que no era otra que una justificación para hacer mala y ruinosa banca.

Otro esquema perverso que se desarrolló tiene que ver con la competencia desleal con la banca comercial. Cuando instituciones de fomento como Bancomext se dedicaban prácticamente a financiar a las grandes exportadoras mexicanas, pues se estaba pervirtiendo totalmente el modelo.

Durante los últimos gobiernos se desarrolló un esquema en el cual se calificó a la banca de fomento bajo parámetros de rentabilidad y cumplimiento a la ley.

Quien considere que este modelo es equivocado, pues simplemente no cree en la operación bancaria, sino en los subsidios.

No puede confundirse subsidio con operación bancaria. Se trata de dos asuntos de naturaleza diferente, puesto que el primero se destina a sectores donde se espera apoyar un sector, aun cuando se pierdan los recursos, y el principio básico de la banca es prestar y cobrar con una rentabilidad adecuada.

Mezclar la correcta operación bancaria con subsidios genera un par de problemas verdaderamente graves. El primero es que se prostituye el principio de la banca de desarrollo y termina siendo pagado por los contribuyentes de una manera muy elevada y, por el otro, una competencia desleal en contra de las instituciones privadas.

Habrá que esperar a que priven posiciones racionalmente correctas en materia financiera, por encima de aquellas que tienen una visión política y equivocada sobre cuál es el papel de la banca de desarrollo.

No debe generarse una competencia desleal y, mucho menos, confundir subsidios con créditos. El debate debe ser sobre bases correctas.