El subdesarrollo mexicano: Sistema financiero y Estado

La concepción de desarrollo y subdesarrollo económico no puede ser entendida solamente in abstracto, sino que requiere siempre estar definida en términos relativos respecto a casos empíricos
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En 1925 el Estado mexicano, siguiendo la coyuntura internacional, creó al Banco de México. Foto: Photos.com
En 1925 el Estado mexicano, siguiendo la coyuntura internacional, creó al Banco de México. Foto: Photos.com

El famoso explorador alemán Alexander von Humboldt narra en su Ensayo Político del Virreinato de Nueva España (publicado entre 1807 y 1811) que dicho territorio constituía uno de los más ricos y prósperos que había conocido. Esto debido a sus recursos naturales, a su ubicación geográfica que permitía el fácil comercio con Europa y Asia, y a la boyante población de sus ciudades – en especial se mostró anonadado por la Ciudad de México; por sus palacios, por sus mercados y tiendas.

A poco más de 200 años de la publicación de este texto y en vista de la realidad actual que apenas y sitúa a México como una nación en vías de desarrollo, no queda más que preguntarse qué pasó. ¿Cuál fue el punto de inflexión que hizo que el país se rezagara? 

La siguiente gráfica muestra cómo a inicios del siglo XIX el ingreso per cápita de los mexicanos equivalía a poco menos de la mitad de  sus contrapartes ingleses y estadounidenses, pero para principios del siglo XX la diferencia se había ampliado considerablemente: México representaba una escasa décima parte de los ingresos de Gran Bretaña y Estados Unidos.  En tanto, la trayectoria de Brasil no fue mucho mejor que la mexicana, lo cual coincide con una línea de investigación histórica reciente que aborda el caso mexicano como parte de una situación general a nivel mundial en la que se evalúa a Estados Unidos y otros pocos países (Europa Occidental, Australia, Nueva Zelanda) como casos excepcionales fuera de la norma. Esto deja en claro que la concepción de desarrollo y subdesarrollo económico no puede ser entendida solamente in abstracto, sino que requiere siempre estar definida en términos relativos respecto a casos empíricos de éxito y fracaso.

¿Cómo se puede explicar el desarrollo económico? 

Concibiendo al desarrollo como un aspecto cuantitativo de crecimiento de productividad y de ingreso nacional, la teoría económica ha atribuido a distintos elementos la característica de ser factores esenciales para el mismo: acumulación de capital y ahorro, innovación tecnológica, instituciones propicias no predadoras, etcétera. La sociología también ha indagado en el tema, quizá la hipótesis más conocida es aquella de Max Weber que encuentra que las diferencias culturales por cuestiones religiosas son la causa principal de la divergencia en el desarrollo económico de distintas naciones.   

A falta de acuerdos a nivel teórico, la evaluación empírica sigue siendo la mejor guía para encontrar respuestas y, dado que el tema de desarrollo es en esencia un tópico de largo plazo, la historia económica es la disciplina indicada para proveerlas, tanto específicas como generales. 

Partiendo de este marco cabe preguntarse, ¿qué explica la creciente diferencia en el siglo XIX entre México y Estados Unidos? ¿La respuesta está en la acumulación de capital, la tecnología, las instituciones o la cultura? Sí, pero no son la causa inmediata. El consenso reciente entre historiadores económicos muestra que existe una correlación positiva entre tener sistemas financieros amplios y modernos y el crecimiento económico. Desafortunadamente esta línea de investigación ha sido poco trabajada en México. [a] 

El marco del problema: Estado y finanzas

Siguiendo al historiador estadounidense Richard Sylla, podemos identificar como características de un sistema financiero moderno la existencia de: un Estado con finanzas públicas sanas y deuda pública controlada, un activo dinerario con valor estable, un sistema bancario numeroso y un fuerte mercado interno de capitales [b].  Dicha definición deja en claro los problemas del sistema financiero mexicano.

Antes de abordar las particularidades del caso mexicano es necesario  subrayar el por qué de la estrecha relación entre el Estado y el desarrollo financiero. A partir de trabajos seminales de Douglass North y Barry Weingast se ha llegado al consenso de que históricamente el desarrollo de mercados de capitales internos fuertes depende de la credibilidad de la política de crédito público que mantenga el Estado. La lógica de tal hecho es bastante simple, el Estado es el agente económico más grande dentro de una sociedad y, como tal, su demanda de financiamiento y su compromiso a saldar su deuda resultan factores indispensables en el desarrollo financiero de un país.

Nueva España, ¿la raíz del problema?

La hipótesis que quiero presentar es que la problemática en el país se remonta a tiempos coloniales y que las consecuencias perjudiciales de aquel periodo marcaron un precedente de errores que han sido repetidos de manera constante a través de la historia por el Estado mexicano. 

Es importante destacar que, caso contrario de otros imperios europeos, el Reino de España logró consolidar un sistema fiscal bastante efectivo en sus colonias. Sin embargo, y a pesar de la gran contribución de éstas, a finales del siglo XVII España  se vio envuelta en una serie de guerras con Inglaterra y Francia que le llevaron a demandar de manera constante mayores recursos de sus colonias y en especial de la Nueva España, su principal contribuyente. 

El cuadro siguiente revela el aumento de las transferencias de las colonias hacia la tesorería general de España. Es notorio tanto el incremento general de recursos hacia España como que la Nueva España se convirtió en su principal fuente de financiamiento. Carlos Marichal calcula que de 1790 a 1810 las transferencias de la Nueva España hacia la metrópoli, fueron equivalentes al 40% de las exportaciones totales de la Nueva España. Como tal, queda preguntarse qué habría pasado si tales sumas se hubieran invertido en el territorio. Sin duda la trayectoria de PIB potencial de México hubiera sido otra.

Más allá de las consecuencias directas del expolio fiscal español, las secuelas de largo plazo se debieron a que las antes descritas exigencias financieras de España incidieron en gran medida en aquellos que conformaban el incipiente mercado financiero mexicano: el Consulado de Comerciantes de la Ciudad de México y de Veracruz, el Tribunal de Minería de México y especialmente en la Iglesia Católica, quien fungía como el principal agente crediticio del país y por ende representaba el pilar del sistema crediticio novohispano. Estas instituciones fueron presionadas a proveer de recursos a la corona vía donaciones y préstamos (muchos de los cuales no les fueron devueltos). El caso más evidente de la degradación del sistema financiero novohispano es aquél del Banco de Avío Minero (creado por comerciantes mineros mexicanos), fundado en 1784 y que fue el primer banco de desarrollo del país, pero que suspendió actividades en 1787 debido a que rápidamente se vio atiborrado de deuda gubernamental. 

Para 1810 las finanzas del propio Virreinato de Nueva España ya estaban en bancarrota. Las subsiguientes insurrecciones y el aumento en el gasto militar para acallarlas sólo incrementaron el problema. El sistema financiero mexicano fue aniquilado en unas pocas décadas.

Error tras error

A partir de la independencia y hasta nuestros días el Estado mexicano ha operado constantemente bajo precariedad fiscal, la cual ha querido solucionar alternativamente vía mayor coerción y adquiriendo deuda que luego no cubre. Tal situación ha devenido en una falta de credibilidad del Estado que a su vez ha repercutido en un escaso y débil sistema financiero nacional. El primer banco establecido en el país (Banco de Londres, México y Sudamérica) no se asentó sino hasta 1864 y no se logró conformar un sistema bancario como tal sino hasta mediados del Porfiriato. 

Ni qué decir del mercado de capitales. La primera Bolsa con actividades constantes se constituyó hasta 1908 (Bolsa de Valores de México). Esto representa un atraso no solo respecto a países desarrollados sino también respecto a otras naciones latinoamericanas. 

Este de por si escaso desarrollo financiero, fue truncado con la Revolución Mexicana. Posteriormente, en 1925 el Estado mexicano, siguiendo la coyuntura internacional, creó al Banco de México (Banxico) como institución central que debía servir como enclave del sistema financiero y como agente fiscal del gobierno. Independientemente de la evaluación del papel de Banxico  en el periodo posterior, no cabe duda que este proceso fue nuevamente interrumpido por el propio actuar del Estado que en 1982 nacionalizó la banca. En resumen, el Estado mexicano ha cometido el mismo error una y otra vez. Esto ha bloqueado el desarrollo financiero del país y por ende, también el desarrollo económico.

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[a] Dentro de los pocos que han realizado trabajos al respecto destacan los doctores Carlos Marichal del Colegio de México,  Gustavo del Ángel del CIDE y Stephen Haber de Stanford University.

[b] Sylla también hace énfasis en la existencia de un banco central (o un prototipo del mismo) como elemento fundamental de un sistema financiero moderno. Sin embargo, otros historiadores económicos, entre quienes destaca Rondo Cameron –pionero en este tipo de investigaciones– han hecho énfasis en que sistemas de banca libre (como aquél de Escocia en el siglo XIX) han logrado iguales o mejores resultados que aquellos países en donde se opera con un banco central. De acuerdo con estos autores, parece ser que la banca central no es condición de éxito de un sistema financiero sino paradójicamente la causa de la debilidad estructural de los mismos en tanto exacerban los problemas por riesgo moral (los bancos privados no asumen los riesgos de sus acciones en tanto se saben serán rescatados).

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