David Páramo

Análisis superior

David Páramo

4 Feb, 2013

Riesgo sistémico

Un grupo cercano a los 300 municipios está pidiendo un programa de rescate que algunos llaman “Fobaproa”, que básicamente consiste en que el gobierno federal se quede con la deuda que ellos contrataron en exceso.

Es difícil determinar dónde se cruza la frontera entre la irresponsabilidad y la incultura financiera.

Es necesario hacer algunas precisiones.

Primero. El Fobaproa se refiere al Fondo Bancario de Protección al Ahorro Bancario, es decir, se trataba de un fondo integrado por los bancos para defender los depósitos de los usuarios.

De acuerdo con la ley vigente en aquel momento, cuando se acabaran estos fondos el gobierno debería responder solidaria e ilimitadamente. En los primeros meses de la crisis de mediados de los noventa se acabaron los recursos de las instituciones privadas.

Contrario a la leyenda urbana repetida una y otra vez por políticos irresponsables o mentirosos, se creyó que el gobierno había creado el Fobaproa para rescatar a los banqueros.

Si eso hubiera sido cierto, habría que explicar por qué de las 18 instituciones de crédito que existían hace una década sólo una se mantuvo y se mantiene con los mismos accionistas en el grupo de control.

Banorte, que fue adquirido por el grupo encabezado por Roberto González Barrera, era la institución número 18 del sistema y a prácticamente 20 años de aquella crisis es la número tres del sistema financiero.

Quienes fueron rescatados, si así quiere decirse, fueron los depositantes y en su conjunto al sistema financiero.

Correcto

Segundo. Las medidas adicionales que se tomaron, como modificar las reglas de inversión extranjera en la banca, compras de cartera y de capitalización en que por cada peso del inversionista el gobierno ponía otro, tuvieron por objeto mantener al sistema financiero no sólo en manos privadas, sino darle una salida adecuada.

La otra opción, que llegó a ser considerada por Ernesto Zedillo, era una nueva estatización bancaria.

A la luz de los hechos queda claro que quienes estaban al frente del sistema financiero tomaron las decisiones adecuadas. Se evitó la crisis y además la banca mexicana es una de las más sólidas del mundo. México es uno de los primeros países del mundo en aplicar las normas de Basilea III.

Pero no únicamente eso, sino que además se ha convertido en uno de los más grandes atractores de inversión extranjera y de fuentes de empleo. Hoy la banca opera con total sanidad y siendo uno de los factores fundamentales en el desarrollo del país, puesto que el crédito se da en condiciones suficientes y a tasas adecuadas.

Incultura

Tercero. Si cuando por simplificar o por tener una grave incultura financiera se refieren a Fobaproa como el conjunto de medidas que se tomaron para salvar al sistema financiero, entonces también entran otras consideraciones fundamentales para el absurdo pedido de un grupo pequeño de municipios (menos de la mitad de los que hay tan sólo en Oaxaca) considerando que no llegan a los 300 y el país supera los dos mil 400.

La primera de ellas es determinar si existe una crisis sistémica. Luis Videgaray, secretario de Hacienda, ha señalado en reiteradas ocasiones que la deuda de los estados y municipios no llega a 3% de la deuda total del gobierno federal, lo que elimina un problema de montos.

Otro de los elementos sería considerar si existe un riesgo de contagio. La Secretaría de Hacienda ha advertido que el problema con la deuda de los estados y municipios preocupa por la tendencia, puesto que hace menos de cuatro años sólo representaba 1.5% de la deuda total.

Aquí también es necesaria otra puntualización. El problema con la deuda no es el monto, sino la capacidad financiera que tienen los acreditados para poder pagar. Así que no puede darse una respuesta genérica, sino que corresponde a cada uno de los estados y municipios.

Lo que tiene que hacerse, como han señalado algunos de los legisladores, es establecer lineamientos que generen una mayor transparencia y rendición de cuentas.

Crisis

Cuarto. Si bien hemos demostrado que no se trata de una crisis sistémica, que plantea la necesidad de establecer normas mucho más claras de operación, también es un hecho que se tiene que considerar la situación financiera particular de los municipios que no están teniendo capacidad para afrontar sus compromisos financieros.

La salida no es, evidentemente, la que propone este grupo de presidentes municipales, puesto que generaría mayores problemas de los que se pretenden evitar. De entrada, plantearía un pésimo antecedente y generaría incentivos para que los mandatarios municipales en lugar de cumplir con la responsabilidad (aun cuando ellos no hayan contratado la deuda) le aventaran el problema al gobierno federal.

En segundo término, la solución debe darse caso por caso. Uno de los municipios que más ha llamado la atención es el de Acapulco. Es difícil creer que esta entidad no genere ingresos suficientes como para responder por su deuda considerando el gran crecimiento inmobiliario y comercial que ha registrado.

Parecería que el mandatario local, Luis Walton, pretende convertirse en el ícono de la cultura del no pago. Sin embargo, este hombre de profesión hotelero muestra una incultura financiera tal, que incluso llegó a publicar en su cuenta de Twitter que BBVA Bancomer los “había sacado del Buró de Crédito”, como si las sociedades de información crediticia fueran una lista de malos pagadores y no una de las herramientas que surgieron después de la crisis de mediados de la década de los noventa para garantizar que los otorgantes de crédito tuvieran más y mejores herramientas para dar financiamientos.

La solución de los problemas de deudas y municipios tiene que ver con un trabajo determinado por parte de los acreedores y algunas instituciones de crédito, que se han especializado en atender a este segmento del mercado de crédito.

Se requiere que gobiernos estatales, y particularmente los municipales, se retracten de su idea de politizar el problema y lo atiendan como lo que es: uno estrictamente financiero.