El modelo nórdico ¿la solución a los problemas?: Paradigmas

La forma de hacer política, sus resultados, así como los procesos históricos de los países nórdicos, se han vuelto objeto de análisis
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La forma de hacer política, sus resultados, así como los procesos históricos de los países nórdicos, se han vuelto objeto de análisis. Foto: Photos.com
La forma de hacer política, sus resultados, así como los procesos históricos de los países nórdicos, se han vuelto objeto de análisis. Foto: Photos.com

 

Tras leer y escuchar día con día la incertidumbre que existe en torno a la situación económica en las diversas regiones del mundo, el futuro se nubla cada vez más. Ante este panorama, para muchos la respuesta parece encontrarse en los países nórdicos. Su forma de hacer política, sus resultados, así como sus procesos históricos, se han vuelto objeto de análisis, no sólo por economistas, sino también por hacedores de política y la misma sociedad en general.

Un reflejo de ello es el reporte especial que publicó en estos días el semanario inglés The Economist titulado The Nordic countries. The next supermodel (Los países nórdicos. El próximo supermodelo). En dicho reporte, se brinda un espacio al análisis económico, político, cultural y educativo de esta región al norte de Europa conformada por Noruega, Suecia, Finlandia y Dinamarca.

Este cuarteto de países no sólo tiene como denominador común inviernos muy fríos (-20°C) y noches muy largas (a las 4:30 pm obscurece en esta estación), sino que en la mayoría de los estudios y encuestas sobre desarrollo humano, igualdad económica, competitividad global, confianza en las instituciones, educación (por ejemplo, la prueba PISA) y transparencia, por lo regular estos países figuran en los primeros lugares. Para muchos, es aquí donde se encuentra el Estado de Bienestar en su máxima expresión.

Como resultado, la pregunta urbi et orbi es ¿Qué han hecho estos países nórdicos que no estamos haciendo nosotros? De acuerdo con The Economist, puede decirse que existen dos rubros que diferencian a esta región del resto de los países: el papel del sector público en la economía y el lugar que se le ha brindado a la innovación como fuente de crecimiento económico.

El papel del sector público es crucial para estos países. En el 2005, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, el porcentaje del sector público con respecto al PIB fue de 53% para Dinamarca, 50% (Finlandia), 42% (Noruega) y 51% (Suecia). En contraste, la participación del sector público en Estados Unidos es del 36% y en México del 22 por ciento.

Es interesante, además, que a pesar de la alta participación del sector público, sus problemas de déficit y deuda son mínimos. Por ejemplo, en Suecia el porcentaje de deuda pública bruta con respecto al PIB para 2012 fue de 37% (México cuenta con niveles similares de deuda). Es más, los inversionistas consideran a esta región tan segura que prefieren no obtener rendimiento en su compra de bonos con tal de poder invertir sin riesgo alguno.

Otro dato peculiar es que contrario a lo que podría pensarse, estos países permiten la interacción entre sector público y privado para proveer servicios de seguridad social y educación. Por ejemplo, en la provisión de servicios públicos, en Dinamarca y Noruega las empresas privadas pueden manejar los hospitales públicos. En temas de competencia, en Suecia se permite que escuelas privadas compitan con escuelas públicas. O bien, la “flexiseguridad” en Dinamarca que hace fácil para los empleadores correr a un trabajador, mientras que el gobierno brinda un apoyo y capacitación mientras éste se encuentra desempleado

Un aspecto importante de estos gobiernos que no puede soslayarse es el papel de la transparencia, supervisión y la rendición de cuentas. Todas las escuelas y hospitales son supervisados para medir su desempeño. Suecia debe brindar libre acceso a los registros oficiales. Y sin dejar la eficiencia a un lado puedes pagar tus impuestos hasta con un mensaje de texto.

Sin embargo, a cada gasto le corresponde un ingreso. Podría decirse que algunos impuestos son menores como aquel que grava al capital, pero esa es más bien la excepción. Por tal motivo, es un hecho que muchas empresas o emprendedores emigran hacia otros países en busca de obtener un mayor beneficio con menores impuestos. Un dilema que estos países aún deben resolver: gravar más para proveer más o gravar menos para incentivar más.

Es en este contexto donde adquiere importancia el papel de la innovación.  Suecia no sólo es conocida por sus novelas policiacas como “La chica del Dragón Tatuado” del sueco Steig Larsson, sino por sus aportes tecnológicos y de servicios como Skype del cofundador Niklas Zennström y de aquellas tiendas de autoservicio famosas en Europa como IKEA.

O Finlandia antes con Nokia que en el 2000 llegó a representar 4% del PIB y ahora con empresas como Rovio Entertainment creadora del video juego Angry Birds que gracias al iPad ha podido expandirse aún más. Sin embargo, estas innovaciones hasta el momento no han abierto nuevos campos de producción, sino que se desarrollan en campos ya existentes y generados en otros países.

No obstante lo anterior, la innovación aún es una característica incipiente en estos países nórdicos. Por ello, el gobierno busca crear agencias para emprendedores (start ups). A esto debe añadirse que aquellos empresarios que han logrado crecer sus empresas deciden emigrar hacia otros países y no continúan con el negocio en sus países de origen. Como el cofundador de IKEA, Ingvar Kamprad, quien ahora vive en Suiza. El fundador de Tetra Pak, Hans Rausing, y el de Skype quienes viven en Inglaterra.

Y todas aquellas empresas incipientes, pero exitosas que son vendidas a extranjeros, principalmente estadounidenses. Tal vez, una de las razones se encuentra en los altos impuestos que se les cobra en sus países.

Ante este panorama, podría pensarse que efectivamente el modelo nórdico es el mejor. Su protección social, el buen manejo de sus finanzas públicas, sus buenas intenciones para fomentar la innovación, su transparencia, etcétera son características que como tal todos los países deberían seguir.

Sin embargo, no todos piensan igual. Los economistas Acemoglu, Robinson y Verdier en un interesante artículo llamado Choosing your own capitalism in a globalised world (La elección de tu propio capitalismo en un mundo globalizado) argumentan que países como Estados Unidos no deben seguir esa misma línea.

Sostienen, primero, que en el campo tecnológico existe interdependencia entre los países, siendo algunos los países más avanzados quienes más contribuyen a expandir la frontera de la tecnología, permitiendo que otros países puedan servirse de la misma para innovar y crecer.

Segundo, consideran que el fomento de actividades innovadoras requiere de incentivos que se traducen en un diferencial de recompensas a dicho esfuerzo. Por ello, la brecha se amplía entre aquellos empresarios exitosos y no exitosos, lo que contribuye a expandir la frontera tecnológica. Esto a pesar de crear una mayor desigualdad. Y tercero, la estructura de recompensas  y la protección social están determinadas por los planeadores nacionales (llámese gobierno).

Países como Estados Unidos tienen un sistema de incentivos que torna difícil adoptar un sistema como el nórdico. Son estos incentivos (podría decirse que el que más trabaja, más gana) los que permiten ampliar la frontera tecnológica. Pero también son estos incentivos los que fomentan una mayor desigualdad económica y una exigua protección social. Por el contrario, los países nórdicos no llevan a cabo este sistema de incentivos y tan sólo adoptan aquella tecnología avanzada que exportan países como Estados Unidos. En su lugar, el gobierno se permite fomentar un sistema más igualitario, sin brechas, de mayor bienestar social.

A esto, los tres economistas plantean que dado que en el largo plazo todos los países tienden a converger a una misma tasa de crecimiento, los demás países del mundo optan por el “estilo nórdico” en lugar del “estilo americano”. Sin embargo, se cuestionan: ¿Estados Unidos debería seguir a los nórdicos? La respuesta es no, pues si no existe un país (o un sector de países) que amplíe la frontera tecnológica, el crecimiento económico en el mundo se reducirá, dejando de ser atractivo el “estilo nórdico”.

En conclusión, el semanario The Economist plantea el “estilo nórdico” como un modelo que se encuentra libre de conflictos económicos y políticos como los que se viven actualmente en el mundo. Sin embargo, a los ojos de los tres economistas ya mencionados, esto conllevaría a graves consecuencias económicas que deberían tomarse en cuenta. Una disyuntiva que, tal vez, debería ponerse sobre la mesa al momento de decidir cuál es el tipo de modelo que debería adoptar un país en tiempos de crisis. 

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