Los capitalistas de Corea del Norte

Los capitalistas de Corea del Norte llegaron para quedarse. El régimen ha intentado purgarlos repetidamente, suprimiendo los mercados de granjeros y frenando el contrabando
Economía -
El capitalismo está filtrándose a través de la cortina de bambú. Foto: Getty
El capitalismo está filtrándose a través de la cortina de bambú. Foto: Getty

No hace mucho tiempo, los observadores de Corea del Norte especulaban que el nuevo líder, Kim Jong Un, podría resultar un modernizador. El innovador dictador juvenil se dejaba ver con su esposa vestida a la moda. Realmente hablaba en público, mientras que los discursos de su difunto padre eran tan raros como un supermercado de Pyongyang bien surtido. Sin embargo, Kim ha vuelto a lo mismo vaticinando la guerra. Expertos temen que el complejo subterráneo Punggye-ri de Corea del Norte esté a punto de ser escenario de una prueba nuclear.

La amenaza nuclear y las despiadadas excentricidades de su liderazgo son, para occidente, las más vigorosas de las características del país. Pero una fuerza revolucionaria se está gestando desde abajo: una nueva clase de comerciantes y mercaderes. El capitalismo está filtrándose a través de la cortina de bambú.

Esto no es por orden del régimen, como sucedió en la China de Deng Xiaoping. Corea del Norte es más represiva y está más atrasada que Cuba o la antigua Unión Soviética. El régimen no se irá rápida o fácilmente, y a corto plazo la creciente inquietud de Kim bien pudiera convertirle aún más en una amenaza para sus vecinos.

Sin embargo, está surgiendo una imagen familiar, y el mundo debería hacer lo que pueda para alentarla.

El abuelo de Kim, Kim Il Sung, construyó su paraíso de posguerra en el norte bajo el principio de la “juche”, o “autosuficiencia”; aunque la Unión Soviética ayudó en gran medida. Al principio, las economías de Corea del Norte y Corea del Sur estaban parejas won a won, pero para los años 70 la autarquía había empezado a caer en la ineficiencia. El enorme ejército de Corea del Norte acaparaba los recursos. Los gerentes y trabajadores desmontaban las fábricas y vendían cualquier cosa de valor en los nuevos mercados negros.

Hoy, quizá 200,000 norcoreanos siguen prisioneros en el gulag. El producto per cápita es más de 17 veces mayor en Corea del Sur que en el Norte, y los veinteañeros sudcoreanos con en promedio seis centímetros más altos que sus contemporáneos norcoreanos atrofiados por el hambre y la desnutrición.

En los 90, la hambruna ofreció una oportunidad a un nuevo tipo de comerciante norcoreano. Muchos de ellos eran pequeños agricultores, incluidas mujeres, que vendían las verduras cultivadas en una parcela familiar. Los hechos son aislados, pero se está volviendo claro que otros mercaderes operan actualmente a una escala mucho más ambiciosa, exportando materias primas a China e introduciendo productos de consumo. Los comerciantes usan un sistema informal de cambio de divisas para sacar y meter fondos en el país. En la capital, aquellos que tienen dinero van a restaurantes y juegan en máquinas tragamonedas. Suena irreal, pero hay nuevos ricos en Corea del Norte.

Los capitalistas de Corea del Norte llegaron para quedarse. El régimen ha intentado purgarlos repetidamente, suprimiendo los mercados de granjeros y frenando el contrabando. Sin embargo, el dinero habla en la Corea del Norte de hoy, y los comerciantes a menudo tienen suficiente efectivo para salir de problemas por medio de sobornos. Además, se han vuelto una parte indispensable de la economía. La industria funciona tan mal que no se pueden construir torres en Pyongyang sin los suministros importados que ofrecen los comerciantes.

Como en China, el capitalismo está introduciendo al mundo exterior, un cambio vital para un pueblo alimentado sólo con mentiras grotescas. Guardias fronterizos y agentes de seguridad corruptos pueden ser sobornados por la gente decidida, por razones religiosas o políticas, a hacer entrar o salir información. Los teléfonos móviles, las computadoras y los radios que los comerciantes venden están erosionando el monopolio del Estado sobre la verdad. Programas de televisión y películas pasadas de contrabando en dispositivos de memoria enfrentan a los norcoreanos con el hecho potencialmente revolucionario de que sus hermanos en el Sur viven cómodamente y con abundancia, y sin el temor de que alguien toque a su puerta a medianoche. Descubren que la “Utopía de los Trabajadores” está construida sobre una Gran Mentira.

Los capitalistas también cuentan porque se mantienen de algún modo aparte del círculo de seguridad. Los Kim siempre se han rodeado de un grupo de familias revolucionarias presentes en la creación de Corea del Norte. Durante décadas, el poder empezó y terminó con ellos. Algunos de los comerciantes provienen de fuera del círculo de los Kim, sin embargo, y todos tienen la vista puesta en su riqueza. Aunque los comerciantes ganan dinero gracias al statu quo, es probable que valoren más el crecimiento y menos la seguridad que la camarilla gobernante. La competencia por los recursos también está surgiendo en partes de la economía controladas por el gobierno. Por tanto, están apareciendo fisuras en lo que antes era un estado monolítico.

Durante años, los tratos del mundo con Corea del Norte han girado principalmente en torno de detener su programa nuclear, que representa una grave amenaza para la paz. Sin embargo, esa política ha fracasado en gran medida. La intimidación nuclear de hoy es sólo la más reciente en una serie de provocaciones de parte de un Estado que mentirá, amenazará y chantajeará para participar en la mesa de negociaciones sólo para regresar de nuevo al beligerante aislamiento. La apuesta es que Kim nunca renunciará a sus armas, porque son su única palanca de influencia.

El cambio no necesariamente hará a Corea del Norte más segura. Podría desestabilizar al régimen y, así, a corto plazo, volverla más peligrosa. Eso es lo que teme China: Sus pesadillas estratégicas muestran a migrantes cruzando en tropel el río Yalu y a las tropas sudcoreanas o estadounidenses acercándose a sus fronteras.

A largo plazo, sin embargo, la mejor forma de hacer a Corea del Norte menos peligrosa radica en debilitar a los Kim. Eso significa aprovechar todas las oportunidades para socavar al régimen, como hizo Occidente en Europa Oriental durante la guerra fría. La era soviética enseña que nada es más poderoso que exponer a la gente a la prosperidad y las libertades del mundo a su alrededor. Los forasteros deberían pagar para que los norcoreanos viajen y adquieran habilidades en el extranjero, apoyar a las estaciones de radio que transmiten hacia el país, respaldar a las redes eclesiásticas que suministran documentales y películas, y hacerse de la vista gorda ante las redes de contrabando y los comerciantes.

La política de China es contradictoria. Apuntala a los Kim, pero al mismo tiempo sus funcionarios alientan a Corea del Norte a emular las políticas económicas que transformaron a China hace 35 años. Desafortunadamente el desarrollo y la estabilidad, del tipo sofocante que representan los Kim son incompatibles.

Finalmente, los chinos tendrán que elegir. Lo que el volátil Kim ofrece no conduce a ninguna parte. Los capitalistas al menos prometen algo mejor. China debería respaldarlos.

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