Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

28 Mar, 2013

¿Para qué le amargo estos días de asueto? Disfrútelos con los suyos; ya regresaremos a la realidad

¿Está disfrutando estos bien ganados días de asueto? ¿Está, en compañía de los suyos, disfrutando de lo mucho que el Distrito Federal tiene para todos? Si así fuere, lo felicito; aproveche al máximo este corto periodo, que parece ser un remanso en el tráfago de nuestra vida cotidiana en esta ciudad de casi nueve millones de habitantes.

¿Tendría sentido que le amargare estos días de asueto si le contare de las vicisitudes que enfrenta Chipre y su millón de habitantes? ¿Qué ganaría hablándole de la casi total certeza, de que lo sucedido en ese país insignificante en términos geopolíticos mañana nos afectará de una manera u otra?

¿Qué ganaría si le comentare, de la permanente incertidumbre que nos acompaña desde hace casi seis años? ¿Sería justo que me extendiere en las consideraciones acerca de lo peligroso que es, tomar los anuncios de los políticos como si fueren hechos consumados?

¿Sería correcto que le echare a perder estos días con los suyos, si le comentare lo peligroso que se ha vuelto para la estabilidad política y la seguridad nacional, el desprecio y ninguneo con los que estamos enfrentando el surgimiento y posterior fortalecimiento de esos grupos de delincuentes que se hacen llamar policías comunitarias o grupos de autodefensa?

A ver, dígame usted, ¿sería adecuado y propio de quien no quiere echarle a perder estos tres días de vacaciones, extenderme en lo nefasto que resulta pretender resolver nuestros graves problemas estructurales en los espacios mediáticos haciendo caso omiso de la realidad?

Es más, no sería capaz de preocuparlo menos en estos días, contándole mis opiniones acerca de no pocos integrantes del gabinete que destacan, no por sus capacidades probadas en posiciones anteriores sino por el contrario, por su incapacidad y nulos conocimientos de la materia que le ha sido encargada. Por todo ello, en modo alguno haré comentarios acerca de ese ejercicio inútil y caduco que ha sido desde siempre esos planes de desarrollo.

Por eso decidí concentrarme en cosas positivas porque, como solía decir el que se fue, “hay que pensar en positivo” y tonterías similares para que se den las cosas.

Usted sabe que “pensar en positivo”, es lo que hizo triunfar a países como Alemania; ésta, destrozada en la II Guerra Mundial, se convirtió al “positivismo” calderoniano, y resurgió de las cenizas para ser hoy un país con elevada calidad de vida.

Poco importó que trabajaran como desesperados durante decenios, ahorraran buena parte de sus ingresos y tuvieran gobiernos conscientes de su papel y un Parlamento, que sin dudar, aprobó leyes que estimularon la inversión, la libertad individual y el respeto pleno del Estado de derecho.

¿Ve cómo esta colaboración fue optimista? No toqué temas incómodos; por el contrario, mencioné unos cuantos que en modo alguno tocaría para no echarle a perder estos días de solaz y esparcimiento.

Disfrútelos pues; sonría a los que como usted, no quieren saber de realidades dolorosas. Dígales que no comentará de la debacle que nos espera por no cambiar; dígales que usted también quiere soñar que lo que le dicen hoy, es una realidad no un sueño guajiro.

Por lo demás, lo espero aquí el martes, eso sí, con la cruda realidad.