Inmigración podría romper sueños europeos

La lacerante recesión, recortes del gobierno a la educación y una tasa de desempleo rondando aproximadamente por 40 por ciento entre los jóvenes europeos, quienes buscan oportunidades fuera de sus lugares de origen.
Economía -
El número de residentes extranjeros a Suiza aumentó dramáticamente el último año, lo que empezó a encender focos rojos en esa nación. Foto: Getty.
El número de residentes extranjeros a Suiza aumentó dramáticamente el último año, lo que empezó a encender focos rojos en esa nación. Foto: Getty.

BASILEA, Suiza. Carolina Porta Nova, de 19 años de edad, tenía el sueño de convertirse en maestra escolar en su nativo Portugal. Sin embargo la lacerante recesión, recortes del gobierno a la educación y una tasa de desempleo rondando aproximadamente por 40 por ciento entre los jóvenes, pusieron fin a esos planes.

Así que Porta Nova se mudó a Suiza en octubre, donde rápidamente encontró trabajo limpiando casas en un país cuya economía, relativamente saludable, lo ha convertido en un imán de buscadores de empleo de la Unión Europea, particularmente en su agobiado extremo sur. “No puedo ver un futuro feliz para los maestros en Portugal”, dijo.

Porta Nova fue uno de los 79,000 migrantes que llegaron a Suiza el año pasado, contribuyendo a elevar el número de residentes extranjeros en 14 por ciento durante los últimos cinco años, paso que ha empezado a alarmar a algunos aquí.

Después de presión cada vez mayor, el gobierno reintrodujo este mes cuotas para permisos de trabajo para ciudadanos de la UE. El conservador Partido del Pueblo Suizo ahora está pugnando por un referendo sobre inmigración, el cual reinstauraría revisiones en fronteras suizas con países de la UE por primera vez en cinco años.

Los suizos no están solos en sus reservas con respecto a la inmigración. El descenso de las economías, el ascenso de partidos nacionalistas y la perspectiva de ciudadanos de los miembros más nuevos y pobres de la unión, Rumania y Bulgaria, ganando acceso irrestricto a mercados laborales de la UE, han puesto a prueba las ambiciones de una Europa sin fronteras más que en cualquier momento desde que entró en vigor el acuerdo que eliminó la mayoría  de las fronteras internas - el Acuerdo de Schengen - en 1995.

De cualquier forma, pese a la resistencia que se acumula en contra de la inmigración dentro de la UE, para la gran mayoría de los trabajadores de Europa un mercado laboral en común no ha estado a la altura de su promesa, e incluso menos en esta época de penuria. Solamente un tercio de los extranjeros que residen en la unión vinieron de otros estados integrantes de la Unión Europea, equivalente a 12.8 millones de personas de una población total de más de 500 millones, con base en datos de 2011 de Eurostat, la oficina de estadística de la UE.

El porcentaje relativamente bajo sugiere que “el libre movimiento de personas es una libertad fundamental de la UE que, irónicamente, solo ha funcionado en la práctica para quienes están económicamente activos”, dijo José María de Areilza, catedrático de derecho de la Unión Europea en la facultad de leyes de Esade, en Madrid. Para otros, agregó, “han estado enfrentando todo tipo de limitantes que estados integrantes han puesto aplicado a fin de prevenir las compras de asistencia social”.

Eso es cierto incluso en Suiza, donde la economía se ha mantenido indemne en su mayoría por la crisis de la deuda que ha envuelto a la mayoría de la UE circundante. Si bien los suizos se rigen por las mismas reglas que naciones de la UE, ellos no son miembros de la UE y han conservado su propia divisa, el franco. Están presentando un superávit presupuestario. La economía ha evitado la recesión. El desempleo ronda en aproximadamente 3 por ciento, comparado con 27 por ciento en España, 18 por ciento en Portugal y casi 11 por ciento en Italia.

“Pienso que el resto de Europa está acostumbrado a que Suiza haga las cosas un tanto diferente, pero, cuando se trata de migración, la mayoría de los países europeos de hecho comparten las mismas inquietudes”, destacó Patricia von Falkenstein, ex jueza que es presidente del Partido Liberal en Basilea.

Preocupado por conservar la salud económica de Suiza - y manteniendo a raya desafíos de la derecha extrema - el gobierno invocó una cláusula de "salvaguarda en sus acuerdos europeos, la cual le permite restringir la inmigración desde estados de la UE. Para el año entrante, emitirá permisos de trabajo de cinco años a 53,700 ciudadanos de 17 países del oeste de la UE, así como 2,180 permisos para ciudadanos de los 10 países del oriente europeo que se unieron al bloque tras el colapso de la Unión Soviética.

Simonetta Sommaruga, la ministro de justicia de Suiza, insistió en que la decisión de las cuotas suizas “no fue un acto hostil en contra de la Unión Europea”, sino más bien una forma de abordar la creciente brecha entre una robusta economía suiza y la lamentable situación en otras partes de Europa, particularmente en naciones del sur donde el “desempleo se está disparando por los cielos”. “Nosotros queremos enviarles un mensaje a ciudadanos europeos en el sentido que nuestro mercado laboral no carece de límites”, dijo.

De cualquier forma, von Falkenstein, presidente del Partido Liberal en Basilea, dijo que las cuotas realmente eran sobre “contener la presión política dentro de Suiza”. El gobierno suizo, dijo, “necesita demostrar que está tomando con seriedad el tema de la inmigración o de lo contrario corre el riesgo de un problema mucho más serio el año entrante, lo cual podría conducir a un catastrófico desmantelamiento de todo lo que Suiza ha logrado negociar con la UE”.

Pero, si las nuevas restricciones tenían el propósito de restarle fuerza a un populista encabezado por el Partido Popular Suizo - el cual peleó exitosamente en contra de la membrecía suiza en la Unión Europea -, todo parece indicar que el partido no está apaciguado.

Silvia Bàr, funcionaria del Partido Popular Suizo, dijo que las nuevas cuotas eran poco más que “simbólicas”, ya que los migrantes podían evadir las restricciones solicitando permisos de trabajo a corto plazo hasta mediados de 2014, cuando los plazos expiran y no pueden renovarse.

“Nuestra infraestructura se está rajando bajo la presión” de nuevos inmigrantes, dice el partido en su manifiesto. “El resultado es caminos congestionados, transporte público sobresaturado y clases escolares integradas principalmente por niños extranjeros”.  Acusa a las autoridades suizas de “dar su mejor esfuerzo por resolver el problema de extranjeros mediante su naturalización”, notando que el número de personas que han recibido la ciudadanía suiza ha subido más de cinco veces desde 1991, llegando a casi 45,000.

“Los extranjeros desempleados a menudo descubren que las prestaciones de la asistencia social que se ofrecen aquí son más atractivas que trabajar de vuelta en casa”, agrega, haciendo eco de quejas similares en Gran Bretaña.

Ese tipo de argumentos ha preocupado al cabildo de negocios de los suizos, que se ha opuesto en buena medida a cualquier represión sobre la migración, advirtiendo de escasez de trabajadores en sectores como el hostelero y de atención de salud. Incluso industrias suizas sumamente típicas como la fabricación de relojes emplean grandes números de extranjeros.

“Los políticos asumen la perspectiva a corto plazo, olvidando que un país como Suiza fue construido gracias a la inmigración”, dijo Jean-Frédéric Dufour, director ejecutivo de Zenith, fabricante de relojes suizos.

De hecho, el mayor flujo de inmigración a Suiza tuvo lugar casi 50 años atrás, cuando el país recibió a una ola de trabajadores de países como España y Portugal que estaban huyendo de la pobreza y la dictadura.

João Ferreira, el gerente, de 52 años de edad, del restaurante Besenstiel en Basilea, emigró a Suiza de Portugal en las consecuencias de la revolución de 1974 que derrocó a la dictadura fascista del país. Él empezó lavando platos, antes de, con el tiempo, terminar administrando un restaurante propio. Actualmente tiene 12 empleados, en su mayoría una mezcla de portugueses, alemanes, italianos y franceses.

Los migrantes que llegan actualmente, dijo, forman “una generación nueva y muy diferente de portugueses, quienes vienen con verdaderas calificaciones, en vez de apenas haber recibido cualquier tipo de educación”.

 

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