David Páramo

Análisis superior

David Páramo

24 Jun, 2013

Crédito barato

Hay quienes se llaman a sorpresa porque entre los legisladores comienza a permear la idea de que no puede legislarse para que haya mucho crédito y barato; que se deben generar condiciones para que se dé una competencia de mejor manera a favor de los usuarios.

Cuando se comenzó a hablar sobre la reforma financiera hubo quienes, dentro de los iluminados del Pacto por México, aseguraron que se debería legislar de tal modo que las tasas de interés bajaran por decreto y que los bancos no tuvieran otra misión diferente a la de colocar crédito entre el público sin importar más nada.

Quienes sostienen esta línea de pensamiento creen que esto propiciará un crecimiento de las empresas y se fortalecerá el mercado interno. Así que la prosperidad alcanzará a todos los mexicanos.

Puede comprenderse que quienes no tienen la mínima cultura financiera estén a favor de estas afirmaciones que, si bien es cierto que suenan muy bien, también es un hecho que nada tienen que ver con la realidad.

Si se pensara que por decreto bajarían las tasas de interés que cobran los bancos o que tienen que cumplir con metas de colocación de crédito se volvería a una de las épocas más negras de la historia de la banca en México.

Aquélla, cuando el Banco de México les enviaba a los bancos las tasas que debían cobrar por sus servicios; qué tipo de productos podrían ofrecer y en qué condiciones, así como los cajones de crédito que no eran otra cosa que los porcentajes de capital en que cada banco debía colocar los créditos.

Este modelo, que fracasó, generó que la banca en México tuviera un retraso significativo que sólo comenzó a resolverse con la privatización bancaria y el establecimiento de condiciones de competencia.

En aquellos tiempos, por establecer un ejemplo, cada banco sólo tenía un tipo de tarjeta de crédito. Hoy existen más de 200 modelos diferentes que se adaptan de mejor manera a los usuarios. En aquellos tiempos negros los bancos “otorgaban” créditos y ahora compiten por atender a sus clientes.

Correcciones

El inicio de la discusión de la reforma financiera comenzó de una mala manera, puesto que inició con un falso debate: los bancos prestan poco y caro porque no compiten, ya que se encuentran en una zona de comodidad donde ganan demasiado dinero.

Esta creencia, uno de tantos mitos financieros, es alimentada lo mismo por las personas quienes creen que las tasas de interés que se cobran en México son demasiado elevadas con respecto a lo que se paga por los ahorros o con lo que sucede en las matrices de las instituciones extranjeras, que líderes empresariales que poco más o menos quieren que los préstamos no generen intereses para ser competitivos. Obviamente, ninguno de ellos estaría de acuerdo con vender sus productos por debajo de costo.

Hoy no vale la pena dar nuevamente explicaciones sobre el costo del dinero, los diferenciales de tasas de interés de un mercado y otro; la existencia de casi 50 bancos que operan en el país que no sólo compiten entre sí sino también con otros otorgantes de crédito, algunos de ellos no regulados.

Si fuera cierto que los extranjeros sólo vienen a robar entonces habría que preguntarse por qué bancos con capital 100% mexicano siguen las mismas prácticas. Habría una oportunidad de mercado increíble para aquellos quienes entraran a la competencia. El hacerlo les iría dando participación de mercado. Como se ha demostrado, se trata de una creencia que no tiene ningún fundamento.

Ley

Evidentemente sí se requiere una reforma financiera que aumente y mejore las condiciones de competencia, que no sólo siente las condiciones para disminuir las tasas de interés sino permita una mayor penetración de los servicios financieros, como es el deseo no sólo de las autoridades y legisladores sino de los propios bancos que desean aumentar y consolidar su base de clientes.

Entonces, resulta verdaderamente absurdo que haya quienes se digan sorprendidos porque entre los legisladores, especialmente los más avezados, se está comprendiendo que bajar las tasas de interés por decreto, así como obligar a los bancos a colocar fondos, llevaría al país a una crisis financiera que causaría muchos más problemas de los que se pretenden evitar.

Los principios de una discusión seria tienen que ver en cómo hacer que más mexicanos tengan acceso al crédito. Una herramienta fundamental sería la regularización de la economía. Otra alternativa es el establecimiento de una red judicial que permite no sólo tomar con mayor facilidad las garantías sino ir mucho más allá en el conocimiento de los clientes a través de las sociedades de información crediticia.

Se debe revisar no sólo la Ley de Concursos Mercantiles, sino en la manera en que está operando el Ifecom, que mal administra Griselda Nieblas, puesto que si los procedimientos no sirven para recuperar los créditos o resolver las diferencias de una manera expedita, pues entonces termina aumentando el costo del crédito para los demás.

Decepción

Si alguien esperaba que las tasas de interés bajaran mágicamente y además el crédito llegara a manos llenas como producto de la reforma financiera, pues se llevará una gran decepción.

De hecho, a pesar de la gran presión que hace el gobierno de Enrique Peña Nieto sobre la banca de fomento, ya han comenzado a oírse voces que están pidiendo que no se cometan los errores del pasado, es decir, que se den buenos créditos.

En el extremo es mucho menos malo que la banca de desarrollo opere como lo hizo durante los gobiernos emanados de Acción Nacional, puesto que no se afectó el capital de las instituciones, a los gravísimos errores que se cometieron durante las décadas de los ochenta y noventa con la banca de desarrollo.

Aviación

Parecería que las malas noticias siguen para los de Volaris, puesto que no sólo están las dudas de su composición accionaria luego de la colocación bursátil o su situación de slots ante el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, sino que ahora la turbulencia financiera parecería que les dificultará llegar al precio correcto de su colocación. Quizá valdría la pena posponerla.