David Páramo

Análisis superior

David Páramo

2 Jul, 2013

Subsidio a la riqueza

Sin tener un partido político o grupo de cabildeo abierto, los segmentos de población de mayores ingresos se benefician de las políticas de subsidios generalizados que defienden, como si fueran banderas propias, partidos como el del Trabajo o el de la Revolución Democrática.

La cifra dada a conocer por la Secretaría de Hacienda, encabezada por Luis Videgaray, sobre el aumento de casi 90% en los recursos para mantener un subsidio a la gasolina deberían ser suficientes para exigir que haya reformas energética y fiscal.

En materia de gasolina el país se encuentra en el peor de los mundos. Por un lado, existe la creencia de que mes a mes el gobierno aplica gasolinazos cuando en realidad son decisiones aprobadas por el Congreso de la Unión que sólo mantienen en términos reales su precio.

Sin embargo, el verdadero problema está dado en que el gobierno tiene que importar gasolinas a precios crecientes que obligan a aumentar el monto de recursos que se destinan a mantener artificialmente bajo el precio en un subsidio que se queda en los deciles más altos de ingresos.

No se necesita una maestría en economía para saber que con un subsidio generalizado como el del combustible beneficia a quienes más consumen que, obviamente, son los más ricos. Una persona que tiene varios vehículos necesariamente utiliza mayor cantidad de combustible sobre aquella persona que no tiene automóvil.

Los enamorados del subsidio a los ricos suelen decir que si aumenta el precio de las gasolinas, pues entonces subirían los precios del transporte, así como los bienes y servicios de una economía. Lo que, aseguran, daña a los que menos tienen.

Quienes siguen esta línea de pensamiento creen que es bueno que los ricos sean más ricos para que a los pobres les toquen migajas.

Una política fiscal correcta, llevaría a que las gasolinas se cobraran a precios reales y que con esos recursos se pudieran dar recursos directamente a quienes menos tienen.

Quiebra

Los hermanos Rodríguez Benítez están comenzando a sentir una muy fuerte presión de los acreedores de Grupo Senda (integrado por Autobuses Coahuilenses, Turimex, Transportes del Norte), puesto que parecería que los pasivos están superando a sus activos y generación de flujos.

Los hermanos Rodríguez compararon a mediados de la década pasada Transportes del Norte como un intento de aumentar su participación de mercado; sin embargo, a partir de ahí han entrado en un tobogán de problemas que los han llevado a perder prácticamente tres cuartas partes de su capital.

Desde 2011 han mantenido un balance más o menos bueno, aun cuando poco creíble, puesto que se han venido financiando con créditos de buena voluntad o que están relacionados con su posibilidad de generar flujos dada su participación de mercado.

Para colmo de males para esta empresa resulta que su flota tiene problemas serios de obsolescencia y que de no renovarse rápidamente comenzará a declinar en participación de mercado e ingresos.

Sin embargo, hay indicios de que su nivel neto de endeudamiento podría rondar ya los 300 millones de dólares cuando los activos estarían por ahí de los 200 millones de dólares.

Evidentemente a las calificadoras de valores como Standard and Poor’s y Fitch el asunto les ha pasado de noche, puesto que las calificadoras de valores son total y absolutamente procíclicas y prácticamente nunca se dan cuenta de los problemas de una emisora hasta que estallan.

Es importante recordar que hace unos meses Grupo Senda hizo una colocación de deuda a través de Credit Suisse.

Llama la atención que uno de los bancos que tienen mayor exposición a la deuda de este grupo es Banorte, encabezado por Alejandro Valenzuela.

De acuerdo con fuentes vinculadas con los acreedores Grupo Senda no sólo debe comenzar en buscar acuerdos con ellos antes de caer en incumplimientos, los cuales podrían verse en un lapso verdaderamente corto.

Robo

Los jubilados de Mexicana de Aviación tienen razón: les robaron. Sea como sea ellos trabajaron bajo el contrato colectivo que tenían y su organización sindical, encabezada por Ricardo del Valle, no debió tomar sus recursos para mantener una absurda y ridícula esperanza de un rescate que no se va a dar.

Los jubilados de Mexicana de Aviación no son víctimas de las pillerías y errores de Gastón Azcárraga y quienes le acompañaron en la nefasta administración que llevó a la línea aérea de ser la más grande el país a un concurso mercantil que, inexplicablemente, no ha derivado en una quiebra que daría certeza jurídica a todos los acreedores, comenzando por los trabajadores.

A los sobrecargos jubilados de esta línea aérea los tranzó su dirigencia sindical cuando ya no tenían esperanza de volver a la vida activa. Les defraudó la falta de seriedad de sus líderes.

Quizá, los sobrecargos de Mexicana de Aviación que siguen viviendo de una esperanza absurda, deberían verse en el espejo de sus antecesores y darse cuenta que terminarán con un palmo de nada. Ni siquiera el dinero que fueron acumulando para el día en que dejaran de servir en la empresa.

También lo deberían ver los sobrecargos de Aeroméxico. Hace un mes se anunció con gran júbilo que se conjuraba la huelga de esta línea aérea y que el sindicato de sobrecargos establecería una mesa de negociación con la administración de Andrés Conesa para hacer un contrato que se aplicaría a los sobrecargos de nuevo ingreso y que de ninguna manera afectaría a los que hoy están trabajando y mucho menos a los jubilados.

Del Valle puede presumir que no sólo no firmó el contrato sino que, además, la empresa no ha realizado mayores presiones. Sin embargo, se trata de una pésima noticia, puesto que no sólo genera fricción con los otros gremios que hace ya mucho tiempo firmaron contratos similares sino, además, mantiene una carga de incompetencia y falta de operatividad que permite que competidores como Volaris e Interjet puedan seguir cerrando terreno a pesar de las dificultades que ellos mismos presentan.