De la euforia a la desolación: Paradigmas

¿Qué es necesario para que el crecimiento económico se acelere y se mantenga así el mayor tiempo posible?
Economía -
La economía mexicana está lejos de presentar las características que la investigación económica ha identificado como asociadas a los episodios de crecimiento acelerado y sostenido. Foto: Excelsior
La economía mexicana está lejos de presentar las características que la investigación económica ha identificado como asociadas a los episodios de crecimiento acelerado y sostenido. Foto: Excelsior

A inicios de este año en las páginas de The Economist, The New York Times, The Financial Times y otra serie de medios internacionales especializados en el ámbito económico era posible encontrar artículos sobre México sumamente optimistas que casi aseguraban que con el actual gobierno federal se iniciaba una era de crecimiento y desarrollo de la economía mexicana. La realidad, más temprano que tarde, le dio alcance al optimismo desbocado y para el primer trimestre del año se hizo patente que la economía mexicana se estaba desacelerando (si bien desde antes había indicios de ello). ¿Qué se requiere para revertir esta tendencia? ¿Qué es necesario para que el crecimiento económico se acelere y se mantenga así el mayor tiempo posible?

Para muchos (entre ellos varios miembros del gobierno federal y de las Cámaras) la respuesta a esa pregunta es una e inequívoca: se requiere que se aprueben las reformas estructurales (energética, laboral, fiscal, telecomunicaciones, educación…, etc). Rara vez se llega a mencionar el mecanismo causal por el cual dichas reformas necesariamente habrán de redundar en un mayor crecimiento económico, y mucho menos se habla de cómo lograrán que ese crecimiento se vuelva sostenido. Sin embargo, si bien esta es la respuesta que priva entre buena parte de la opinión pública, eso no significa que sea la única y la investigación de varios economistas sobre el tema de las aceleraciones de crecimiento nos permite dar otra respuesta.

El trabajo primigenio en el campo de las aceleraciones de crecimiento fue elaborado por Ricardo Hausmann, Dani Rodrik (ambos economistas de Harvard) y Lant Prichett (economista del Banco Mundial) a mediados de la década pasada. Estos autores se propusieron indagar qué era lo que ocurría en los episodios de aceleración de crecimiento en todo el mundo, con el fin de identificar patrones en dichos episodios. Lo que encontraron fue que las aceleraciones de crecimiento ocurren a la par de un alto nivel de inversión, un tipo de cambio real depreciado y un mayor volumen de comercio (ligado a una mayor apertura). Un elemento interesante que aparece en los resultados de estos autores es que la realización de reformas “estructurales” no está asociada de forma considerable a un crecimiento subsecuente de la economía.

Por otra parte, y siguiendo el espíritu del artículo mencionando líneas arriba, Berg, Ostry y Zettelmeyer (los tres economistas del Fondo Monetario Internacional) publicaron recientemente un artículo en donde identifican qué factores están relacionados con una mayor duración de los episodios de aceleración del crecimiento. Estos tres autores identificaron que los episodios de mayor duración están relacionados con superávits en cuenta corriente, una moneda depreciada en términos reales, una composición de los flujos de capital hacia la economía concentrada en inversión extranjera directa, una distribución del ingreso igualitaria y un patrón de exportación centrado en las manufacturas.

Es interesante analizar cuál es el estado de estas variables en el caso mexicano, pues puede ser útil para darnos una idea sobre por qué el crecimiento de la economía mexicana no se ha acelerado. Por ejemplo, en el caso de la inversión, el coeficiente de inversión lleva más de veinte años oscilando alrededor del 20% del producto interno bruto (PIB), cuando durante los episodios de crecimiento acelerado y sostenido recientes (el Sureste Asiático e incluso Chile antes del año 2000) dicha variable oscilaba alrededor del 30% del PIB del país respectivo (sin considerar el caso extremo que es China, donde la inversión es 45% del PIB). Este bajo coeficiente de inversión implica que la expansión de la capacidad productiva es baja y dado que en la maquinaria y equipo va incorporada también tecnología que se integra al proceso productivo, también implica una baja incorporación de estas tecnologías.

En cuanto al tipo de cambio real, para abril de este año su valor era inferior al que tuvo en noviembre de 1994, es decir justo cuando se sabía  que el tipo de cambio estaba sumamente apreciado. La apreciación cambiaria encarece los productos nacionales en el exterior, restando competitividad a las empresas exportadoras (que han sido de los noventa a la fecha el sector más dinámico de la economía). De igual forma, la apreciación cambiaria reduce las ganancias en el sector de bienes comercializable lo cual reduce los incentivos a invertir en él, limitando con ello el crecimiento de uno de los sectores más productivos de la economía. En cuanto a la apertura comercial, México es de los países de mayor apertura comercial en el mundo (la suma de exportaciones e importaciones representa alrededor de 60% del PIB) y dada la cantidad de rigideces institucionales que se han creado (los acuerdos de libre  comercio) es difícil que esta situación se revierta pronto.

En cuanto a los elementos usualmente asociados a un periodo largo de crecimiento prolongado, México también presenta un escenario poco alentador. Respecto a la situación de la cuenta corriente, ésta se ha mantenido deficitaria en buena parte de los últimos 20 años (aun cuando uno de los objetivos de la apertura comercial era invertir esta situación). En cuanto a la estructura de la cuenta de capital si bien durante buena parte de la década anterior la Inversión Extranjera Directa predominaba, a partir de 2008 y de las políticas seguidas por la Reserva Federal y otros bancos centrales a raíz de la crisis económica, los flujos de cartera ahora componen la mayor parte (alrededor del 70%) de los capitales que ingresan al país. Esto es un factor de riesgo pues los flujos de cartera tienden a ser muy inestables pues son guiados por el afán de obtener ganancias de corto plazo, por lo que en el momento en que el diferencial en las tasas de interés entre Estados Unidos se revierta, es muy probable que estos recursos salgan del país y desestabilicen al mercado cambiario. En cuanto a la desigualdad en materia de ingreso, México está lejos de ser un país igualitario. De acuerdo a CEPAL, en 2010 el 20% más rico de la sociedad mexicana concentraba el 53% de los ingresos.

Por último, el patrón de exportaciones mexicano está concentrado en las exportaciones manufactureras, que representan aproximadamente un 80% del total. Específicamente, alrededor de la mitad de las exportaciones mexicanas son en el ramo de maquinaria y equipo, principalmente los bienes vinculados al transporte automotor. A primera vista, esto podría parecer una excelente noticia, pues es un patrón de exportación compatible con los episodios de crecimiento acelerado prolongado. Sin embargo, el problema surge cuando se examina el componente importado de estos sectores. De acuerdo a datos de la OCDE, en el caso del sector automotor por cada peso que se exporta se tuvieron que haber importado originalmente 40 centavos de insumos. Y en las manufacturas de alta tecnología, el componente importado asciende a 60 centavos por cada peso exportado.

En suma, la economía mexicana está lejos de presentar las características que la investigación económica ha identificado como asociadas a los episodios de crecimiento acelerado y sostenido. Lo preocupante es que casi ninguna de las variables mencionadas se encuentra dentro del discurso dominante sobre lo que hay que hacer para acelerar el crecimiento económico.

 

*gl

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