David Páramo

Análisis superior

David Páramo

16 Ago, 2013

Reforma financiera

En el PRD hay un grupo de legisladores que está tratando de colgarse la medalla de que detuvo la reforma financiera, puesto que, según ellos, encontraron una gran cantidad de peligros que básicamente podrían generar una crisis en la banca de desarrollo, y de ahí que merezcan reconocimiento público.

La realidad es distinta. Si usted es un asiduo lector a este espacio seguramente recordará que hemos reiterado (incluso desde antes de su presentación) que el paquete de iniciativas en materia financiera no jalaba porque tenían un objetivo equivocado: no es sana una iniciativa que tiene como fin dar más créditos a menores tasas.

Se habla en términos de “reforma” financiera cuando en realidad es un grupo de iniciativas que, en caso de ser aprobadas tal y como fueron enviadas, no cambiarán la forma del sector financiero. En el extremo podrían meterlo en problemas, particularmente en algunas áreas si se hacen más laxas las normas para el otorgamiento de financiamientos.

Sin embargo, no vale la pena discutir la semántica de qué es una “reforma” y cuáles deben ser sus características, puesto que puede ser una discusión un tanto ociosa que, en una de ésas, desvirtúa el verdadero objetivo de los cambios al sector financiero.

En este paquete hay algunas iniciativas verdaderamente importantes, como el fortalecimiento de la Condusef que, sin lugar a dudas, daría herramientas para que Mario di Costanzo pueda realizar un trabajo mucho más eficiente en defensa de los usuarios de servicios financieros.

Retraso

El retraso en la discusión de las iniciativas financieras inicia con las definiciones y las promesas que, según parece, se hicieron al calor del equipo de transición y los primeros días del gobierno sin considerar los riesgos en los que se podría poner a uno de los pilares de la estabilidad económica en México: su sector bancario.

La manera sana y correcta de disminuir las tasas de interés no es por un decreto o un cambio legislativo. En México ya se probó este sistema con aberraciones como el encaje legal y otras barbaridades durante la estatización bancaria.

Para lograr este objetivo se tiene que seguir avanzando en un camino que el país ha recorrido desde finales de los 90 y que recién en los últimos cinco años ha comenzado a dar sus primeros frutos.

Una muy fuerte regulación financiera, acompañada de una supervisión muy estrecha por parte del Banco de México, la Secretaría de Hacienda y la Comisión Nacional Bancaria y de Valores. Hoy los bancos mexicanos se encuentran entre los cinco más capitalizados del mundo.

A este primer ingrediente se ha sumado una muy fuerte competencia en productos y servicios que ha logrado que los bancos no sólo compitan de una manera global sino, además, en algunos nichos. No hay una institución plenamente dominante en ningún segmento del mercado.

Un ejemplo que viene muy al caso es que Bancomer, líder en hipotecas, ha tenido que enfrentar una muy fuerte competencia de HSBC, Santander y Banamex en el segmento más elevado de la pirámide, que sacaron productos con tasas históricamente bajas.

Demanda

Una de las banderas es que se requiere más crédito para pequeñas y medianas empresas; sin embargo, eventos como la Semana del Emprendedor, que acaba de realizar la Secretaría de Economía, muestran que las empresas, antes que crédito, necesitan el desarrollo de otras habilidades empresariales.

Es muy común en la cultura empresarial querer todo regalado o que, como ya es un cliché, la reforma financiera en la vacas de mi compadre, así que siempre les parecerán caras las tasas de interés. Hay algunos que creen que lo correcto es que se les pagara una comisión por tomar crédito.

Sin embargo, hay un tema que va mucho más allá. Gran parte de las empresas que no tienen acceso al crédito están impedidas porque tienen malos historiales ante las sociedades de información crediticia, no pagan impuestos o tienen sistemas de contabilidad que simple y sencillamente no funcionan.

Cambiar las reglas para incluir a estas empresas sería cometer un error verdaderamente grave del que los mexicanos tendríamos demasiado que arrepentirnos.

Más que hablar de una reforma financiera, lo que se requiere es una serie de ajustes en el sector que tengan como principal objetivo mantener la fortaleza financiera de los bancos, incluidas las instituciones de desarrollo.

Si se usa a este sector como ejemplo de que se puede pedir dinero y no pagarlo, el daño no sólo se hace al erario, sino a todo el sistema financiero.

Porros

La falta de vergüenza con la que se manejan algunos que aspiran a llegar al Instituto Federal de Telecomunicaciones o colocar a sus empleados es francamente escandalosa.

Creyendo que en su grupo sólo existe Irene Levy y que el único estorbo es Mónica Aspe (a quien han tratado de descalificar públicamente propalando mentiras y ridiculizando a los grupos que dicen representar), mandan anónimos en los que un día descalifican a la funcionaria pública y otro día hablan de supuestos favoritos del Presidente “asustados” porque hay candidatos que tienen mejores relaciones públicas (que no exigía un órgano técnico) y terminan amenazando con cuestionar jurídicamente todo el proceso si no quedan ellos.

Usan a los pequeños para hablar de corrupción, puesto que seguramente es un tema que conocen a fondo y que, como decíamos ayer, como viven, juzgan. Ha de ser difícil ver que los dos más fuertes candidatos con perfil jurídico para ser comisionados del Instituto Federal de Telecomunicaciones son contemporáneos y hace mucho que lo superaron, porque son mucho mejores abogados y jamás han visto manchada su reputación con denuncias fundadas: Gerardo Sánchez Henkel y Gonzalo Martínez Pous.

Este grupo tiene como cabeza más obvia a Javier Corral que, en lugar de trabajar como senador, sigue insistiendo en convertirse en un porro al servicio de las causas más bajas —como acomodar a compañeros de trabajo al servicio de una empresa en particular—, pero hablando supuestamente de las causas más nobles.

Este hombre, que estuvo en la mesa del Pacto por México, simplemente no está calificado para cuestionar lo que él mismo contribuyó a hacer con la ayuda de otros de su grupo y, como sienten que no les conviene, pues ahora lo cuestiona.