David Páramo

Análisis superior

David Páramo

19 Ago, 2013

Dueños del Tata

Una muy buena parte del siglo pasado los gobernantes, populistas, trataban a la población como si fueran niños imbéciles que requerían tener figuras reverenciales a las cuales seguir.

Cuando se confundía a un Presidente, que debe ser un empleado de los votantes, con un papá, ícono de un Estado supuestamente benefactor. A Lázaro Cárdenas se le llamaba “Tata Lázaro” como si en lugar de contratar mediante el voto a una persona los mexicanos de aquellos tiempos fueran huérfanos en busca de un papá.

Los más viejos recuerdan, con emoción, cómo familias enteras iban a llevar lo poco que tenían, incluidos animales, para pagar la expropiación petrolera. ¿No pagaban impuestos o los años los hacen más sentimentales?

Sea como sea, el pasado no se puede cambiar y quizá hay que comprenderlo. Lo que subleva es la reacción absurda de la izquierda que sienten que Enrique Peña Nieto les robó al abuelo de la nación.

Ahí está la indignación de Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard y Cuauhtémoc Cárdenas porque el jefe del Ejecutivo “usó” la figura de Lázaro Cárdenas para impulsar la iniciativa de reforma energética.

Han llegado al extremo de decir que el gobierno y el PRI esconden la privatización atrás de la figura del Tata, como si su sombra fuera tan grande para esconder lo que fuera o la mayoría de los mexicanos fueran niños imbéciles.

Nadie, absolutamente nadie, ha presentado una iniciativa en el Congreso de la Unión en la cual se pretenda privatizar Petróleos Mexicanos o robarse la renta petrolera.

A partir de este punto hay una gran cantidad de interrogantes.

Primera. ¿Quién es el dueño de la historia de México? ¿Un grupo o todos los mexicanos, hasta quienes cuestionan a ciertos ex presidentes?

En ese sentido, quizá sería cuestionable que el actual gobierno esté buscando regresar a un punto al país en el que estuvo en la década de los treinta del siglo pasado. La nación requiere mucho más que este largo periplo; sin embargo, es un piso suficientemente fuerte para comenzar a romper inercias.

Segunda. La izquierda cree que Lázaro Cárdenas es una de las banderas que les corresponde y que tienen que defender. Ciertamente aquel gobierno tenía ideas de izquierda cuando eran la moda predominante en el mundo. Por un momento se debería preguntar qué hubiera pasado si el país hubiera apostado por la economía de mercado. Estaría sustancialmente mejor, ahí están las experiencias internacionales.

Tercera. Las izquierdas creen que el único que puede interpretar fielmente los designios del tata Lázaro es su hijo. Como si se transmitiera por el ADN o si el ex Presidente fuera un dios y su único hijo Cuauhtémoc.

Quizá es comprensible que López Obrador (que repite mitos nacionales de hace más de 60 años) esté de acuerdo con esta visión de líderes morales o tatas. Al final del día este hombre pretende manejar algo muy parecido a una secta en la que pide obediencia y fe siga a sus seguidores.

Es el colmo que sus seguidores se traguen sin cuestionar afirmaciones como la que hizo en su video de Morena del 12 de agosto.

“Argumenta (la reforma energética del Presidente) también que es un asunto de tecnología. De cuándo acá se requiere de tanta ciencia para extraer petróleo. Eso lo han hecho siempre los técnicos, los trabajadores petroleros mexicanos. Es perforar un pozo como si fuese a extraer agua, nada más no a 30 metros, sino a tres mil o cinco mil metros. No tiene ninguna ciencia y se extrae el petróleo por los ductos que va a los puertos…”

Para el tata AMLO toda la reforma energética tiene como objetivo que la mafia de Salinas (sí, Carlos Salinas) se robe la renta petrolera.

Pero ésas no son sus únicas perlas, porque según él el gobierno miente a los mexicanos sobre la situación de Pemex y a los inversionistas extranjeros (con documentos que enseña de muy lejos en su video) les habla de lo exitosa que es la paraestatal. Confunde tamaño con rentabilidad y hace cuentas rupestres sobre costo de producción, precio de venta y renta petrolera, que se necesita una muy profunda desinformación para darlos como si fueran buenos.

Sin embargo, no debería ser ésta la posición de una izquierda como el PRD  que, supuestamente, está buscando ser moderna e institucional y que siga repitiendo esta figura absurda de seguir a iluminados y no tenga argumentos serios en este debate. Por el bien de México, debería subir el nivel del debate en el Congreso de la Unión en este tema fundamental.

Es importante que a partir de esta semana el debate deje de rondar en torno a quiénes son los dueños de figuras de hace casi un siglo o cuáles son los méritos de las iniciativas presentadas.

Seamos claros, es necesario que PRI y PAN dejen atrás los chantajes y saquen la reforma quizá usando como base la del gobierno y mejorándola con las aportaciones de Acción Nacional.

Despreocúpate

Quien fracasó como profesionista y servidor público (de donde salió por la puerta de atrás) ahora se tiene que dedicar a una profesión para la que no estudió (y se nota), en un ridículo intento de mantener su trabajo debería despreocuparse por andar haciendo preguntas que sólo demuestran que, como vive, juzga, o cuáles son sus motores individuales.

No vaya siendo que si se atreve a preguntar directamente le contesten parafraseando aquella respuesta perfecta de Diego Fernández de Cevallos: “Si alguien me ha pagado por una opinión favorable lo que he recibido lo compartí con tu tiznada madre”.

Paradoja

Una de las paradojas difíciles de comprender es cómo es posible que mientras Aeroméxico haya recibido el viernes pasado el primero de sus Boeing 787 Dreamliner, su líder sindical de sobrecargos, Ricardo del Valle, siga buscando la manera de dañar la administración de Andrés Conesa  y el resto de los trabajadores.

Los sobrecargos deberían preguntarse qué les conviene más entre un líder sindical que está buscando el conflicto permanente con la empresa y una administración que pretende consolidarse como la mejor oferta aérea del país.