Luis Enrique Mercado

Perspectivas

Luis Enrique Mercado

23 Sep, 2013

Ganó el populismo fiscal

Cuando a un gobierno le tiemblan las rodillas por la impopularidad que provoca una reforma fiscal, más le valdría no meterse en esa aventura.

Y eso es precisamente lo que sucedió con este régimen, que puso sobre la mesa una reforma fiscal populista que no podrá sostener tal como la planteó.

El problema es de nacimiento: Y es que se tuvo miedo a dar el paso definitivo: un Impuesto al Valor Agregado (IVA) generalizado a alimentos, medicinas y todos los bienes y servicios que hoy están exentos o en tasa cero, acompañado de una pequeña canasta de exentos.

Pero se tuvo miedo a la reacción y en lugar de eso se decidió hacer populismo fiscal gravando con IVA bienes y servicios que son consumos clásicos de la clase media: alimento para mascotas y mascotas, colegiaturas, hipotecas, venta de casas, etcétera

El planteamiento es totalmente populista: no afectamos a los pobres y sólo le sacamos dinero a las clases medias y altas.

No está mal que se graven con IVA esos bienes y servicios; lo que está mal es que el gravamen no se aplique a todo.

Nunca, en ningún país, aumentar o crear impuestos es algo que la sociedad aplauda; a nadie le gusta pagar impuestos, pero cuando son de aplicación generalizada hay forma de defenderlos: se amplia la base, pagan todos en proporción a sus ingresos y sus gastos, nadie se salva, pagarán los que no han pagado nada.

Pero cuando esos impuestos, como sucede con el planteamiento del IVA, se orientan hacia un solo grupo de población, se dan argumentos para rechazarlos: porqué nosotros, que paguen otros, son servicios indispensables.

En pocas palabras, la sociedad recurre a la vieja práctica de que “se haga la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre”.

Eso es lo que está pasando ahora.

La clase media rechaza el IVA a colegiaturas por considerar que se grava un consumo indispensable.

Rechaza el IVA en hipotecas y venta de casas habitación, con el argumento de que se grava lo más preciado de los mexicanos, la casa.

Y no está mal que eso pague IVA; lo que está mal es que no se grave todo y que se trate de que un solo sector, la clase media, cargue con todo el peso de la miscelánea.

Nunca ha sido buen negocio gobernar con la bandera del populismo.

Pero es especialmente grave cuando se quiere cobrar impuestos con la misma bandera, porque los resultados finales no serán nunca los esperados y la popularidad del gobierno sufre raspones indelebles.

Los diputados podrían corregir la plana del ejecutivo, pero bien se sabe que cuando las iniciativas llegan al Congreso ya fueron previamente negociadas con los partidos y con los coordinadores parlamentarios, por lo que los diputados sólo son levanta-dedos que avalan las propuestas del ejecutivo.

Lo más que se verá es que los diputados saquen de la canasta a gravar con IVA, las colegiaturas y la parte relativa a las casas habitación, pero pasarán el resto de la miscelánea.

Con ello, todo será negativo: el gobierno cargará con la impopularidad de aplicar gravámenes, no captará todo lo que había planteado y habrá creado una vacuna para evitar que esos bienes y servicios se graven en el futuro.

El costo del populismo fiscal será alto porque se habrá desaprovechado la ventana de oportunidad que existía para hacer un planteamiento fiscal integral y no el parchadero que se mandó al Congreso.

México tendrá que seguir navegando por la inseguridad que significa seguir financiando su desarrollo con los recursos petroleros y con tantito crédito.

Todo el paquete tributario apenas aumentará la recaudación en el equivalente a uno por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), cuando se necesita recaudar cuando menos ocho puntos porcentuales más.

Ya en ese sexenio no habrá más iniciativas tributarias. En esto de los impuestos hay un solo tiro y ya se desaprovechó.

Pero ganó el populismo, a la necesidad de hacer las cosas bien y de fondo.

Hasta el próximo lunes con nuevas…PERSPECTIVAS.

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