El reto de mantener el control en Silicon Valley

Las empresas de tecnología buscan lograr un equilibro de poderes entre fundadores y accionistas públicos
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Silicon Valley ha tenido en estima ambivalente a los accionistas públicos. Foto: Getty
Silicon Valley ha tenido en estima ambivalente a los accionistas públicos. Foto: Getty
Los dioses del Silicon Valley han buscado repetidamente volver públicas las compañías que fundaron mientras conservan el control como si siguieran siendo privadas.
 
Acontecimientos recientes en Google y otras compañías de tecnología demuestran que quizá este control podría ser malo no sólo para las empresas sino también para los fundadores, quienes están viviendo cada vez más en un mundo desprovisto de equilibrio de poderes.
 
En su mayor parte, el Silicon Valley ha tenido en estima ambivalente a los accionistas públicos. Que prefiera mantenerlos al margen no es una novedad.
 
Google fue líder en este movimiento. Cuando empezó a cotizarse en la bolsa de valores en 2004, lo hizo usando una estructura dual. A sus co-fundadores, Sergey Brin y Larry Page, les emitieron acciones con 10 votos cada una, mientras que los accionistas públicos recibieron acciones con un solo voto. La idea era garantizar que los co-fundadores mantuvieran el control de Google aun cuando vendieran algunas de sus acciones.
 
Pero los límites fueron sometidos a presión, como sucede con todo en el mundo de la tecnología. Facebook fue más lejos al restringir el control de los accionistas cuando se empezó a cotizar en la bolsa, adoptando una estructura dual que permitía a su co-fundador Mark Zuckerberg mantener el control aun cuando poseyera menos del 10% de la compañía. De hecho, si Zuckerberg muere, sus herederos aún tendrían el potencial de controlar la compañía.
 
Poniendo esto en perspectiva, si Apple se hubiera cotizado públicamente con la estructura de Facebook, la viuda de Steve Jobs, Laurene Powell Jobs, y el co-fundador de Apple Steve Wozniak (más recientemente concursante en “Dancing With the Stars”) posiblemente seguirían con el control.
 
Para no ser menos, Google propuso el año pasado que la compañía emitiera una nueva clase de acciones sin derecho a voto. Según documentos públicos presentados por Google, esta clase de acciones fueron implementadas a instancias de los fundadores, y Brin y Page lo justificaron diciendo que les permite “concentrarse a largo plazo”.
 
La idea es que sin las presiones del mercado público, los ejecutivos pueden ver por los mejores intereses a largo plazo de la compañía. Esto permitirá a Google experimentar con cosas como Google Glass, que quizá no sea rentable de inmediato.
 
Es un argumento atractivo. En el lado positivo, esto permite a la compañía estar pendiente de una variedad amplia de intereses más allá de los de los accionistas que se enfocan únicamente en el precio accionario. En los medios, esta estructura ha funcionado con cierto éxito (The New York Times Company, por ejemplo, tiene una estructura dual).
 
Pero el problema con esta estructura es que la voz de disensión de los accionistas es excluida. Y estudios han demostrado que, en general, este tipo de estructura dual no tiene tan buenos resultados como los arreglos tradicionales.
 
Los acontecimientos recientes plantean otro problema: las compañías de tecnología no se han sostenido bien cuando sus fundadores se van.
 
Microsoft ha pasado apuros para encontrar su camino sin Bill Gates al timón. Recientemente llegó a un acuerdo con un accionista activista, ValueAct Capital, para incluir a un director del fondo en su consejo. Y aunque Microsoft recientemente anunció una importante adquisición estratégica para comprar la operación de servicios móviles de Nokia, persiste un gran interrogante sobre quién dirigirá Microsoft después de que renuncie Steve Ballmer.
 
Apple sigue siendo un gigante, pero parece estar teniendo sus propios problemas de sustentabilidad sin Jobs. Empresas establecidas más antiguas como Hewlett-Packard también han tenido problemas para ajustar su modelo de negocios años después de la partida de sus fundadores.
 
Aun cuando los fundadores se queden, no siempre ha habido un resultado feliz. Uno de los fundadores de Yahoo, Jerry Yang, dirigía a la compañía cuando rechazó una oferta de compra de Microsoft a 31 dólares por acción en 2008 (las acciones de la compañía subsecuentemente cayeron por debajo de los 10 dólares por acción en medio de la crisis financiera, recuperándose apenas el año pasado después de que Yahoo incorporó a Marissa Mayer como jefa).
 
Yang fue reemplazado como director ejecutivo. Dos recientes ofertas públicas iniciales, las de Groupon y Zynga, se llevaron a cabo con estructuras accionarias duales, y ambas se vendieron por debajo de sus precios de oferta.
 
En el Silicon Valley, el control de los fundadores no siempre se ha traducido en el éxito a largo plazo. De hecho, el control quizá no tenga nada que ver con ello. Una de las compañías más exitosas del Silicon Valley en esos días es Amazon, basada en Seattle. Jeffrey P. Bezos, director de Amazon, posee sólo 19.1% de la compañía, según su declaración informativa más reciente a los accionistas. No ha tenido necesidad de crear una clase de acciones especiales para mantener su control.
 
Quizá haya otro problema más grande con la estructura dual en las compañías de tecnología. Este control del poder pudiera agravar los malos efectos de la cultura de adoración que rodea a estos fundadores, por lo que no queda nadie con la capacidad de asumir el mando cuando se van.
 
El concepto es ubicuo en psicología. La gente que no está rodeada de límites tiende a sobreestimar sus límites. Estudios del comportamiento de los directores ejecutivos han encontrado que los jefes tienden a sobreestimar su confianza y a correr más riesgos, y son más narcisistas.
 
En lenguaje simple, a las grandes mentes tecnológicas del Silicon Valley les dicen tan frecuentemente lo grandiosos que son que en ocasiones pierden la perspectiva.
 
Esto no quiere decir que estos ejecutivos no estén haciendo cosas grandiosas. Reconozcamos que son brillantes creando nueva tecnología y cambiando nuestras vidas.
 
Pero en los últimos meses, se siente como si el Silicon Valley estuviera adoptando los actos arrogantes y acaparadores de la atención más comúnmente asociados con Wall Street. Uno no puede evitar preguntarse si el Silicon Valley carece de balance.
 
Como demuestran los recientes acontecimientos salaces en Google, en ocasiones eso puede conducir a decisiones insensatas.
 
AllThingsD reportó recientemente que Brin se había separado de su esposa y estaba saliendo con una empleada de Google. Salir románticamente con empleados siempre es peligroso, y aunque el manual de Google no prohíbe estas cosas, es evidente que muchos directores ejecutivos caerían por un comportamiento similar.
 
Google recibió luz verde para emitir acciones sin derecho a voto después de un acuerdo para resolver una demanda que refutaba la maniobra, un acuerdo que está esperando una aprobación judicial final. 
 
La emisión de las acciones Serie C sin voto cimentará el control de los fundadores. Pero ¿necesita Google realmente hacer esto, y cuáles son las verdaderas consecuencias?
 
En el momento del acuerdo, Google declaró: “Siempre hemos creído que el enfoque encabezado por nuestro fundador nos da la libertad de hacer apuestas a largo plazo, como Android, Chrome y YouTube, que benefician a los consumidores y los accionistas por igual”.
 
Quizá es hora de dar un paso atrás. Google seguramente puede consolidar el control con sus fundadores de otras maneras.
 
El consejo de Google debería considerar los efectos a largo plazo de esta clase de acciones, no sólo con base en la capacidad de la compañía para encontrar líderes para su futuro sino también con base en la psiquis de sus fundadores. Incluso para los dioses del Silion Valley, quizá sea bueno establecer límites.
 
#kgb
 

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