Luis Enrique Mercado

Perspectivas

Luis Enrique Mercado

14 Oct, 2013

No a una reforma fiscal que matará el crecimiento

El rumbo económico de los países depende en la actualidad de las señales que manden a los mercados.

De acuerdo con ellas, los inversionistas deciden llevar o no recursos a ese país; las calificadoras les aumentan o bajan el nivel de riesgo y los mercados internacionales deciden a qué tasa puede fondearse en esa nación.

Y ahora mismo, México está mandando pésimas señales a los mercados internacionales: voy a presionar el crecimiento económico con una miscelánea fiscal inoportuna, planeo endeudarme y llevar mi nivel de deuda al que tenía hace 25 años, 45% del PIB y estoy regalando dinero a grupos de presión, como los maestros de la CNTE y los ex empleados de Luz y Fuerza del Centro.

Esas señales fueron las que acabaron con el llamado Momento Mexicano, que surgió con la propuesta de reformas como la de educación y la de energía.

El Momento Mexicano duró cinco minutos cuando los mercados se dieron cuenta que las reformas son insuficientes ante un programa económico inoportuno y en exceso optimista.

Hay consenso en que México necesita una reforma fiscal de fondo —ingresos y gastos públicos— que permitan aumentar los ingresos gubernamentales para no depender del petróleo y que se complemente con un gasto público del que se midan resultados, se rindan cuentas y sea transparente.

Pero además, que dicha reforma fiscal se haga en el momento oportuno.

Cuando el gobierno, en lugar de reforma plantea una miscelánea fiscal; cuando dicha miscelánea se orienta esencialmente a quitar poder adquisitivo a las clases medias, léase mercado interno, a restar competitividad laboral a las empresas y cuando  se quiere aplicar en una economía que perdió su fuelle para crecer, a los mercados se les erizan los cabellos.

México no debe aplicar una mala reforma fiscal; no debe aplicar ninguna para no afectar más el crecimiento económico.

Mucho menos, una miscelánea que atenta directamente contra el consumo interno, la competitividad laboral y el golpe a un mercado importante como el de la compraventa de bienes inmuebles.

No se trata de hacerle cambios y quitarle dientes. Sencillamente hay que dejarla en espera de tiempos mejores, cuando la economía recobre capacidad de crecimiento y cuando las expectativas sean de recuperación y no de depresión o incluso de recesión.

Una reforma fiscal ahora, así sea una de fondo, matará el poco crecimiento económico que tenemos: 1% para 2013 y cuando mucho lo doble para 2014.

Pero, además, el gobierno debe aprovechar para corregir sus proyecciones económicas que, de no cumplirse como es lo más seguro que suceda, nos meterá en problemas adicionales.

Hacienda proyectó para 2014 un crecimiento de 3.5% que lo más probable es que no se dé; entonces, tampoco se cumplirán los ingresos tributarios y es cuando, se volverá a pedir prestado para cubrir el faltante como lo están haciendo ya en este 2013.

Es un camino que ya recorrimos: pedir prestado para completar los ingresos y que nos provocó crisis sexenales y hasta la suspensión de pagos de la deuda en 1982.

Ya el programa de deuda de 2013 y 2014 llevará los compromisos del país a niveles que abandonamos hace 25 años.

¿Es lógico que reandemos el camino?Por el contrario, hay que impulsar y aprobar una reforma energética incluso mucho más audaz que la tímida reforma planteada por el gobierno; la reforma energética es de las que contribuyen a estimular la inversión, el crecimiento económico y el empleo.

Además, debemos alejar de México el fantasma de que, si no hacemos nada, en menos de una década seremos importadores netos de crudo y productos petrolíferos y no tendremos dinero para ello.

Suspender la reforma fiscal y dedicar todos los esfuerzos a la reforma energética es el camino correcto en esos momentos; ojalá el gobierno rectifique el camino u ojalá la oposición tenga la fuerza para hacerlo rectificar.

Hasta el próximo lunes con nuevas…Pespectivas.

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