Luis Enrique Mercado

Perspectivas

Luis Enrique Mercado

21 Oct, 2013

El ridículo impuesto a la comida chatarra

El impuesto a las ventanas aplicado en uno de los regímenes de Antonio López de Santana se ha quedado como el mejor ejemplo de una política tributaria abusiva y ridícula.

Los mexicanos ya no tendremos que ir tan atrás en la historia para encontrar impuestos ridículos, ahora que los actuales diputados aprobaron un impuesto a los alimentos chatarra, consistente en aplicar un tributo de cinco por ciento a aquellos alimentos que tengan más de 275 kilocalorías por cada 100 gramos del producto.

La intención de dicho impuesto es combatir la obesidad, fenómeno en el que México ocupa ya un deshonroso primer lugar mundial.

Dicho gravamen nació en  la mente de los perredistas. Desde la legislatura pasada, Alejandro Encinas, en aquel entonces líder de la bancada del Sol Azteca insistía en un impuesto a la comida chatarra.

En aquel entonces se le convenció de la tontería que era dicho impuesto. Pero ahora que los priistas cedieron al PRD la política tributaria, apareció el impuesto a la comida chatarra.

Se trata de un tributo ridícula con enormes dificultades de aplicación,  por  el sencillo hecho de que es imposible definir qué es comida chatarra.

¿Hamburguesas, hot dog y papas en bolsa son comida chatarra? Cualquier nutriólogo dirá que en las cantidades adecuadas, no. Y agregará que no hay malos alimentos, sino malos hábitos alimenticios.

Pero, además, los impuestos son un instrumento para recaudar recursos y redistribuir la riqueza, buscando paliar las desigualdades.

Está comprobado que no modifican conductas y que, desde luego, no sirven para bajar de peso o para impulsar a hacer ejercicio o para estimular a que los ciudadanos se laven los dientes después de comer o para que se coma más saludable.

Todo eso lo hace la educación, no la política tributaria.

Hay países que han dado pasos en la misma dirección de México: Dinamarca aplicó un impuesto a las grasas y Hungría a los alimentos con más calorías.

En ambos casos se derogaron cuando se vio que no producían ningún efecto en la salud de la sociedad.

Y lo mismo ocurrió con un impuesto similar que se aplicó en Maine, Estados Unidos.

Pero los diputados mexicanos son más listos, aunque más ignorantes. Por eso aprobaron un impuesto a cinco por ciento a los alimentos que tengan más de 275 kilocalorías por cada 100 gramos de producto.

Si hubieran estudiado un poco qué alimentos tienen eso, se habrían encontrado que con 275 kilocalorías o más por cada 100 gramos están, por ejemplo, el arroz (354), el arroz integral (350), la avena (367), los cereales con chocolate (358), la harina de maíz (349), la harina de trigo integral (340), las habas (343), las lentejas (336), la yema de huevo (368), las aceitunas negras (349), las almendras (620), las pasitas (324), las nueces (660).

Lo que habría que preguntarse es si los legisladores no encontraron una forma sofisticada de ponerle IVA a los alimentos, porque en realidad fuera de frutas y verduras, casi todo tiene más de 275 calorías por cada 100 gramos.

La realidad es que hemos llegado al despropósito de querer que los mexicanos sean delgados y atléticos vía impuestos; pero a no ser que los impuestos suban tanto que impidan a los ciudadanos comprar alimentos, la obesidad y el sobrepeso son problemas que están en la competencia de la Secretaría  de Salud y de la de Educación, pero no en la de Hacienda.

El gravamen a la comida chatarra es en realidad un impuesto ridículo por su inaplicabilidad; porque no hay definición precisa sobre lo que es comida chatarra y porque golpea a muchos alimentos que son saludables, consumidos en las proporciones correctas.

La única esperanza es que la razón prive en el Senado y ahí lo paren, pero regresaría a Diputados donde lo podrían volver a aprobar y se acabó. El impuesto sobreviviría.

Hasta el próximo lunes con nuevas. Perspectivas.

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