Decepción nacional

Tristemente, Acción Nacional se ha convertido en lo que criticaba no sólo cuando era el partido en el gobierno federal, sino en su trayectoria histórica: hoy es una oposición reventadora, caprichosa e inútil para la vida democrática del país.

La forma en que enfrentó la negociación del paquete hacendario fue francamente ridícula. Salvo muy contadas excepciones, quizá Ernesto Cordero, los panistas no presentaron argumentos concretos, repetían frases supuestamente pegadoras ante la opinión pública como decir que era una iniciativa “tóxica” o que iba a dañar a las clases medias y altas, planteando un falso debate, puesto que en todo momento el gobierno de Enrique Peña Nieto dejó claro que se estaba exigiendo un sacrificio a los más favorecidos a cambio de buscar esquemas de justicia social.

Terminaron hasta tratando de asustar con el petate del Fobaproa tratando de ver la cara de idiota a la opinión pública puesto que el rescate bancario, conocido como Fobaproa, fue una medicina no el nombre de una enfermedad tras la mala privatización y falta de controles. El PAN debería presumir que logró rescatar al sistema financiero nacional de común acuerdo con el PRI.

Enfocarse, sin más idea que perfilarse con algo que le sonó llamativo como tratar de evitar la homologación del IVA con los estados fronterizos fue un ridículo. Pudo haber buscado una tasa menor a 16% o que el impuesto a 11% se mantuviera en las primeras 20 millas. Vamos, siempre se concentró en el norte olvidando la frontera sur.

Al PAN le faltó inteligencia y capacidad para defender lo que hizo cuando estuvo en Los Pinos. Pesó mucho más la mezquindad de sus líderes como el pequeño Gustavo Madero que buscar un debate de ideas y argumentos como debe ser característica de un partido que cree en la democracia. Terminó portándose como el PRD en tiempos de Andrés Manuel López Obrador.

Si hubiera sido un partido de oposición a la altura de sus votantes, jamás se hubiera levantado de la negociación. Hubiera buscado argumentos convincentes, alternativas de negociación, no el ridículo intento de “exhibir” al gobierno federal y los legisladores a los que no lograron convencer.

Miente si dice que el gobierno federal no tuvo una actitud negociadora. En ningún momento se portó como el PAN en tiempos del mariguanero Vicente Fox Quesada, que enviaba iniciativas y decía que perderían su eficacia si se les cambiaba un punto o una coma. Acusaban de traidores de la patria o algo así a quienes tenían una opinión
diferente.

Luis Videgaray y su equipo de la Secretaría de Hacienda en todo momento estuvieron dispuestos a ceder a favor de un acuerdo que estuviera en línea con su planteamiento general. De hecho, en la negociación permitieron algunos puntos al PRD que no son óptimos, pero que demuestran que sí estuvieron dispuestos a ceder.

Por ejemplo, el impuesto a los mal llamados productos chatarra es una suerte de IVA en alimentos, los que resultan socialmente incorrectos. Su impacto en la salud de los mexicanos será mínimo desgraciadamente y generará cambios hacia otros productos igualmente malos para la salud en términos generales.

Entrampados

Ellos mismos se pusieron una trampa y terminarán ahogándose con ella. Tienen que hacer malabares entre defender el Pacto por México y lo que deberá ser su posición de cara a la siguiente reforma: la energética.

¿Van a traicionar la iniciativa que ellos hicieron? ¿Se aliarán a la secta de AMLO? ¿O dirán que en estos casos sí están dispuestos a negociar y criticarán a los perredistas si buscan reventar, al estilo del PAN, las negociaciones en el Congreso de la Unión?

Una de las posibilidades es que mantengan el chantaje de pedir primero una reforma político-electoral. El PRI y sus aliados del PVEM ya les dejaron claro que no caerán y que están dispuestos a firmar, prácticamente sin cambios, la iniciativa de Acción Nacional.

Lo cierto es que dejaron ir una oportunidad de ser una oposición seria, constructiva y a la altura de las necesidades de México para seguir siendo payasitos de la grilla nacional.

Sindicatos

Los agremiados en la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación inician hoy uno de sus más complejos procesos de renovación de su secretaría general.

En esta agrupación se viven dos realidades totalmente diferentes. Los sobrecargos que provienen de Mexicana de Aviación que tienen más de tres años sin trabajar y los de Aeroméxico que deberían estar muy molestos con su actual líder, Ricardo del Valle, quien una y otra vez ha tomado acciones absurdas para enfrentarse con la administración que lleva Andrés Conesa.

Este líder sindical es el peor enemigo que tienen los sobrecargos de Aeroméxico y no la floreciente competencia de Interjet, Volaris y VivaAerobus. Los tres mil sobrecargos deben pensar muy bien si reeligen a un líder que les ha mentido y dañado o toman el camino correcto.

Es sabido que Del Valle quiere seguir los pasos de Alejandra Barrales y tratar de obtener un puesto de elección popular. Tristemente para él, está muy lejos de tener las capacidades de la hoy legisladora a pesar de sus defectos.

El candidato de oposición es Omar del Castillo. Un hombre que se ve como una gran alternativa para proteger no sólo los derechos de los trabajadores de Aeroméxico, sino para dar una buena salida a los de Mexicana de Aviación. En diez días se sabrá la respuesta.

Contrasentido

Una de las lecciones que dejó el rescate bancario de la década de los noventa a la generación de banqueros que hoy dirigen las instituciones financieras en el país es que deben ser extremadamente prudentes en el manejo del crédito, que ceder a la tentación de abrir las llaves del financiamiento y descuidar las reservas es un error inaceptable.

Si ve los resultados financieros de los bancos al cierre del tercer trimestre podrá encontrar algunas constantes como la disminución del ritmo de otorgamiento de créditos al consumo considerando la debilidad económica, la creación de mayores reservas que tienen que ver con las desarrolladoras de vivienda y, en general, la toma de posiciones altamente prudentes que incluso podrían llevar a subir las tasas de algunos de sus productos de crédito.