Luis Enrique Mercado

Perspectivas

Luis Enrique Mercado

9 Dic, 2013

Temores a la Reforma Energética

En el último cuarto de siglo México ha sido uno de los países que más privatizaciones han hecho en el mundo. Sectores como la telefonía, la banca, la siderurgia, la aviación, las carreteras, los aeropuertos fueron en alguna época empresas paraestatales y hoy están en manos de los particulares.

Cuando el gobierno participaba como empresario en casi todos los rubros de la economía, las empresas paraestatales eran lo peor que había: perdían dinero a raudales, tanto que gracias a eso se explicaba en buena medida el déficit de las finanzas públicas, prestaban los peores servicios,  producían los bienes de menor calidad y estaban dominadas por una gran corrupción.

Por desgracia, las privatizaciones no gozan de buena fama en México y por ello hoy que se habla de la Reforma Energética, ese tema es un argumento de quienes se oponen a que los capitales privados entren a los sectores petrolero y energético.

Pero cuando se analizan los dos mundos, el de las empresas paraestatales y el de estas mismas empresas privatizadas, resulta claro que el peor de los mundos es de las paraestatales.

Por ejemplo la década que la banca duró privatizada fue una pesadilla.

Para empezar, en los primeros tres meses de haber estatizado los bancos, una decisión estúpida del entonces director del Banco de México (Banxico), Carlos Tello Macías, provocó que la banca perdiera todo su capital; luego, vimos bancos con pérdidas, vimos cómo desapareció el crédito para las empresas y cómo los bancos adquirían todos los vicios propios del sector paraestatal.

La privatización de los bancos en México tiene mala fama porque quebraron; pero no por culpa de la privatización, sino por la crisis de 1994 que hizo quebrar a todas las empresas del país y a todos los particulares que tenían crédito.

La privatización de Telmex también es emblemática.

Como empresa paraestatal la telefónica era un desastre. Aún hay quienes se acuerdan que para lograr una línea había que esperar uno o dos años, guardando como tesoro familiar el taloncito de la solicitud.

El problema de la privatización de Telmex, si es que es problema, es que quien la adquirió, el ingeniero Carlos Slím, es un empresario enormemente exitoso. Hoy Telmex es una empresa moderna, eficiente, con resultados.

Pero como quiera que sea, las privatizaciones en México tienen mala fama y por eso muchos mexicanos ven la Reforma Energética como un paso que no debe darse para que los particulares no toquen ni el petróleo ni la electricidad.

El problema es que ambos sectores están colapsados. En pocos años, Pemex no tendrá petróleo que generar, ni refinar ni vender, sino se asocia con particulares para explorar, explorar, refinar y vender.

Y en el caso de la CFE, simplemente es irracional que, sin el subsidio, las tarifas resulten unas de las más caras del mundo y que el desarrollo se frene porque la generación de electricidad es insuficiente.

 La Reforma Energética que México necesita es una donde el Estado mantenga la propiedad y el control del petróleo y la electricidad, pero que sean los particulares quienes le den a ambos rubros la eficacia que es propia de las empresas privadas; que se destierren la corrupción que domina a ambas empresas y que no se ve en ninguna empresa privada del mundo.

Para eso habrá dos temas a resolver.

 El primero, hasta dónde llega la reforma; si nos quedamos con el paso gallo gallina que propone el PRI o si damos un brinco más audaz, como lo propone el PAN.

El segundo, como conseguir en las leyes secundarias que los particulares que se interesen en participar tengan suficientes incentivos de ganancias y al tiempo, que el control, la regulación, la vigilancia queden en manos del gobierno.

México quiere realizar la que sin duda es la más grande de las reformas.

Si ésta sale mal se cerrarán la puertas para cambios que aún se deben hacer.

Hasta el próximo lunes con nuevas…PERSPECTIVAS.

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