David Páramo

Análisis superior

David Páramo

11 Mar, 2014

La gran decepción

El gobierno federal está teniendo que luchar en contra de la decepción económica que va mucho más allá de las estimaciones de crecimiento de la economía o las encuestas de opinión, sino que se ha convertido en una gran cantidad de decisiones que posponen inversiones y compras las cuales terminan siendo una profecía autocumplida que comienza por creer que este año tampoco será bueno para el país.

Las estimaciones sobre el crecimiento del PIB cada vez se alejan más de la meta oficial. Se ha reiterado que no hay elementos para disminuir la estimación del crecimiento de la economía de 3.9% cuando el consenso de los analistas cada vez está más cerca de tres por ciento.

Para que la economía logre crecer a 3.9% sería necesario que el país creciera durante los últimos tres trimestres del año a tasas superiores a 5%, lo cual resulta imposible si se considera que no sólo no se ha frenado el efecto de caída sino que, además, los motores de la economía no están funcionando.

En Estados Unidos ya disminuyeron la estimación del crecimiento de su economía entre otras cosas porque se han visto sumamente afectados por condiciones meteorológicas, lo cual frena al motor externo de la economía.

En materia interna la realidad es que tampoco los motores están encendidos. Independientemente de que se sabe que las reformas estructurales tendrán un impacto hasta el mediano plazo (la Secretaría de Energía dice que será hasta 2018 cuando la Reforma Energética aporte un punto al PIB), la realidad es que hasta el momento ninguno de los cambios estructurales está operando.

Los políticos aseguran que están trabajando para tener listas las leyes secundarias; sin embargo, la realidad es que poco o nada ha ocurrido durante este periodo ordinario de sesiones, parecería que hay una sobresaturación por parte de los legisladores.

La reforma a la ley de competencia económica se está empantanando entre otras cosas porque se estima que hay un péndulo excesivo que castigaría a las empresas no por sus prácticas monopólicas sino por su tamaño. Algo similar sucede con la Reforma Financiera.

Las leyes secundarias a las telecomunicaciones están paradas en buena medida para no contaminar el complicado parto que tuvo el Instituto Federal de Telecomunicaciones para cumplir con la fecha del 9 de marzo.

En materia de energía se dice que están negociando con gran profundidad y que están construyendo los acuerdos; sin embargo, parecería que hoy pesan más las campañas a las presidencias del PRD y de Acción Nacional que terminar el trabajo correcto que hicieron el año pasado.

El gasto público, si bien ha crecido, no ha sido suficiente como para reactivar la economía y el gobierno ha tratado de enfrentar la situación mediante el establecimiento de medidas en el largo plazo.

Primero fue el acuerdo de certidumbre fiscal a través del cual el gobierno se comprometió a no modificar nada de lo aprobado el año pasado durante todo el sexenio y la Presidencia estableció como programa para reactivar la economía decir que las reglas aprobadas el año pasado se mantendrán durante todo el sexenio a pesar de que son consideradas por una gran cantidad de constructores de vivienda como la razón por la cual se ha agudizado la crisis que comenzó con la caída de Homex, GEO y Urbi.

Los empresarios siguen buscando un pacto fiscal a través del cual se suavicen las medidas recaudatorias que, con las cifras más recientes, hablan de un aumento en la recaudación de casi 23% con respecto al año pasado y los constructores un cambio en las reglas que permitan un mayor movimiento del sector.

Algunos otros consideraban que el gobierno podría utilizar la reforma al campo, que según anunció la Presidencia será la próxima gran reforma como un motor de reactivación económica; sin embargo, decepcionó la reunión que tuvo con las organizaciones campesinas adelantó que no habría ningún cambio en la forma de tenencia de la tierra, que es el principal obstáculo para el crecimiento de una agroindustria.

La recuperación de la economía sigue siendo una asignatura pendiente puesto que desde septiembre es claro que no hay mejoría en los indicadores. El INEGI reconfirmó que los datos siguen indicando que el país se encuentra en la zona de recesión económica y un día antes estableció que el ánimo de consumidores y empresarios sigue cayéndose a pesar de la pequeña recuperación frente a enero, un mes que se vio particularmente influido por la entrada en vigor de las medidas fiscales que, como se sabe, fueron consideradas como un muy fuerte golpe por amplios sectores de la clase empresarial y de los consumidores.

De acuerdo con los productores de pan el consumo ha disminuido 15% en lo que va del año y Walmart (que es un referente sobre el consumo en el país) informa que a tiendas iguales disminuyeron sus ventas con respecto al año pasado, es decir, ha bajado el consumo.

Si la gente compra menos, las tiendas venden menos y los productores hacen menos lo que impide el flujo de la economía. Un ejemplo es la disminución de ventas de automóviles en el país a pesar de que aumentó el monto exportado, los cuales se vuelven espectaculares si se compara con el desplome que han tenido las exportaciones de petróleo.

No cabe duda que las reformas estructurales son total y absolutamente correctas. Que hay una gran solidez de la economía y que se tiene claridad en el rumbo de las finanzas públicas.

Así, no es momento de encender las alarmas o tomar medidas precipitadas que podrían tender hacia el populismo que busca milagros y no un trabajo correcto; sin embargo, sí hay una enorme área de oportunidad para lograr que los agentes económicos dejen atrás el pesimismo.

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