Reunión del G7: El juego de las sanciones y represalias a Moscú

Las acciones se han limitado a congelar cuentas de empresarios y altos funcionarios, prohibirles visados de viaje y bloquear operaciones bancarias
Economía -
Vladimir Putin, presidente de Rusia. Foto: AP
Vladimir Putin, presidente de Rusia. Foto: AP

CIUDAD DE MÉXICO.-Circula un chiste que dice que la próxima sanción que Estados Unidos podría imponer a Rusia por el referéndum y anexión de Crimea sería congelar la cuenta de Netflix del presidente ruso, Vladimir Putin. El chiste no anda demasiado descaminado: hasta ahora, las sanciones se han limitado a congelar las cuentas de oligarcas y altos funcionarios rusos, prohibirles visados de viaje,  bloquear las operaciones con el banco Rossiya (la entidad financiera favorita de la cúpula rusa), cancelar una cumbre entre la Unión Europea y Rusia en junio, y poco más.

Lo demás ha consistido en pura amenaza verbal. Estados Unidos ya tiene la autorización para aplicar sanciones económicas en sectores clave como energía, metales, minería, defensa, ingeniería y servicios financieros. Pero al parecer sólo cumplirá la amenaza si Rusia sigue desestabilizando la región.  Lo mismo sucede con Europa: el nivel de sanciones se halla en la fase dos, que incluye medidas políticas y económicas de bajo alcance. Y sólo pasará a una fase tres, con sanciones económicas y financieras de más calado, en caso de que la escalada de Rusia no se detenga y vaya más allá de Crimea. 

De esto se infiere que los países occidentales dan a Crimea por perdida: al parecer, las nuevas amenazas de sanciones no van destinadas a forzar la devolución de Crimea por Rusia, sino a parar en seco las pretensiones expansionistas que pueda tener Putin, sobre todo en la zona oriental de Ucrania. En ese sentido, durante el fin de semana hubo manifestaciones  en la ciudad ucraniana de Donetsk,  otro bastión prorruso, y el parlamento local ya estudia la convocatoria de un referéndum como en Crimea. ¿Se repetirá la historia? Y en caso de ser así, ¿también los líderes occidentales se quedarán de brazos cruzados?

Consenso de líderes

Para consensuar una respuesta a la osadía rusa y poner un alto a las ínfulas expansionistas de Putin, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, convocó al G-7, el grupo de países más poderoso del planeta, a una reunión de urgencia en La Haya. Lo hizo aprovechando la Cumbre de Seguridad Nuclear que se celebra hoy y mañana en esa ciudad holandesa.

En esa reunión, el G-7 debe de mandar una amenaza creíble y lo suficientemente dañina como para echar el freno a Rusia. Está claro que ni Estados Unidos ni Europa quieren una guerra. Sin embargo, sí deben aglutinar, debido a la heterogeneidad de intereses de los distintos países con Rusia, una respuesta común que detenga la escalada y el pulso beligerante de Putin, y dejar claro que cualquier otra provocación detonará fuertes sanciones económicas.    

Es por eso que la solución no será fácil. Europa es la que más tendrá que decir en el G-7, sobre todo su líder, Alemania. Rusia es el tercer socio comercial de Europa tras los Estados Unidos y China, al representar siete por ciento de las exportaciones europeas y 12 por ciento de las importaciones.

Su vulnerabilidad más clara es la dependencia energética (gas y petróleo) con Rusia. En torno a 30 por ciento de sus importaciones de energía provienen de Rusia. Alemania, que importa de Rusia  40 por ciento del gas que consume,  e Italia, con 20 por ciento, son los principales importadores de gas ruso. Pero además, Francia posee importantes contratos militares y la City de Londres  concentra buena parte de las relaciones financieras con Moscú.  El 30 por ciento de las exportaciones europeas a Rusia son alemanas, con casi 25 mil millones de euros (mde). Y muy por detrás quedan Italia (nueve por ciento), seguido de Holanda, Polonia y Francia, con cerca de siete por ciento. Pero además, la expansión de las multinacionales y empresas europeas a Rusia se aceleró con la caída de la Unión Soviética y los esfuerzos de integración a los grandes organismos internacionales, que culminó con la entrada de Rusia a la Organización Mundial de Comercio en 2012.

Globalización

Y ahora el lobby empresarial, con muchos intereses en Moscú, pide a los gobiernos que actúen con tiento. Seis mil 200 empresas alemanas tienen sucursales y subsidiarias en Rusia. Volkswagen y Mercedes-Benz venden autos a la oligarquía rusa. Pero también tiene fuerte presencial el conglomerado industrial Siemens, o la farmacéutica Bayer. En el caso de Italia, las más afectadas serían la operadora eléctrica, Enel, que está participando en el programa de liberalización del sector eléctrico en Rusia, y la compañía petrolera Eni, que posee un acuerdo estratégico con la rusa Gazprom. La industrial de la moda (D&G o Armani), y Fiat sería otras de las afectadas. En Francia, el mayor riesgo recae también sobre las empresas automotrices (Renault, Michelin), de la distribución (Carrefour), agroalimentarias (Danone) así como al fabricante de aviones Airbus. En el Reino Unido, 20 por ciento de BP está en manos de la petrolera estatal rusa Rosfnet.  

En el caso de Estados Unidos, el impacto sobre las grandes variables económicas es menos relevante. Rusia es un diminuto socio comercial de Estados Unidos, a quien sólo exporta en torno a 11 mil millones de dólares (mdd). Sin embargo, las tenencias rusas de bonos del Tesoro de Estados Unidos se elevan a 139 mil mdd, un monto que sí podría distorsionar al mercado. Además, en Rusia tienen fuerte presencia las petroleras Exxon Mobil y Chevron, el fabricante de maquinaria pesada Caterpillar, el fabricante de aviones Boeing, el conglomerado industrial de General Electric, las automotrices Ford y General Motors, el banco Citi, así como Coca Cola y PepsiCo, Procter & Gamble, Pfizer y Disney.

A su vez, Rusia también tiene bastante que perder. Mucho más en el corto plazo. La fuerza política que quiere exhibir Putin quizás trata de encubrir una pujanza económica que está muy lejos de la que tenía la Ex-Unión Soviética: con algo más de dos billones de dólares de PIB, la economía de Rusia es la octava más grande del mundo, muy semejante al tamaño de la economía de Italia, y bastante menor que la de Brasil (en torno a 2.5 billones de dólares). Y un creciente aislamiento disminuiría aún más su potencial económico: en 2013 la economía apenas creció 1.3 por ciento y este año podría hacerlo menos de un uno por ciento.

El impacto del cerrar el comercio energético sería brutal: 70 por ciento de 515 mil mdd en ingresos anuales por exportaciones proviene de la venta de petróleo y gas, y financia 52 por ciento de su presupuesto federal. Sólo el comercio del gas con la Unión Europea representa un negocio de 70 mil millones de dólares, o tres por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).  Esa vulnerabilidad ha provocado que tanto S&P’s 500 com Fitch pongan a Rusia en perspectiva negativa ante el riesgo de sanciones económicas más duras.

Por eso es que a Rusia es a quien peor le ha ido en este embate: mientras el S&P’s 500, pese a la crisis de Ucrania, acaricia su récord histórico, el índice RTS de Rusia se ha hundido más de 20 por ciento en lo que llevamos de año, en tanto el rublo se ha derrumbado 9.3 por ciento respecto al dólar, la peor divisa entre los emergentes después del peso argentino. La tasa del bono de 10 años ha trepado de niveles cercanos a 7.8 por ciento a principios de año, a casi 9.5 por ciento el pasado viernes. 

Rusia, con la anexión de Crimea, ha hecho volar por los aires la política de consensos que ha primado a las relaciones internacionales en los últimos veinte años. Ahora se viene encima un juego político de sanciones y represalias. Es éste un juego de suma negativa: cuando las naciones dejan de cooperar, todas las partes pierden. De momento, Rusia ha sido más hábil y, casi sin despeinarse, se anexionó Crimea, aprovechando una clara falta de liderazgo en occidente y su consternación por las repercusiones económicas. Pero en este punto, hay que ser más contundente, y la reunión del G-7 ofrece una oportunidad para dejar claro que el respeto a las reglas y el derecho internacional está por encima de los intereses económicos. 

* Director y analista, respectivamente
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