Cuba se reconcilia con su diáspora para atraer dólares

La nueva ley de inversión cubana pretende captar 2.5 mil millones de dólares al año, y ya es analizada por descendientes que viven en Miami y se preocupan por el futuro económico de la isla
Economía -
Raúl Castro, presidente  de Cuba Foto: AFP
Raúl Castro, presidente de Cuba Foto: AFP

CIUDAD DE MÉXICO.-Al inicio de la novela más reciente de Tom Wolfe, Back to Blood, el musculoso héroe, un policía cubano-americano de 25 años de edad llamado Néstor Camacho, enfurece cuando sus colegas estadunidenses, gordos y desdeñosos, lo estereotipan como cubano. Nunca ha visto la isla, dice. Su español es malo. En casa, el odio de sus padres hacia Fidel Castro le es indiferente. Su mundo gira en torno a Miami, no Cuba.

Como es lógico, el libro no es universalmente del agrado en Miami; arremete contra todos, desde anglos y cubanos hasta haitianos y rusos. En al menos un aspecto, sin embargo, es certero. Los cubano-americanos más jóvenes están menos obsesionados con Cuba que los exiliados de más edad. Como otros estadunidenses, dicen encuestadores, ahora piensan de manera más pragmática. Cuba no es el único tema de campaña electoral que les interesa.

De hecho, hay más probabilidad de que estén enviando dinero a Cuba que evitándola. Las remesas, así como los viajes, han aumentado desde que el presidente Barack Obama relajó las restricciones en 2009 y 2011. Mucho del dinero ha terminado en restaurantes, conocidos como paladares, estéticas u otros pequeños negocios operados por familiares en Cuba. Eso ha dado a los cubano-americanos una mayor participación, aunque oculta, en el futuro económico de la isla.

Las leyes tanto de Estados Unidos como de Cuba prohiben que ese dinero sea tratado como inversión. El 29 de marzo, sin embargo, el Parlamento de Cuba aprobó una nueva Ley de Inversión Extranjera que, por primera vez, permite a los cubanos que viven en el extranjero invertir en algunas empresas; siempre, según el ministro de Comercio Exterior, Rodrigo Malmierca, que no sean parte de la “mafia terrorista de Miami”. La intención es elevar la inversión extranjera en Cuba a unos 2,500 millones de dólares al año. Actualmente, economistas cubanos dicen que lo que ya está invertido son 5,000 millones de dólares a lo sumo.

 

APERTURA, PERO…

La ley, que actualiza una legislación imperfecta de 1995, sigue siendo incompleta, dice Pavel Vidal, economista cubano que vive en Colombia. Ofrece generosas exenciones fiscales de ocho años a las inversiones nuevas. Sin embargo, requiere que los patrones contraten a sus trabajadores vía las agencias de empleo estatales que cobran en –y se quedan con – divisas duras, inflando enormemente el costo de la mano de obra. Mejora el derecho a establecer empresas de propiedad totalmente extranjera, aunque las empresas privadas existentes, como los paladares, tienen prohibido recibir capital extranjero. Mucho, incluso si los cubano-americanos pueden invertir, dependerá de cómo el gobierno ponga en práctica la ley. “Sigue siendo muy discrecional”, dice Vidal.

Pese a sus fallas, las nuevas reglas de Cuba son un recordatorio de cuán inflexible sigue siendo la ley de Estados Unidos. Debido al embargo de 53 años de antigüedad contra Cuba, algunos cubano-americanos temen quedarse rezagados mientras los inversionistas de Brasil, China, Europa y Rusia participan. Tampa, en la costa occidental de Florida, ya está peleando por una mayor porción de los negocios cubanos cuando se levante el embargo.

“Cada día estamos perdiendo oportunidades”, dice Bob Rohrlack, jefe de la Cámara de Comercio del Área Metropolitana de Tampa.

En Miami, la gente habla de un momento crítico. Alberto Ibargüen, ex editor de The Miami Herald, dice que las tendencias demográficas que comenzaron hace décadas finalmente han suavizado el estado de ánimo hacia Cuba, aunque “absolutamente no” hacia el régimen de Castro.

Si las restricciones estadunidenses, sobre todo al turismo fueran levantadas a la isla, dice, “se recibirían un par de cartas al editor”.

Algunos cubanos de Miami se las han ingeniado para aprovechar las grietas en el embargo. Hugo Cancio, que dejó la isla en el éxodo de Mariel de 1980, posee un sitio y revista webOn Cuba, escrita mayormente por cubanos– que resta importancia a la represión y destaca el comercio y la cultura. Tiene una sala de redacción en La Habana pero, pese a sus ruegos, la ley estadunidense le prohíbe pagarle a su personal.

 

PROMOTORES ATÍPICOS

Tony Zamora, un abogado de Miami semi-jubilado que en Cuba fue encarcelado por tomar parte en la invasión de bahía de Cochinos de 1961, también se ha relanzado como promotor de la inversión en la isla. Después de 40 viajes a Cuba, llama al embargo “casi un fracaso total”.

Muchos cubano-americanos confían en que Obama suavice el embargo, aun cuando el Congreso no lo levante. Señalan que más de 60 por ciento de los residentes del condado de Miami-Dade, donde predominan, votaron por el presidente en 2012, muchos más que en la elección anterior, aun después de que relajó la política hacia Cuba. Si el ex gobernador Charlie Crist, un republicano convertido en demócrata que está postulándose para un segundo mandato y apoya el levantamiento del embargo, gana en noviembre, ayudará a su causa.

Aun así, a la vieja guardia le interesa más mantener el embargo que a los cubano-americanos más jóvenes deshacerse de él. La mayoría de los congresistas cubano-americanos en Washington siguen siendo decididos simpatizantes del mismo. Mauricio Claver-Carone, que encabeza a un grupo de cabildeo favorable al embargo, argumenta que toda la inversión extranjera aún va a monopolios operados por el régimen de Castro, lo cual ayuda a apuntalarlo.

Lo que está en juego es el encarcelamiento de Alan Gross, un estadunidense sentenciado en Cuba por pasar de contrabando equipo de comunicaciones a disidentes. Pocos creen que el gobierno de Obama corra el riesgo de una acción audaz sin su liberación.

Los días del embargo están contados, no menos porque Raúl Castro , el presidente de 82 años de edad, y su hermano Fidel, de 87, no vivirán para siempre. Mientras tanto, parece cada vez más una reliquia, tan obsoleta como la Cuba de los Castro.

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