Jesús Alberto Cano

Colegio Nacional de Economistas

Jesús Alberto Cano

21 Abr, 2014

Cambios estructurales tardan en impactar los incentivos en la economía

Sesudos pero impacientes analistas lamentaron recientemente que los resultados de las reformas estructurales, que inclusive aún requieren de modificaciones en una importante gama de leyes secundarias, no se hayan dejado ver, meses después de su promulgación, cuando lo que deberíamos estar esperando para notar era que pasara suficiente tiempo y que se dieran acciones en las referidas leyes secundarias.

Claro que pudieron haber afectado ese inicio los acontecimientos en el resto del mundo, incluyendo por supuesto, nuestros principales socios comerciales, que tanto afectan las determinantes de nuestro crecimiento. De ahí —supongo— la resistencia de las autoridades a modificar sus metas en PIB, empleo, exportaciones y demás productos y servicios complementarios y competitivos.

Ya decía José Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, la (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos), en su reciente visita a México, que “tener opciones da poder al consumidor,” y evidentemente induce comportamientos determinados, tanto del que ofrece los productos al consumidor, como del consumidor mismo.

Sostuvo en declaraciones la semana pasada, como ejemplo, que la Ley de Telecomunicaciones “es una de las más importantes reformas estructurales porque cambiará el perfil de competitividad en el país cuando disminuyan los costos en los servicios de banda ancha, de la transmisión de datos y de internet, entre muchos otros”.

Pues ya se dio una muy importante reducción —la eliminación en el precio de los servicios telefónicos de larga distancia, por sus efectos— y falta mucho más por ocurrir. También se vio mucho más rápida la respuesta del mercado a esa ley, cuando bajaron estrepitosamente los precios de las acciones de las telefónicas que ofrecen el servicio, en el mercado de valores. Sus inversionistas entendieron que, por lo pronto, los ingresos de esas empresas iban a bajar por los efectos en las tarifas de larga distancia, que iban a desaparecer.

La dinámica del mercado puede ser sorpresiva y veloz a consecuencia de cambios estructurales. Por un lado, podrán surgir nuevos servicios, ni siquiera imaginados, que satisfarán a los usuarios y generarán ingresos nuevos.

En el marco de la Primera Reunión de Alto Nivel de la Alianza Global para la Cooperación Eficaz al Desarrollo, a inicios de la semana pasada, Gurría declaró que “la declaratoria a Telmex y Televisa como empresas preponderantes significaba que la Ley estaba sucediendo y esa es una buena noticia”. Abundó que con la creación del Instituto Federal de Telecomunicaciones y mayores atribuciones a la Comisión Federal de Competencia, se les dieron nuevas muelas a las autoridades, y esas son buenas nuevas para los consumidores.

Quiere decir que las reformas estructurales y las leyes secundarias modificadas empoderarán a los actores en el mercado; sea como productores o como compradores. Los incentivos cambiarán con la competencia y, por consiguiente, su comportamiento.

Lo mismo ocurrirá en los mercados financieros. Habrá mayor observación y conocimiento para discernir la calidad de los diferentes actores, para conocer su valor profesional y solidez; sean éstos bancos, sofomes, uniones de crédito u otros intermediarios financieros.

Hace como 150 años el editor de la revista The Economist, Walter Bagehot, culpaba de las frecuentes crisis financieras a lo que llamó “capital ciego”, de periodos en los cuales el inversionista, ignorando el riesgo, se vertía en inversiones poco sensatas. De manera que, dada la inevitabilidad de esos momentos de pánico y el papel sistémico de las finanzas de la economía, era muy recomendable que un gobierno ideara reglas especiales para hacer las finanzas más seguras.

Bagehot propuso una: la idea de que los bancos centrales rescataran a los bancos durante una crisis. Sin embargo, la “Regla Bagehot” tenía una importante condición: que los cobros del rescate fueran punitivos, es decir, que los banqueros e inversionistas asumieran —ellos mismos— la mayor cantidad del riesgo posible. Si no, seguirían corriendo riesgos con impunidad.

En México no se cumplió la Regla Bagehot con la protección que se da al ahorro, ni, por cierto, en Estados Unidos, ya que, una vez ganada la utilidad de la inversión protegida por el Estado —digamos entre 2007 y 2008—, los banqueros terminaron presentando la cuenta a los contribuyentes cuando la burbuja estalló.

Medidas para impulsar el capital y la liquidez de los bancos han propiciado que las finanzas sean más independientes de subsidios gubernamentales. Sin embargo, el deseo de regular y proteger, a la vez, termina generando una actividad que depende demasiado del apoyo gubernamental, convirtiéndose, al final de cuentas, en subsidio.

(*) Presidente de la Federación de Colegios de Economistas de la República Mexicana, A.C.

@acanovelez

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