Brasil, atrapado en una siesta de 50 años

Dotado de abundantes recursos naturales y atractivos turísticos, el país sudamericano se encuentra en una fase de estancamiento económico que se acerca al medio siglo, en el que la eficiencia con la cual son usados el capital y la mano de obra son menores ahora que en 1960. Empresarios extranjeros se quejan de falta de puntualidad y profesionalismo de los trabajadores locales, mientras se acerca 2020, cuando su población en edad laboral comenzará a declinar.
Economía -
Uno de los mayores problemas que ha afrontado la organización del Campeonato Mundial de Futbol Brasil 2014 es el rezago en los trabajos de construcción  de algunos estadios, así como en la remodelación del aeropuerto de Belo Horizonte, donde varias áreas serán cerradas, en lugar de ser remozadas.  Foto: Reuters
Uno de los mayores problemas que ha afrontado la organización del Campeonato Mundial de Futbol Brasil 2014 es el rezago en los trabajos de construcción de algunos estadios, así como en la remodelación del aeropuerto de Belo Horizonte, donde varias áreas serán cerradas, en lugar de ser remozadas. Foto: Reuters

CIUDAD DE MÉXICO.- A los asistentes con hambre en Lollapalooza, un gran festival musical en Sao Paulo a principios de este mes les esperaba una sorpresa. En comparación con los menús de años anteriores de hamburguesas recalentadas, pudieron optar por trozos de cerdo fritos, costillas a la barbacoa o mazorcas de maíz, cortesía de B.O.S. BBQ, un restaurante tejano en la ciudad.

Sin embargo, más sorprendente que los platillos fue el ritmo al cual las dos tiendas de B.O.S. los servían. En el curso de dos días, los puestos, cada uno atendido por seis personas, sirvieron 12,000 porciones, o más de una cada 15 segundos, se jacta Blake Watkins, quien dirige el restaurante.

Esa eficiencia es tan bienvenida como poco común. Los puestos vecinos necesitaron entre dos y tres minutos para servir a cada cliente, lo que condujo a largas filas y estómagos que gruñían.

“En el momento en que uno llega a Brasil, empieza a perder tiempo”, se lamenta Watkins, quien se mudó al país hace tres años después de vender un negocio de comida rápida en Nueva York.

Para estar seguro de tener al menos 10 empleados temporales en Lollapalooza, contrató a 20; y, sí, solo la mitad de ellos aparecieron. Lu Bonometti, quien abrió una tienda de galletas en un barrio acaudalado de Sao Paulo hace 18 meses, ha pedido a cuatro empresas diferentes que arreglen el letrero de su tienda. Ninguna ha acudido.

Pocas culturas ofrecen una mejor receta para disfrutar la vida, pero muchos brasileños parecen no comprender la idea del costo de oportunidad.

Filas, embotellamientos de tráfico, fechas límite incumplidas y otros retrasos han sido tan ubicuos por tanto tiempo que “los brasileños se han anestesiado contra ellos”, según Regis Bonelli, de Fundacao Getulio Vargas, una escuela de negocios. El 12 de abril, cuando el jefe de la operadora estatal del aeropuerto en Belo Horizonte sugirió que grandes áreas del mismo no serán remozadas a tiempo para la Copa Mundial de Futbol en junio y simplemente serían “tapadas”, sus declaraciones no provocaron más que un encogimiento de hombros de resignación.

 

MÁS DIVERSIÓN, MENOS PRODUCCIÓN

Aparte de un breve repunte en los años 60 y 70, la producción por trabajador de Brasil se ha deslizado o estancado en el último medio siglo, en comparación con la mayoría de las demás grandes economías emergentes. La productividad total de los factores, que mide la eficiencia con la cual son usados el capital y la mano de obra, es menor ahora que en 1960.

La productividad laboral representó 40 por ciento del crecimiento del PIB de Brasil entre 1990 y 2012, comparado con 91 por ciento en China y 67 por ciento en India, según McKinsey, una firma consultora. El resto provino de una expansión de la fuerza laboral como resultado de una demografía favorable, la formalización y el bajo desempleo. Esto se desacelerará a uno por ciento al año en la próxima década, dice Bonelli. Si se desea que la economía crezca más rápido que su ritmo actual de alrededor de 2 por ciento, los brasileños necesitarán volverse más productivos.

Los economistas recitan razones conocidas para el desempeño. Brasil invierte sólo 2.2 por ciento de su PIB en infraestructura, muy por debajo del promedio del mundo en desarrollo de 5.1 por ciento. De las 278,000 patentes concedidas el año pasado por la oficina de patentes de Estados Unidos, sólo 254 fueron de inventores de Brasil, lo cual representa  3 por ciento de la producción y personas del mundo. El gasto de Brasil en educación como parte del PIB se ha elevado a niveles del mundo rico, pero la calidad de la educación no y los alumnos están entre los de peor desempeño en las pruebas estandarizadas. Watkins se queja de que sus empleados de 18 años tienen  las habilidades de estadunidenses de 14 años.

Menos obviamente, muchas compañías brasileñas son poco productivas porque son mal administradas. John van Reenen, de la Escuela de Economía de Londres, encontró que, aunque sus mejores empresas son bien dirigidas como las estadunidenses y europeas de primera, Brasil –como China e India– tiene una larga y gruesa cola de empresas altamente ineficientes.

 

PROTECCIÓN Y ABUSO

El tratamiento fiscal preferencial para las empresas con facturación de no más de 1.6 millones de dólares ha incorporado a muchas irregulares a la economía formal, pero desalienta su crecimiento. A medida que los grandes peces en áreas como las ventas minoristas consiguen logros en eficiencia, necesitan menos trabajadores, quienes más bien engrosan los cardúmenes de pececillos menos productivos. Muchas contratan a familiares o amigos de confianza en vez de extraños mejor calificados, para limitar el riesgo de ser robados o ser demandados por empleados por incumplir notoriamente las leyes laborales favorables para los trabajadores. El resultado es incluso más ineficiencia.

En vez de colapsar, las empresas débiles siguen adelante gracias a varias formas de protección estatal, que las escudan ante la competencia. El proteccionismo afecta a la productividad en otras formas también. Los aranceles punitivamente altos sobre la tecnología importada, como el asombroso impuesto acumulativo de 80 por ciento aplicado a los smartphones extranjeros, hacen que muchos dispositivos que mejoran la productividad sean prohibitivamente costosos, dice Jose Scheinkman, de la Universidad de Columbia en Nueva York. En vez de comprar productos más baratos y mejores en el extranjero, las empresas tienen que pagar más por productos locales de menor calidad.

Marcos Lisboa, de la Universidad Insper, cree que la evidencia histórica apunta a una solución. El periodo de aceleramiento en el crecimiento de la productividad comenzó en los 60, tras una serie de reformas liberales engendradas por años de política industrial casi autárquica. Un repunte menor a principios de la década de 2000 también siguió a medidas liberalizadoras, promulgadas una década antes para frenar la hiperinflación.

No obstante el éxito, tanto la dictadura militar de 1964 a 1985 como el izquierdista Partido de los Trabajadores, que ha ocupado la Presidencia desde 2003, pronto revirtieron al tipo intervencionista. Recientemente esto ha significado requerimientos de contenido local, combustible subsidiado, electricidad subsidiada y arrogante regulación. La productividad ha renqueado como era de esperarse.

 

VIENTO A FAVOR

Lisboa destaca dos ejemplos benéficos recientes. La agricultura fue desregulada en 1990, cuando se le permitió consolidarse y obtener acceso a máquinas, fertilizantes y pesticidas extranjeros. Poco después, los servicios financieros disfrutaron de reformas institucionales de amplio alcance para impulsar la oferta de crédito y estimular a los mercados de capital. Ambos sectores fueron dejados en paz y se volvieron aproximadamente 4 por ciento más eficientes cada año en la década que siguió. Los productores de soya brasileños ahora son la envidia del mundo, y Watkins elogia al sistema bancario como algo que funciona más rápidamente en Brasil que en Estados Unidos.

La regulación es difícil de deshacer, admite Lisboa. Pero si Brasil desea crecer más allá de 2020, cuando su población en edad de trabajar comenzará a declinar como parte del total, tendrá que abordar su problema de productividad, o sigue en riesgo de agudizar su periodo de hibernación.

 

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