Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

23 Abr, 2014

¿Guerra o economía?

James Carville, estratega de campaña del expresidente Bill Clinton, tenía en su oficina un marco con el lema “Es la economía, estúpido”. Durante los ocho años de la presidencia de Clinton, el país vivió una de las mejores épocas en su economía, con un balance positivo de las finanzas públicas, una economía en recuperación y con crecimiento sostenido. La opinión pública era altamente favorable para el presidente Clinton y la mayoría de la población estaba satisfecha con el rumbo del país. El discurso central del gobierno era la economía.

Años después, siguiendo una de las peores crisis económicas en su historia, la administración impopular de George Bush, dos guerras que le costaron trillones de dólares al gobierno y un déficit en las finanzas públicas histórico, Estados Unidos vive ahora problemas de polarización política, una economía débil y pérdida de competitividad ante la comunidad internacional. El discurso se centró por años en la guerra contra el terrorismo, descuidando así la economía. Sin duda, la única parte de esta historia no es solamente la economía, pero sí el eslabón central para explicar los problemas sociales y políticos que vive ahora Estados Unidos.

Trasladándonos a nuestro país, durante el gobierno del presidente Calderón el discurso político se centró en la guerra contra el crimen organizado. Regiones completas de nuestro país que poco o nunca fueron competitivas económicamente en el pasado (o cuando lo eran tenían problemas sociales arraigados como en Ciudad Juárez) sucumbieron a los problemas del crimen organizado con gran facilidad. Michoacán, Tamaulipas, Guerrero y otros estados fueron regiones involucradas en este problema y parte de este discurso belicoso en contra del narcotráfico.

Años más tarde, en el gobierno del presidente Peña, se ha modificado ese discurso de guerra por el del crecimiento económico. Con éste, al igual que lo hizo Clinton con la economía, se pretende resolver las causas del problema social que representa el crimen organizado y otros que han estado en la mente de la población por al menos seis años. Gran parte de esta estrategia es la de las reformas estructurales aprobadas en el Congreso para detonar el crecimiento económico.

Si bien Calderón hizo un buen papel en materia macroeconómica, su gobierno nunca pudo aprobar las reformas estructurales necesarias para un crecimiento mayor que, a su vez, resolvería la enorme inequidad económica causante de males sociales como el narcotráfico. En cambio, el presidente Peña lo ha hecho con mayor facilidad y gracias al Pacto por México.

El gobierno ha sido así muy cauteloso en cuanto al mensaje que quiere enviar a la población y a la comunidad internacional. Cuando antes se hablaba de guerra y violencia, ahora se habla de oportunidades de desarrollo, inversión y economía; en suma, el Mexican Moment.

Lo importante ahora será comunicar los efectos de estas reformas en los bolsillos de la población. Mientras tanto, los cambios legales discutidos en el Congreso serán para la población un abstracto discurso, como lo fue en su momento el discurso belicoso. Al final, es la economía estúpido.

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