Luis Enrique Mercado

Perspectivas

Luis Enrique Mercado

28 Abr, 2014

El PRI debiera irse solo, México no puede esperar

Lo peor que le puede pasar a México en estos momentos es que las reformas estructurales, concretamente la de telecomunicaciones y la energética se queden atoradas y su discusión y su aprobación se retrasen en el Congreso.

Todas las esperanzas del país están basadas en dichas reformas: el discurso de Enrique Peña Nieto de que México cambie; la reactivación de la economía y, en especial, los ojos del mundo y los inversionistas.

Si las reformas se retrasan, el mundo volverá a darse cuenta de la incapacidad de México para introducir cambios y de que las posibilidades de una economía más dinámica y atractiva volverán a quedar para otro momento.

Ya se hizo la primera parte de las reformas, los cambios constitucionales, y no hay que menospreciar su importancia. Eso se logró gracias a que Peña Nieto logró lo que no habían conseguido los últimos tres primeros mandatarios: alinear los intereses de los partidos políticos en una sola dirección.

Sin embargo, los cambios constitucionales sólo son el qué de las reformas. Son indispensables las leyes secundarias, que son el cómo de los cambios. Sin ellas, todo se queda en un buen rumbo, pero sin aterrizaje.

La razón del atraso no reside en el exceso de trabajo del Congreso. Las cámaras de diputados y senadores siempre tienen la agenda llena, pero siempre hay capacidad de priorizar y discutir y decidir sobre lo importante.

En este caso, el problema reside en que los dos más importantes partidos de oposición, PAN y PRD, andan en luchas intestinas que les impiden decidir lo que al país le importa.

En el caso del PAN, la fractura es severa. De dos candidatos a presidir ese instituto, uno quiere alinearse con el Pacto por México y seguir adelante con las reformas; el otro ha dicho ya claramente que adoptará una posición más dura.

Mientras los panistas no decidan quién será su presidente, las leyes secundarias dormirán el sueño de los justos.

En el PRD hay una prolongación de mandato hasta octubre y eso provoca que en ese partido no se quiera tomar una decisión importante mientras no se defina quién será el dirigente permanente.

Es decir, las leyes secundarias están atoradas no por los intereses de quienes pueden resultar afectados por dichas legislaciones, como podrían ser los grandes jugadores de las telecomunicaciones, sino por la lucha intestina de los partidos políticos.

El problema es que México no puede esperar a que se convoque a un periodo extraordinario para mayo o junio para discutir telecomunicaciones y patear hacia delante las leyes secundarias en materia de energía, y, desde luego, menos puede esperar a que la discusión se vaya a septiembre, cuando la atención se centra en las leyes de ingresos y de presupuesto.

Y México no puede esperar, porque se están completando dos años de gobierno, con buenos avances parciales, pero con una economía postrada, en espera de que las leyes secundarias estimulen las inversiones nacionales y extranjeras que enciendan el motor del crecimiento.

El próximo año habrá elecciones de federales y en nueve estados de la república y los periodos electorales son los momentos menos propicios para hacer reformas.

Hoy, la economía mexicana parece una vela que se apaga y la esperanza ha sido la aprobación de les leyes secundarias; sin ellas, la economía seguirá postrada y millones de mexicanos verán, otras vez, cerradas las oportunidades de empleo e ingresos.

El gobierno puede aprobar las leyes secundarias solo. PRI y Verde en Diputados tienen mayoría por sí mismos y en Senadores les faltan cuatro senadores para lograr mayoría.

Es posible que la solución menos mala sea la de usar esas mayorías y no esperar a que la oposición decida poner al país antes que sus luchas internas.

Hasta el próximo lunes con nuevas… Perspectivas.

 

 

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