El fenómeno “Piketty” agita el debate de la desigualdad

El principal motor de ese flagelo, en todo el mundo, radica en que el retorno neto de los activos de capital, los que poseen los ciudadanos más acaudalados, tiende a ser superior a la tasa de crecimiento económico
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Foto: Thinkstock
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CIUDAD DE MÉXICO.- A inicios de año, los líderes globales reunidos en el Foro Económico Mundial  (World Economic Forum, Davos 2014) no dudaron en señalar, como uno de los principales riesgos sistémicos para la estabilidad del orden global, la brecha crónica entre los ingresos y la riqueza de una élite muy pudiente y el resto de la población. Y lo hicieron ¡por tercer año consecutivo! En la academia y en los movimientos sociales la consigna “We are the 99%” (según datos de la OXFAM, uno por ciento concentra la mitad de la riqueza del planeta) no  ha parado de crecer desde el movimiento Occupy Wall Street en 2011.

El tema recorre, como un fantasma, los debates sobre la necesidad de mayor regulación, una política fiscal más progresiva y el papel del Estado en la economía. La obra de Thomas Piketty “Capital in theTwenty-First Century”, un voluminoso y detallado estudio de más de 700 páginas traducidas del francés sobre la desigualdad en los ingresos, es la obra más vendida –y actualmente agotada– en el sitio de ventas por internet, Amazon, y  ha roto casi todos los récord de venta de Harvard University Press

Piketty ha desbordado al mundo académico: su libro se ha apoderado de la opinión pública y ha acaparado cientos de titulares. El The New York Times (NYT) lo han comparado con una estrella de rock en el debate moderno y algunos críticos lo han identificado como el resucitador de Karl Marx en el siglo XXI.

Significativa concentración

En su libro demuestra cómo la riqueza y los ingresos de uno por ciento y diez por ciento de la población más opulenta, especialmente en Estados Unidos, ha alcanzado sus mayores niveles desde 1928, y plantea argumentos bastante serios sobre los mecanismos implícitos del capitalismo para concentrar la riqueza y de cómo esta desigualdad, en vez de fomentar el dinamismo económico y el bienestar común, amenaza más bien con frenarlo.

El tema, aunque no es nada nuevo (el aumento de la desigualdad no ha parado, al menos, desde la década de 1980), está más de moda que nunca y le quita el sueño a los líderes globales. Según Piketty, el principal motor de la desigualdad radica en que el retorno neto de los activos de capital, los que poseen los ciudadanos más acaudalados, tiende a ser superior a la tasa de crecimiento económico.

Esa tendencia, que es histórica y que se tolera en etapas de auge, se ha convertido en una carga insoportable en medio de la peor crisis económica desde la Gran Depresión y, a juicio de Piketty, puede “generar desigualdades extremas, aumentar el descontento y minar los valores democráticos”.

Mientras el ciudadano de a pie batalla por lograr un empleo medianamente bien remunerado, la élite económica, cinco años después de que estallara la crisis, ha recuperado sus fortunas e incluso la han hecho crecer.

Freno al desarrollo

El riesgo que advierte Piketty es que la tendencia natural del capitalismo es regresar a una economía de herederos y rentista cuya extrema riqueza poco tiene que ver con la meritocracia, ni con los servicios prestados por su contribución al crecimiento económico, a la generación de empleo y a un mayor bienestar común.

Y eso es así por una especie de Ley de Hierro del sistema capital, cuyo enunciado dice que si el retorno de los activos de capital, de la riqueza de los más acaudalados, aumenta por encima del crecimiento de los ingresos, y si ese retorno del capital es constante, cada vez más recursos engrosarán la rebanada de pastel de los más pudientes a costa del resto de la población. En consecuencia, abandera la propuesta de un impuesto global progresivo de entre uno y dos por ciento no a los ingresos de las élites, sino a su riqueza.

Según los datos de la revista Forbes, el número de millonarios que excedían una fortuna de mil millones de dólares era de mil 125 millonarios y acumulaban una fortuna de 4.4  billones de dólares. Con la crisis de 2008 y el derrumbe estrepitoso de las bolsas, el número de millonarios cayó a 793 en 2009 y a una riqueza acumulada de 2.4 billones de dólares, lo que representó una pérdida de más de 45 por ciento. Sin embargo, para 2013 el número de millonarios asciende a mil 426 y la riqueza acumulada suma 5.4 billones de dólares, lo que supone algunos multimillonario más, pero sobre todo una riqueza acumulada 20 por ciento superior previo a la crisis.

Esquema fallido

En contraste, en EU los trabajadores parecen creer cada vez menos en la teoría del derrame. En 1920, Alfred Loan, creador de General Motors y su presidente por más de 30 años dijo que “lo que es bueno para GM es bueno para Norteamérica”. Sin embargo, en los últimos años hay cada vez menos confianza en esa frase. A las firmas y a los grandes capitalistas les ha ido bastante bien, pero no han marchado las cosas bien para Norteamérica.

En EU, el índice del S&P’s 500 ha registrado un alza de cerca de 175 por ciento desde marzo de 2009, cuando tocó el piso de la crisis, hasta estas fechas en las que aún ronda sus máximos históricos. En contraste, el crecimiento promedio del Producto Interno Bruto (PIB) de EU ha sido de 1.2% en ese periodo.

La tasa de desempleo permanece elevada, en 6.7 por ciento, por encima del objetivo que le gustaría a la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) de entre 5.2 y 5.6 por ciento. Pero además, la presidenta de la Fed Janet Yellen ha señalado otras medidas de subempleo como el elevado número de empleados que les gustaría trabajar tiempo completo y no pueden. Esta situación de crisis del mercado laboral ha provocado que la participación de los salarios en la renta nacional en Estados Unidos se haya reducido de 65 por ciento antes de 2008 a 63 por ciento en 2010, y que los salarios reales se hayan recuperado muy lentamente a pesar de que la productividad mantiene buenos ritmos de crecimiento. Así, en condiciones de bajo crecimiento, el aumento en las utilidades empresariales se ha logrado, en gran medida, gracias al alza en los márgenes de beneficios.

Según Joseph Stligitz, Premio Nobel de Economía y otro destacado crítico de la desigualdad, en el periodo de recuperación 2009-2010, uno por ciento de los estadunidenses con mayores ingresos detentó 93 por ciento del aumento de la renta. Y advierte que se registra una clara tendencia al vaciamiento de la clase media y al alza de la pobreza en el fondo de la pirámide.

Golpe a la producción

Esta situación de bajo crecimiento y aumento de la desigualdad ha cuestionado también la calidad moral de la riqueza, si es que algo así existe. Según Stiglitz, “sería distinto  si los altos ingresos de los que están arriba se debieron a que contribuyeron más a la sociedad”. Sin embargo, no es necesariamente así. Stiglitz observa que en la punta de la pirámide hay banqueros que dejaron a la economía y sus propias empresas quebradas, pero que  recibieron jugosas bonificaciones durante la etapa más especulativa y boyante de la burbuja. También está el llamado “capitalismo de compinches”, individuos que aprovecharon su poder político para recibir ventajosos contratos con el gobierno.

La crisis no ha servido, por tanto, para revertir una tendencia perversa, la de cerrar la abismal disparidad entre ricos y pobres, un tema central que no sólo daña la recuperación de la economía, sino que afecta, de manera esencial, a la convivencia sana de una sociedad, a sus señas de identidad, a asuntos tan cruciales y de tanto calado democrático y de justicia como la igualdad de oportunidades o el “juego limpio”, y que sigue suscitando protestas sociales en todo el mundo.  La utopía capitalista nos dice que lo importante es hacer crecer el pastel porque eventualmente terminará repartiéndose y beneficiando a todos.  Pero el éxito de una utopía es que no se cumpla, y por lo que augura Piketty, la tendencia natural del capitalismo es que la disparidad en la riqueza e ingresos cada vez sea más abrumadora,  con los riesgos que implica. Quizás por eso, más que nunca, a los más privilegiados les urge regresar cuanto antes a una recuperación rápida y vigorosa que conduzca a un menor desempleo: para situar de nuevo, en un segundo plano, el tema de la distribución.

* Director y analista de llamadinero.com
www. llamadinero.com

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