Guillermo Zamarripa

Guillermo Zamarripa

Guillermo Zamarripa

7 Jun, 2014

Cruzada Nacional Contra el Hambre

Durante la semana se ha comentado sobre este programa, que es con el que esta administración quiere marcar una diferencia en su política social. En un evento en el municipio de Guachochi, en Chihuahua, se habló de hacer un corte de caja para conocer los avances. El objetivo es llegar a finales del año a 5.5 millones de mexicanos en el programa. La pregunta es ¿qué tan relevante será el programa? y ¿cómo beneficiará a la población?

Cuando se argumenta sobre la utilidad de programas sociales, siempre es difícil separar los temas de justicia social y de eficiencia económica.

En un país como México, que tiene un porcentaje no menor de la población que vive en un nivel de pobreza alimentaria, un criterio de justicia social me hace concluir que un apoyo para que todos los mexicanos estén arriba del nivel de pobreza alimentaria es correcto.

Con esa perspectiva, el fin puede parecer legítimo y da fundamento a la actuación del gobierno.

Cuando se consideran criterios de eficiencia económica, me debo apartar del ámbito de la justicia social y evaluar si esa redistribución del ingreso es eficiente. Para valorar la eficiencia se puede hacer desde varios ángulos.

El primero es qué incentivos dan a la población este tipo de programas. Existen reglas y características de la población objetivo para tener acceso al programa. La población lo percibe como un beneficio del gobierno y su incentivo es crear las condiciones para tener el apoyo.

Es decir, lo que se está induciendo es un comportamiento del que se llama “buscador de rentas”.

Un segundo ángulo tiene que ver con el hecho de qué tanto se puede influir en las perspectivas de la situación de pobreza de los individuos. Transferencias de este tipo se limitan a apoyar el nivel de consumo de los individuos, pero no apoyan su capacidad productiva. El efecto es que el gasto de consumo se hace en un segmento diferente de la población.

Es decir, en la mayoría de los casos, se puede argumentar que estas redistribuciones no tienen un aumento en la productividad de las personas o de las comunidades.

Lo anterior vuelve al programa en uno de tipo asistencialista más que de mejorar las condiciones para aumentar su nivel de vida en el futuro. Es decir, no queda claro que este programa esté ayudando a mejorar la capacidad productiva en esos segmentos de la población.

Esta realidad del programa contrasta con algunos de los objetivos del gobierno en materia de política social. En el Plan Nacional de Desarrollo se argumentó que estas políticas buscan apoyar a los hogares con carencias para contribuir a mejorar su calidad de vida y su capacidad productiva.

Un tercer ángulo tiene que ver con el impacto en el largo plazo, es decir, si después de muchos años, la transferencia que buscaba ser un nivelador de oportunidades realmente lo fue.

Si ese fuera el caso, este gasto contribuiría en el largo plazo a tener una sociedad más justa. Pareciera que este tipo de gasto social no ha contribuido a nivelar las oportunidades entre la población de diferentes niveles de ingreso. Diversos estudios sobre movilidad social respaldan esta hipótesis.

Bajo la óptica de eficiencia económica, tenemos un gasto meramente redistributivo que no tiene un impacto en el crecimiento económico ni en las oportunidades de la población en el mediano y largo plazos.

Si buena parte de los mayores impuestos se destinaran a pagar este gasto incremental, no se dará un efecto en el crecimiento económico.

Dado que es una transferencia de dinero a una población que busca el subsidio, nos debe quedar claro que llegar a los objetivos no es ningún logro. Gastar de esta manera es muy fácil. Aquí el verdadero reto es acotar el programa en monto y los beneficiarios que realmente lo necesitan.

Regresando a los argumentos de justicia, no debemos olvidar que el gobierno tiene una restricción presupuestal. No se puede apoyar cuanta idea se les ocurra. Aunque sea mucho dinero, el presupuesto es finito.

Si bien programas como este son socialmente justos, las debilidades en cuanto a eficiencia económica las podemos entender haciendo referencia a la vieja filosofía China que dice que si realmente quieres ayudar a alguien, no le regales un pescado, enséñale a pescar. En México, estamos regalando pescados.

*Director general del FUNDEF
guillermozamarripa@itam.mx

 

Síguenos en Twitter @DineroEnImagen y Facebook, o visita nuestro canal de YouTube