¿Por qué algunas empresas mexicanas se niegan a crecer?

Los negocios con el 'sistema Peter Pan' prefieren seguir siendo pequeñas para beneficiarse de los subsidios que ofrece el gobierno
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La Michoacana siguen siendo en su mayor parte fieles a su pasado. Foto: Cuartoscuro
La Michoacana siguen siendo en su mayor parte fieles a su pasado. Foto: Cuartoscuro
En casi todas las ciudades de México, encontrará al menos una llamativa paletería (nevería)  La Michoacana. La decoración es generalmente rosa, y los helados son un arcoíris de colores. Los sabores incluyen arroz con leche, chicle y aguacate.
 
La Michoacana es una historia de éxito empresarial a la mexicana, posiblemente tan conocida como Dunkin’ Donuts en Estados Unidos. Sin embargo, no es una corporación, ni una marca, ni una franquicia. Es un confeti de neverías independientes de propiedad familiar.
 
Para encontrar sus raíces, uno debe viajar a Tocumbo, una localidad en el estado sudoccidental de Michoacán.
 
Las empresas pequeñas son mucho menos productivas que las grandes, y solo un puñado son exportadoras o están integradas a las cadenas de suministro modernas. 
 
Todo en Tocumbo, desde las lujosas tumbas hasta el elevado monumento al helado al entrar en la localidad, habla de la riqueza generada por los productos de La Michoacana desde que dos residentes empezaron a venderlos en la Ciudad de México, a 483 kilómetros de distancia, hace más de 60 años. A lo largo de las décadas, la gente de Tocumbo ha establecido paleterías en todo México, e incluso en Estados Unidos, y enviado dinero a casa.
 
La competencia de las marcas mundiales ha aumentado, impulsada por la proliferación de tiendas de conveniencia, pero los locales de La Michoacana siguen siendo en su mayor parte fieles a su pasado. Son el epítome de las pequeñas empresas mexicanas: no solo independientes y de propiedad familiar, sino también deslucidas, con solo unas cuantas personas detrás del mostrador, trabajando dentro y fuera de nómina.
 
También ilustran el obstinado apego de México a la pequeñez en los negocios. Los ancianos de Tocumbo han descartado todos los intentos de organizar a La Michoacana en algo más estructurado y rentable. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos dice que México tiene más empresas con 10 empleados o menos, como parte del total, que cualquier otra gran economía en Latinoamérica: 95.5%, comparado con entre 80% y 90% en Argentina, Brasil y Chile.
 
Manuel Molano, del Instituto Mexicano para la Competitividad, un grupo de análisis, llama a esto un “sistema Peter Pan”, en el cual las empresas prefieren seguir siendo pequeñas a crecer, principalmente debido a los impuestos y la regulación.
 

Es más fácil volar sin ser detectadas por el radar cuando son microscópicas”, dice Molano.
 
Algunas, como La Michoacana, son pequeñas compañías que pudieran ser más grandes. Algunas tratan de parecer más pequeñas de lo que son: los jóvenes en triciclos en la capital que venden tamales de Oaxaca, un estado sureño, parecen comerciantes independientes, pero tienen un jefe en común y el mismo pregón pregrabado se escucha en toda la ciudad.
 
 
En décadas recientes, pese a los intentos de México por crear industrias de exportación como la fabricación de autos, este tipo de microempresas de bajos salarios ha estado entre las pocas fuentes de crecimiento del empleo. 
 
Un estudio realizado en 2012 por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) mostró que, entre 1998 y 2008, el empleo en las empresas pequeñas, informales e “ilegales”, cuyos trabajadores no reciben beneficios de salud o pensión, aumentó mucho más rápidamente que el empleo en las grandes empresas legales que añaden más valor a la economía.
 
Esto ha perjudicado al crecimiento. Las empresas pequeñas son mucho menos productivas que las grandes, y solo un puñado son exportadoras o están integradas a las cadenas de suministro modernas. 
 
McKinsey, una firma consultora, dice que las panaderías locales tienen solo una quinta parte de la productividad de las más grandes, como Bimbo, una prospera multinacional.
 
Tener a casi tres cuartas partes de la fuerza laboral empleada en esas empresas también atrinchera la desigualdad, porque en promedio pagan mucho menos que las empresas grandes, usan personal menos educado y tienen más probabilidad de quebrar. 
 
Las pequeñas y medianas empresas representan menos de 8% de los préstamos bancarios. 
 
McKinsey habla de “dos Méxicos” que se mueven en direcciones opuestas: uno moderno y orientado a las exportaciones y uno tradicional de pequeñas empresas en las cuales la productividad está desplomándose en 6.5% al año.
 
Seguir siendo pequeñas tiene otros beneficios, además de facilitar la evasión fiscal. Las empresas pequeñas legalmente pueden pagar a sus empleados en efectivo sin contribuir a los planes oficiales de atención de salud y pensiones. Es solo cuando los trabajadores son asalariados que esos beneficios se vuelven una obligación legal. Las empresas familiares también actúan como una red de seguridad social no oficial.
 
Sin embargo, los costos de oportunidad de seguir siendo pequeñas son altos. Las pequeñas y medianas empresas representan menos de 8% de los préstamos bancarios. Eso es bajo, como lo es el crédito en general. McKinsey estima que la proporción de préstamos en relación con el PIB en México es igual a la de Etiopía. 
 
La Asociación de Bancos de México (ABM) dice que de unos cinco millones de pequeñas y medianas empresas, solo 900,000 son suficientemente formales para obtener crédito. Las que lo obtienen pagan tasas de interés mucho más altas que las grandes empresas.
 
Muchas compañías eligen evitar por completo a los bancos. La asociación de bancos dice que más de la mitad de las pequeñas y medianas empresas no quieren un préstamo. Sin embargo, pocas pueden crecer sin crédito. 
 
Incluso La Michoacana pidió prestado dinero en sus primeros días, aunque su principal financiero fue un residente local que prestaba a tasas de usura, fue asesinado y ahora es recordado con una estatua en la calle principal. Las empresas ambiciosas hoy necesitan prestamistas más confiables.
 
Otros costos del síndrome de Peter Pan son una falta de eficiencia, tecnología e innovación. Según Enrique Jacob Rocha, director del Instituto Nacional del Emprendedor de la Secretaría de Economía, las ubicuas tiendas de operación familiar de México, conocidas como misceláneas, tienen en promedio un inventario de 28 días, comparado con cinco días en Oxxo, una cadena de tiendas de conveniencia modernas y de rápido crecimiento. 
 
La mayoría carece de sistemas de pago electrónico y no se han diversificado a la venta de tiempo aire móvil y otros servicios de pagos de facturas que son altamente rentables para Oxxo y sus similares.
 
Además, las empresas en la economía subterránea son presas de la extorsión por parte de las bandas criminales, así como de cobros por parte de autoridades municipales corruptas.
 
El gobierno está consciente de los problemas. Jacob Rocha dice que uno de los muchos objetivos de las reformas constitucionales del Presidente Enrique Peña Nieto es debilitar el dominio de los oligopolios, de manera que caigan los precios de los servicios bancarios, el gas, la electricidad y el Internet. Eso ayudaría a las pequeñas empresas a volverse más competitivas. 
 
Una reforma fiscal pretende llevar a más de ellas a la economía formal dándoles un año de respiro fiscal. Los bancos de desarrollo estatales están ofreciendo garantías de crédito a las pequeñas empresas prometedoras permitiéndoles obtener crédito bancario. México está encabezando a los países latinoamericanos en el uso de las facturas electrónicas como un medio de forzar a las empresas informales a salir de las sombras.
 
El gobierno también necesita cambiar algunas políticas existentes que alientan a las empresas a permanecer pequeñas e informales. Esas empresas cosechan recompensas de subsidios como, por ejemplo, tarifas de electricidad baratas. Jacob Rocha espera cambiar eso. Dice que, en el futuro, para beneficiarse del apoyo del gobierno, las pequeñas empresas tendrán que registrarse ante las autoridades fiscales y de seguridad social. Sin embargo, son un enorme contingente de votantes, y desmantelar sus sistemas de supervivencia sería políticamente costoso.
 
Algunos de los pequeños empresarios tienen más celo emprendedor, y no están esperando a ser impulsados por las reformas del gobierno. Incluso en un Tocumbo obstinadamente de bajo perfil hay vanguardistas. En el corazón de la Ciudad de México, uno de los vendedores de helados más populares se llama La Nueva Michoacana, que atrae a miles de clientes los fines de semana. Su jefe, Rafael Abarca Fernández, ha establecido puestos en centros comerciales y está vendiendo una imagen moderna de productos saludables y empresa local.
 
“Tenemos una calidad mucho más alta que Häagen-Dazs”, se jacta, “a un precio mucho menor”. Pronto, añade, espera comenzar a exportar a España.
 
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