Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

17 Jul, 2014

Qué espectáculo tan pobre brindan hoy “las izquierdas”; antes, divertían más

Ver este martes la sesión de comisiones unidas de Energía y Estudios Legislativos en el Senado fue, debo decirlo, una tortura; por sus efectos, pienso que la misma DFS habría deseado tener esas sesiones en su catálogo de recursos por los resultados que habría obtenido sin necesidad de la violencia física.

¿Imagina usted la tortura de ver al senador Manuel Bartlett acusar a los senadores priistas y panistas, de manipular a su antojo la sesión y las votaciones? ¿Acaso el ex de casi todo, sufre de amnesia? ¿Ya olvidó lo que hacía en la época del dorado autoritarismo cuando, desde Gobernación, la Secretaría de Educación o la gubernatura de Puebla, hacía y deshacía sin preocuparse por lo que hoy señala con dedo flamígero?

No cabe duda que el primer daño que resienten los expriistas al no ver satisfecha su exigencia de ser postulados a éste o aquel puesto de elección popular, es la pérdida de la memoria; todo lo olvidan, particularmente sus trapacerías cuando estuvieron al frente de esta secretaría o aquella gubernatura. Esto le pasa al senador Bartlett cuando, iracundo e inflamado de fervor democrático, reclama el manejo de la sesión al senador Penchyna.

Es la misma reacción de López, monopolizador único de la moral republicana y la honradez a toda prueba; él es el único político limpio de toda tacha. Lo curioso es que lo presume cuando se encuentra fuera del PRI de sus amores —partido al que le compuso un himno—, movido por el despecho de no haber sido designado candidato a la gubernatura de Tabasco por el partido al cual hoy parece odiar.

¿Qué decir de otros amnésicos —Muñoz, Camacho, Ebrard y el izquierdista non: Cárdenas El Pequeño?—. Algunos más, que hoy quieren presentarse como auténticos hombres de izquierda, ¿ya olvidaron los recorridos que hacían cada quincena a ésta o aquella oficina de gobiernos priistas, para recibir el sagrado sobre?

Estas “izquierdas” se distinguen por carecer de propuestas y su abundancia de viejos y desgastados clichés; son incapaces de articular planteamientos sólidos y viables en los que podríamos encontrar una visión de futuro y la obligada racionalidad económica; anclados en el pasado, sólo atinan a oponerse a todo para, así, evitar que se apruebe cualquier cosa que significaría un cambio.

Cuando falta razón y disposición para buscar soluciones al problema de la viabilidad de nuestras débiles finanzas públicas —como consecuencia, entre otras causas, de mantener intocadas esas fuentes de corrupción e ineficiencia que son Pemex y CFE—, sólo les queda el viejo recurso de acusar a los otros de vende patrias.

Nada ofrecen para definir una salida a la debacle técnica, operativa y financiera de aquéllas, solo un rotundo no. Esta conducta exhibe su inmovilismo ideológico y político el cual, en los hechos, defiende una corrupción que alcanza ya niveles intolerables.

En una economía abierta, y al tener el mundo un modelo energético diferente al que mantenemos desde 1938, oponerse ciegamente a cambiar un Pemex quebrado y una CFE que nada tiene de “empresa de clase mundial”, es la insania, es de locos.

¿Qué hacer entonces con esas izquierdas? ¿Vencerlos con la mayoría, o aceptar sus tácticas dilatorias de aquí al infinito? Es lo primero, no hay más.

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