Los retos en la milagrosa recuperación de Medellín

La que fuera la capital de los asesinatos en el mundo logró una remodelación urbana radical que la convertiriía en modelo del desarrollo urbano
Actualidad -
Hasta hace pocos años, ningún forastero se habría atrevido a poner un pie en Comuna 13, alguna vez el barrio más peligroso de Medellín, la segunda ciudad de Colombia. Ahora, las agencias de viajes ofrecen recorridos para ver los muchos murales del distrito o para subir por la larga escalera eléctrica construida para ascender por los empinados flancos del valle en el cual se ubica la ciudad de 2.4 millones de habitantes.
 
Esas excursiones no son solo para turistas; alcaldes de todo el mundo están recorriendo una ciudad que se ha convertido en modelo de desarrollo urbano.
 
¿Cómo sucedió el “milagro de Medellín”, y que puede enseñar a otras ciudades?
 
La receta de Medellín parece sencilla. Era la capital de los asesinatos en el mundo, la ciudad natal de Pablo Escobar, un capo de la droga todopoderoso. La solución fue una remodelación urbana radical con un propósito de redistribución: Los mejores proyectos se reservaron para las áreas más pobres y más violentas.
 
“El punto fue unir a una sociedad fragmentada y mostrar respeto por los más humildes”, dice Sergio Fajardo, el alcalde de la ciudad de 2004 a 2007, a quien se atribuye ser el pionero de lo que los especialistas en ciudades llaman “urbanismo social”.
 
El primer paso para comprender este enfoque es comprar un boleto para el metro elevado. El sistema no es sólo un medio de transporte, sino también una declaración de intención. 
 
Está relucientemente limpio, sin grafitis a la vista. Cada plataforma tiene su propio guardia de seguridad, y a los pasajeros se les recuerda constantemente que formen filas ordenadas. Algunas estaciones tienen bibliotecas, otras funcionan también como salas de conciertos.
 
"La gente es la materia prima de la ciudad”, dice el jefe del metro Ramiro Márquez. “Es necesario educarlos”.
 
Cuando abrió en 1995, después de años de retraso, el metro vinculaba principalmente al norte y el sur del valle. Para conectar a los distritos más pobres, que colgaban de los costados del valle, la ciudad también construyó dos líneas de teleféricos. 
 
Usó las estaciones de este sistema como anclas para ambiciosos “planes urbanos integrados”, una combinación de edificios nuevos, espacios públicos y programas sociales, todos desarrollados con la aportación de residentes locales.
 
Un viaje en la línea por encima del distrito nororiental de la ciudad da una idea de lo que se ha logrado. Una estación, Santo Domingo, está en el centro de un racimo de escuelas, puentes y parques nuevos, así como la futurista Biblioteca España, un centro cultural que incluye galerías, auditorios y bibliotecas.
 
Los problemas de Medellín siguen siendo graves. En 1991, un residente rico ganaba 21 veces más que uno pobre. En 2010, el múltiplo era de 56. El Poblado, el distrito de los ricos, parece Singapur. Popular, el barrio más pobre, recuerda a las barriadas de Dacca.
 
Sin embargo, la pobreza en la ciudad ha caído en los últimos años. Ahora 19.2% de los residentes viven por debajo de la línea de pobreza oficial, menos que el promedio en las áreas metropolitanas de Colombia. La tasa de homicidios, que alcanzó los 381 por cada 100,000 habitantes en 1991, ha descendido a menos de 50 por cada 100,000.
 
Desafortunadamente para esos alcaldes visitantes, la transformación de Medellín fue causada en gran medida por dos factores particulares.
 
- Primero, la ciudad tiene una fuente de dinero dispuesta, que pagó gran parte de su urbanismo social. 
 
Empresas Públicas de Medellín es una de las compañías de servicios públicos mejor dirigidas de Sudamérica. 
 
En 2013, generó casi 869 millones de dólares en utilidades sobre ingresos de 6,900 millones de dólares, 640 millones de dólares de los cuales terminaron en las arcas de la ciudad. En los últimos 10 años, EPM ha enviado 3,200 millones de dólares al ayuntamiento, alrededor de 25% del presupuesto municipal. 
 
Los paisas, como se llama a los residentes locales, aman a sus servicios públicos y los políticos se meten con EPM bajo su propio riesgo.
 
“Hay un control social masivo de lo que hacemos”, dice Juan Calle, director ejecutivo de la firma.
 
- El segundo recurso del cual se beneficia la ciudad es una cultura política y económica única, a la cual algunos han llamado “corporativismo católico”. 
 
Y sea debido al carácter de las primeras olas de inmigrantes, que eran a menudo jesuitas y/o vascos, debido al hecho de que se ubica en un valle aislado en una de las regiones más montañosas de Sudamérica o debido a la competencia eterna con Bogotá, la capital del país, las élites de Medellín han colaborado desde hace tiempo para hacer prosperar a su ciudad.
 
Esta tradición de cooperación fue crucial para permitir a Medellín superar su crisis, argumenta Ángela Stienen, una antropóloga social de la Universidad de la Educación en Berna, Suiza. 
 
Durante los años 90, el círculo interno se amplió, afirma. Los representantes de las empresas, el municipio, las organizaciones no gubernamentales (ONGs), los sindicatos, las universidades e incluso algunos pandilleros se reunieron regularmente para discutir el futuro de la ciudad. 
 
Estas mesas redondas engendraron ideas y una nueva generación de líderes locales, como Fajardo y el ex alcalde Alonso Salazar, que fungió de 2008 a 2011.
 
Por tanto, incluso tomar una o dos páginas del libro de Medellín será difícil, y a la ciudad no le faltan sus propios desafíos, conforme el modelo de desarrollo cambia. 
 
Una línea de tranvías y dos más de teleféricos están siendo construidas, conectando a los distritos pobres en el este de la ciudad, pero otros planes parecen decididamente más urbanos que sociales: un cinturón verde alrededor de la ciudad, nuevas líneas del metro, un parque junto al río y un “distrito de innovación”, que ya se jacta de tener un enorme centro para empresas incipientes y otras firmas tecnológicas. Se habla de llegar a ser un Silicon Valley del sur.
 
Para que estas visiones realmente rindan frutos, Medellín tendrá que abrirse, dice Julio Dávila, un experto en política urbana en la University College London. 
 
La fuerte cultura de la ciudad tiene desventajas, dice, como la renuencia a hacer negocios con extraños y una tendencia a no pensar más allá del borde del valle.
 
Al preguntarle qué lo mantiene despierto en la noche, Calle, cuya compañía tiene una creciente actividad en el extranjero, responde sin vacilar.
 
“Todos están enamorados de su ciudad”, dice. “No quieren trabajar fuera”.
 
#kgb 

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