Adina Chelminsky

Aprendiz de brujo

Adina Chelminsky

22 Ago, 2014

Sobre cómo vendí mi empresa y vuelvo a empezar

Dice un querido amigo, en tono de broma, que el mejor momento de una empresa es cuando la vendes. No encuentro la risa. Para mí ha sido uno de los momentos más difíciles, profesional y personalmente, que he enfrentado en mi vida.

Alto, alto, alto (dirán ustedes, los lectores) ¿Qué pasa aquí? ¿No era Adina una emprendedora exitosa a cargo de una empresa en vías de crecimiento?

Sí. Era. Desde hace unos meses inicié el proceso de dejar mi negocio. No lo había escrito en esta columna en parte por las necesidades de discreción del trato y en parte por lo doloroso que ha sido. De cierta manera pensaba que si no lo ponía en papel, no era real. Pero lo es y creo que lo honesto en esta columna es compartir lo que a mí, como a millones de emprendedores, me pasó: las cosas no salieron como lo planeaba y dejé el negocio que llevaba casi tres años construyendo.

Pongámosle la frase que le queramos poner: fracaso, cambio de planes, nuevos caminos, mayor perspectiva… el hecho es que vendí mi participación en el negocio que había construido durante tres años. Doloroso, pero necesario.

Pero me doy cuenta de algo, como columnista de negocios: no se puede escribir sobre emprendimiento si no se escribe sobre el fracaso. Van junto con pegado. Y no se puede escribir sobre el fracaso si no se vive en carne propia.

El Consejo Coordinador Empresarial calcula que 75% de los nuevos negocios no sobrevive más allá de los cinco primeros años. Así es que, por primera vez en mi vida pertenezco a las estadísticas. Es más común un emprendedor que fracasa, por lo menos en algún momento de su vida, que quien es exitoso, irónicamente poco se escribe sobre esto. Bienvenida al club.

Esto no lo hace menos doloroso, pero me doy cuenta de la importancia de hablar de este tabú que existe en torno al fracaso del emprendimiento. Al tener que aceptar que los planes tan cuidadosamente hechos, en papel y en la cabeza, no son los que se van a llevar a cabo en la realidad.

Decía León Tolstói que “todas las familias felices se parecen entre sí; las infelices son desgraciadas en su propia manera”. Lo mismo pasa con los negocios nuevos. Todas las historias de éxito se parecen entre sí, pero cada fracaso es diferente.

En mi caso no es que el negocio como tal no haya funcionado, sino que decidí separarme de él. Financiera y operativamente es un negocio que camina, pero por las características de la sociedad no fue un negocio que funcionó para mí. Quizá una persona más fría y menos pasional hubiera podido seguir trabajando y siendo socia de un negocio en donde las condiciones personales no fueran óptimas, pero yo no. Me costó muchos meses tomar la decisión. Me daba mucho miedo el qué dirán (Adina la que se rinde… Adina la que no tuvo éxito… Adina la que no puede separar la parte emocional de la parte profesional), el elemento económico también jugó un papel importante: cómo poder minimizar al máximo las pérdidas en caso de vender un negocio en el momento en el que estaba el mío.

Fueron meses de tremenda incertidumbre y angustia, pero a fin de cuentas cuando tomé la decisión final me sentí muy aliviada. Así como cuando empiezas un negocio tienes un plan de negocios cuando lo dejas, debes de tenerlo también. Tuve la suerte de que, gracias al tiempo que me tomé para decidir, las cosas se pudieron hacer de la mejor manera posible.

No que hayan sido fáciles ni placenteras. Pero, “de lo perdido lo recuperado”.

Así que a empezar de nuevo, con lecciones aprendidas y nuevos proyectos emprendedores. Todo lo que tocaré en las próximas semanas. Viendo al futuro con mucha emoción.

Quizá el mejor momento de una empresa sí es cuando la vendes.
               

                adinachel@gmail.com

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