Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

28 Ago, 2014

Cuidado con el canto de las sirenas; aún somos los mismos, y pensamos igual que ayer

Una vez aprobado el paquete legislativo de reformas a leyes vigentes y promulgado otras nuevas, apareció de inmediato una idea la cual, no obstante su superficialidad, empezó a ser aceptada y repetida por no pocos. Dicha afirmación, a pesar de ser la expresión de un error que cometemos con frecuencia, sedujo a quienes no están dispuestos a enfrentar las dificultades de la siguiente etapa del proceso que debe convertir en realidades lo legislado por el Congreso. 

El error que menciono consiste, básicamente, en considerar que los cambios en una sociedad —de cualquier índole—, se concretan con la sola aprobación de las nuevas leyes correspondientes, o con las reformas de algunos artículos de las vigentes.

Dicho de otra manera, no faltan los que piensan que con la sola aprobación de aquel paquete, ¡ya la hicimos! Repiten aparentemente convencidos: las leyes cambiaron, y aprobamos las que había que aprobar. En consecuencia, el país ya cambió; la transformación por la cual esperamos tantos años, ya es un hecho.

La sola repetición de esa idea carente de todo sustento es, además de  perverso, peligroso. Lo primero, porque el que difunde esa idea sabe que las cosas en las sociedades y las economías, se logran de otra manera; las grandes transformaciones son resultado de un proceso complejo, largo y no exento de obstáculos y dificultades no menores.

Lo segundo, porque al darnos cuenta que la sola aprobación de un conjunto de leyes de nada sirve para concretar el cambio esperado, el desánimo y la oposición a aquél se fortalecen; además, el rechazo a las reformas legales del paquete aprobado se ve fortalecido, lo que vuelve más difícil y tardado hacer realidad lo que legisló el Congreso.  

La sola aprobación del basamento jurídico de las grandes transformaciones  estructurales es, aun cuando decir esto pudiere parecer políticamente incorrecto o fuere echar un balde de agua fría que enfriaría cualquier ilusión, sólo el primer ladrillo de un gran edificio, o el primer paso de una larga marcha.

De ahí pues, que plantear —y prestarnos a repetirlo— que México ya cambió, que la transformación está a la vista o frases parecidas, no pasa de ser una ilusión y ganas de querer dar gato por liebre; es querer vendernos la idea de que para tener un edificio terminado, basta y sobra con colocar la primera piedra, práctica a la que son tan afectos nuestros políticos y funcionarios adoradores del anuncio.

Lo que sigue, una vez aprobadas las iniciativas que el Ejecutivo envió al Congreso para su análisis y discusión, es la parte fundamental y más difícil del proceso; lo fácil, aun cuando lo dudare usted, es lo que seguiría: empezar a hacer realidad lo aprobado por el Congreso.

Los días siguientes se prestarán para celebrar la aprobación de algunas de las reformas que esperamos durante decenios; está bien, celebremos pero, cuidado con la euforia excesiva que nubla el entendimiento, y acaba con la objetividad.

No haga caso del canto de las sirenas, que le dirán hasta el cansancio que México ya cambió; tapémonos los oídos, y preparémonos para enfrentar inercias y obstáculos diversos teniendo en mente, por encima de todo, que si persistiéremos, haríamos realidad lo legislado por el Congreso.

Síguenos en Twitter @DineroEnImagen y Facebook, o visita nuestro canal de YouTube