Análisis de la propuesta de Mancera para elevar salario mínimo

En una primera instancia, los trabajadores obtendrían los ingresos mínimos para alimentar a su familia y, finalmente, lograrían los recursos indispensables no sólo para comer, sino también para vivir dignamente
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Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno del Distrito Federal.
Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno del Distrito Federal.

CIUDAD DE MÉXICO.- Se acabaron las especulaciones. Desde que en la fiesta del primero de mayo, Día del Trabajo, el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, convocara a un diálogo social para corregir “la principal deformación de la economía de México: los bajos salarios”, el debate sobre la necesidad de incrementar el salario mínimo ha sido intenso: unos en favor, argumentando que es un útil instrumento de política económica para combatir la pobreza, reducir la desigualdad, mejorar la productividad de los trabajadores y fortalecer los ingresos domésticos y el consumo interno, una variable que explica la incapacidad de la economía mexicana para crecer a tasas más vigorosas; otros en contra, bajo el discurso de que socavaría la competitividad de México y generaría inflación.

Sin embargo, a falta de una propuesta concreta, la discusión era bastante etérea, metafísica. Ya no será así: como resultado de ese debate, el Gobierno del Distrito Federal, con el apoyo de un grupo de académicos y expertos, presentó  un documento titulado “Propuesta de recuperación del salario mínimo en México y en el Distrito Federal”, pues con él se pretende que dicha propuesta supere el ámbito local y tenga un alcance nacional.

Necesidades básicas 

El objetivo de la propuesta es que “el salario mínimo debe incrementarse lo suficiente como para que un trabajador pueda adquirir la canasta alimentaria básica para sí y para un miembro de su familia”. Ese planteamiento parte, por tanto, de dos premisas: uno, que en el México moderno, una familia consta de cuatro miembros de los cuales dos trabajan. Y dos, que cada miembro que trabaja debe tener ingresos suficientes para alimentarse a sí mismo y a uno de los miembros que no trabaja.

De esas mismas premisas partimos nosotros en un trabajo publicado en estas páginas titulado “Salario Mínimo: cómo dejar de ser la otra cara de la pobreza”, y concluíamos que en caso de que los dos miembros trabajadores de esa familia promedio mexicana percibieran hasta un salario mínimo, el ingreso per cápita de esa familia, es decir, de cada una de las cuatro personas, apenas sería de 852 pesos, insuficiente siquiera para que se alimenten en lo más básico.

Hay que hacer énfasis que la propuesta habla de “adquirir la canasta básica alimentaria”, esto es, alcanzar la “línea de bienestar mínimo”, superar la línea de pobreza, y no de otro concepto más amplio, el de la “línea de bienestar” en el que habría que incorporar, a la alimentación, otros elementos para llevar una vida digna como la vivienda, la salud, el transporte o la educación. Ese concepto más amplio es más acorde con el mandato constitucional 123 que establece que los salarios mínimos “deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos”.

Camino al bienestar

Pues bien, la iniciativa presentada por el gobierno de la capital plantea una trayectoria de la evolución del salario mínimo en el que, en una primera instancia, los trabajadores obtendrían los ingresos mínimos para alimentar a la familia y, finalmente, lograrían los recursos indispensables no sólo para comer, sino también para vivir dignamente.

¿Cuál sería el salario mínimo para que, quien trabaja en el sector formal, salga de la pobreza y tenga al menos para comer él y su familia?

Según la propuesta del gobierno de Mancera sería de 82.86 pesos al día, cifra que muestra un incremento de 15.57 pesos diarios, o 23 por ciento mayor respecto a la cotización de 67.29 pesos que un trabajador del Distrito Federal recibe en la actualidad.

Ese aumento se debería de propugnar para ya, para 2015 según el documento, sería el inicio de una serie de alzas en el salario mínimo hasta conducirlo a 171.03 pesos al día, nivel necesario para alcanzar la “línea de bienestar” que permitiría al trabajador no sólo alimentarse a sí mismo y a su familia, sino también contar con condiciones dignas de vida.

La línea de salida, por tanto, son 82.86 pesos necesarios para comer y escapar de la pobreza extrema, y la meta, 171.03 pesos diarios para vivir dignamente.

Esquemas de transición

En medio, el gobierno plantea distintos escenarios para llegar de un extremo al otro: desde uno muy agresivo, en el que se lograrían 171.03 pesos al final del sexenio, y que hasta ellos mismos consideran que por la rapidez de la transición podría presionar algunas variables macroeconómicas; hasta el más moderado en el que llegar a 171.03 pesos se alcanzarían en un periodo de diez años, hasta 2025. Eso sí, todos ellos parten de que en 2015 el aumento debe ser sustancial, suficiente para lograr el salario mínimo que permita superar a los trabajadores con las remuneraciones más bajas la llamada “línea de pobreza”, es decir, llegar a 82.86 pesos diarios.

Si fuera así, con 82.86 pesos diarios, el ingreso mensual de un trabajador con un sueldo de un salario mínimo sería de dos mil 485.66 pesos.

En marzo, con base en los datos del Coneval, el costo mensual de la canasta alimentaria urbana ascendía a mil 242.83 pesos, la mitad de dicha retribución mensual, lo que permitiría cumplir con el objetivo de que el trabajador tuviera los recursos para alimentarse a sí mismo y a otro miembro familiar que no trabajara.

Ingreso requerido

Ahora bien, en ese mismo mes de marzo, la canasta alimentaria mas la no alimentaria necesaria para alcanzar la línea de bienestar ascendía a dos mil 565.58 pesos. Para que un trabajador pudiera satisfacer esa canasta tanto a él mismo como a otro miembro de la familia precisaría obtener un salario mensual de cinco mil 131.16 pesos, o 171.03 pesos por día que plantea el gobierno.

El gobierno justifica la necesidad de recuperar el salario mínimo bajo el argumento de que uno, es el instrumento establecido para cumplir con el mandato constitucional de que todo trabajador debe obtener los ingresos suficientes para llevar una vida digna.

Como tal, el salario mínimo no  es un precio de mercado, sino que debe establecerse por decreto con el objeto de cumplir dicho mandato; y dos, el objetivo de ese instrumento consistente en mantener o preservar el poder adquisitivo mínimo de los trabajadores se ha visto vulnerado por otro, el de la estabilización de la inflación.

Si bien esa política pudo estar justificada en determinadas etapas históricas, no se ha visto corregido en fases posteriores de normalidad y crecimiento.

Como resultado de esa violación del objetivo del salario mínimo, el salario mínimo real, esto es, su poder de compra, se ha ido deteriorando hasta perder más de 70% de su valor desde 1980.

Eso explica, en buena medida, no sólo que el trabajador de menores ingresos labore para ser pobre, sino además para que México se haya visto aprisionado por un ejército inmenso de pobres, de más de 53 millones de personas, o 45% de su población, sin que haya sido eficaz para combatir el problema de la pobreza.

Política equivocada

Pero hay más: si el salario mínimo hubiera seguido las reglas del mercado, si hubiera estado ligado a la productividad, el salario debería haberse incrementado. Eso es especialmente cierto para el sector formal: si bien el sector informal se caracteriza por su baja productividad, el sector formal sí ha visto incrementos sustantivos en su productividad que no han ido acompañados de aumentos en los salarios.

Ahí hay ya una propuesta, estudiada y seria, sobre el salario mínimo. Ya hay un punto de partida. Ahora falta ver qué responden a ella el resto de las fuerzas políticas, y los otros agentes sociales y económicos como los sindicatos y los empresarios. Hasta ahora ha prevalecido el argumento de que para competir, México tenía que trabajar con salarios bajos.

Pero esa política, no nos llevemos a engaño, no ha servido ni para que la economía mexicana crezca, ni para atenuar el lastre de la pobreza.

La cuestión es de suma importancia, con consecuencias económicas y políticas. Aquí, en esta sección de “Economía a Detalle” seguiremos el debate muy de cerca.

* Director de llamadinero.com

 

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