Pedro Alonso

Consejería

Pedro Alonso

2 Sep, 2014

Algo más sobre Europa e “Informe Presidencial”

A falta de operación en Estados Unidos —por la celebración de “su” Día del Trabajo; Labor Day— los mercados alrededor del mundo carecieron de volumen. En nuestro mercado financiero, esto es particularmente notorio, como usted sabe amigo lector.

Esta situación no significa necesariamente que falte información, pero la que aparece no tiene un área de impacto con suficiente amplitud para servir de caja de resonancia, como cuando los gringos operan de manera regular. El día de ayer los datos conocidos fueron los datos de varios indicadores sobre la percepción de quienes operan en el lado de las compras que se hacen en la economía; los PMI, por sus iniciales en inglés (Purchasing Managers Index).

Ayer se conocieron varios: el de China, el de Europa y el de Alemania, entre otros datos. Y en el caso de los tres PMI mencionados, si bien se mantienen en niveles superiores a los 50 puntos, están muy cerca de este dato y con trayectoria descendente, lo que no indica más que la percepción de expansión económica tiende a disminuir.

En el caso de China esto está probablemente relacionado con que los programas de apoyo a la economía doméstica no han sido todo lo contundente que se había pensado y claro, a que uno de sus principales clientes no anda bien. Me refiero a la Unión Europea. En el caso de esta región, creo que he escrito lo suficiente sobre su debilidad y la falta de definición sobre las acciones que sus dirigentes vayan a tomar para remediarle o al menos intentar hacerlo, a lo que hay que añadir algo que en la Consejería de ayer no mencioné —aunque lo he hecho en varias ocasiones recientemente—, pero que conforme pasan los días y se presentan los eventos, cobra cada vez mayor importancia, situación que evidentemente no estaba “presupuestada” como variable determinante del comportamiento económico de la eurozona en este año.

Me refiero al conflicto entre Rusia y Ucrania, como parte del escenario de problemas geopolíticos que si bien están presentes casi siempre en la realidad global, no tienen impacto económico suficiente para preocupar a los mercados y poner en riesgo a una parte relevante de la economía del mundo. Pero lo que ocurre entre Rusia y Ucrania sí que lo tiene. Por la forma en que se ha venido desarrollando, por los eventos que han involucrado a otras naciones, por su ubicación geográfica y por el poderío ruso en materia militar. No hay que perderlo de vista, sobre todo porque el pronóstico no es bueno y está situado junto a una región enorme, con una debilidad económica manifiesta. Veremos.

Ayer fue 1 de septiembre y como se acostumbra, el Presidente de la República envío al Congreso de la Unión su informe de labores. Hoy se llevará a cabo el evento que sustituye a lo que durante muchos años conocimos como la ceremonia del “Informe Presidencial”. ¿Lo recuerda? Lo cierto es que parece ya una memoria lejana, pero inolvidable, al menos para mí y no por las buenas razones.

Los días del informe eran días feriados en México. En la tradición priista no se trabajaba para que todos pudiéramos escuchar al Presidente de la República en un discurso que duraba horas y que resultaba, como quizá usted recuerda, aburrido e inútil. Era una de esas formas de dar aparentemente mucha información, para no decir nada, o lo menos posible.

En esos días la cobertura de los medios era en cadena nacional; la transmisión empezaba con la salida del personaje en turno de Los Pinos, se cubría toda la ruta, que daba fe de una de las más acabadas prácticas del priísmo: el acarreo. Miles de personas, banderas de todo tamaño, gritos, porras, alabanzas, señoras que entregaban carta con peticiones, beso a los niños, saludos y sonrisas del Presidente, que viajaba en automóvil descubierto, etc.

El acto, con el que se inauguraba el periodo de sesiones del Congreso era lo normal (siempre con el mismo formato y orden), largo, con sesiones de aplausos casi programadas. Sin interrupciones, hasta que en 1988, a Porfirio Muñoz Ledo se le ocurrió interrumpir a Miguel de la Madrid, cuya cara no puedo olvidar. Si no la vio, imagínela. Supongo que ese suceso fue el principio del fin de esa tradición, ejemplo de la era del presidencialismo absoluto, en la que este país vivió por décadas.

Hoy el formato es diferente. Se envía al Congreso el documento por escrito y se lleva a cabo un acto, al que asisten los que supongo que el aparato gubernamental decide que conviene que estén. Los que queremos, lo vemos por la tele, aunque se puede cambiar de canal y ver otra cosa. Yo sí lo veré hoy. Mañana le digo lo que piense. Como siempre. Suerte.

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