Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

4 Sep, 2014

Reconozco mi error, ¡qué fácil fue cambiar! Por ello, le ofrezco mis más sentidas disculpas

De entrada, debo reconocer que me equivoqué; lo hice además, rotunda e inexplicablemente. ¿Cómo fue posible; cómo pude cometer un error así, de esta magnitud? Hoy, es tal mi molestia, que deberé dedicar buena parte de los siguientes días a encontrar la respuesta.

Mi error fue, de eso no hay duda, de los que lo marcan a uno; de ésos que lo acompañan por siempre. Fue, a no dudarlo, semejante al cometido por el licenciado Humberto Roque cuando algún fotógrafo hábil, lo captó en una expresión corporal que hoy se conoce como la roqueseñal.

Ésta, a querer y no, acompaña y acompañará al licenciado Humberto Roque Villanueva —quizás injustamente, pero lo acompañará todavía por un tiempo largo; también, mi error fue de tal magnitud que me acompañará como el que acompaña a Jesús Ortega, político versado en esto de acomodarse él y a su familia en buenos puestos pero, poco ducho en materia de anatomía—. Sin embargo, ¿qué tal si esa confusión no fue tal porque, efectivamente él es incapaz de distinguir entre uno y otro? Ya no sería entonces un error, sino otra cosa.

De esas dimensiones es el error que cometí. ¿Cómo fue posible no darme cuenta de lo fácil que era transformar a México? ¿Cómo me atreví a afirmar, una y otra vez, que el proceso de ver al futuro para dejar ese pasado acedo y caduco tomaría muchos años, y resultó que se pudo llevar a cabo en menos de dos? Aquí sí, más que en cualquier otro error cometido, es válido y oportuno preguntar: ¿En qué fregados estaba pensando cuando afirmé aquello?

Leer la transcripción del Mensaje del Presidente en la página de Presidencia de la República, me llevó a tener que aceptar que ya empecé a chochear. ¿Estoy ya, a las puertas de mi etapa senil?

Espero corregir el error cometido; a partir de la fecha, estaré atento a cualquier indicio que permita comprobar la gran transformación que ha llevado a cabo el pueblo de México; ese pueblo heroico, que sumido todavía hace unas semanas en una visión anclada en el pasado en tantos aspectos de la vida nacional, dio un paso de dimensiones gigantescas para llegar a colocarse en la ruta que lo llevó, en tan poco tiempo, al futuro.

(Por lo demás, si de errores se trata —dado que no quiero ser el único que esté en ese conjunto—, debo señalar que en el texto del Mensaje del Presidente que aparece en la página de Presidencia, alguien tuvo a bien suprimir o no insertar los últimos 110 segundos del Mensaje que van —en el video—, del 1:25:16 al 1:28:06. Esto es lamentable porque, al menos es mi opinión, es la parte sustantiva del Mensaje, y en la transcripción no aparece. ¿Sería mucho pedir que esto lo corrigieren? Gracias.)

¿Qué sigue? Simplemente estar atento a todo lo que demuestre ese salto cuántico registrado en México.

Las cosas, ya lo están haciendo, deberán ir cambiando a una velocidad tal, que no descarto la posibilidad que no nos demos cuenta de tantos cambios y tan profundos; esto, que para algunos pudiere parecer trivial, sería grave. ¿Se imagina usted que, dada la velocidad y profundidad de aquéllos, decenas de millones de mexicanos no los pudiéremos ver y disfrutar?

Concluiríamos, erróneamente, que nada cambió y evidentemente, eso no correspondería a la nueva etapa que vive el país.

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