Adina Chelminsky

Aprendiz de brujo

Adina Chelminsky

5 Sep, 2014

Después de la tormenta: Y ahora ¿qué ¢≠≤@>$ hago?

El peor día después de cerrar un negocio es el día después de que todo el proceso, ya sea de venta o de cierre, acaba. Mal dice el dicho que después de la tempestad viene la calma. Después de la tempestad de cerrar un negocio viene la depresión… o el pánico.

No importa cuan desastroso y desgarrador sea el proceso de venta o de cierre, el día después del “último día” es peor. Porque ahora enfrentas la realidad de qué hacer en el futuro. La adrenalina que mantiene a un emprendedor parado en los peores momentos, se disipa y ahora tienes una nueva vida que diseñar.

Para la mayor parte de los emprendedores el proceso de abrir y operar un negocio es un trabajo de tiempo completo (o de doble tiempo) que deja poco espacio para pensar en otros proyectos. El día después te encuentras con mucho tiempo en las manos, muchas responsabilidades a cuestas y poco o mucho dolor de ego.

Acabar con un negocio no es fácil, pero estar desempleado lo es menos. Además que probablemente tengas un cúmulo de preocupaciones financieras que enfrentar (en mayor o menor grado dependiendo qué tan raspado hayas salido del negocio y qué tan preparado hayas estado con una cuenta de emergencia).

El día después de acabar con mi negocio pensé quedarme por lo menos 24 horas en la cama. Como una depresión de película, comiéndome un litro de helado a cucharadas. Sonó la alarma a las 6 a.m., como todos los días, (pero éste no era un día como todos). Le avisé al mundo mis planes: “No me molesten hoy”. Lloré un poco… A las 7:30 me paré de la cama y me metí a bañar. No sirvo como actriz trágica… y no me gusta el helado.

Los emprendedores poco nos ponemos a pensar en el fracaso y, mucho menos en qué hacer después (léase en cuestión de trabajo/ingresos/ganar dinero) en caso de que llegue a ocurrir. Esto es un grave error. Por más emocionado que esté uno con el negocio siempre deberíamos tener un plan B y una cuenta de emergencias.

Para poder solventar esas primeras semanas sin ingreso y para saber hacia a dónde nos tenemos que empezar a mover. Sobre esto escribí en este mismo espacio al inicio de esta columna. No quemar las naves se llamaba la columna. Mantén planes alternativos que te permitan seguir de pie (o por lo menos en cuclillas) en caso de fracasar con el negocio, escribí hace tres años. Me debí haber hecho caso. Planes para después del negocio, cero.

Otra de las cosas que debes de tener (que gracias a Dios si tengo) es un “guardadito para un día lluvioso” léase una cuenta de emergencia. No importa cuan invertido estés en tu negocio éste es tu seguro de supervivencia en caso de que las cosas salgan mal.

Es un hecho no importa cuan grande sea el fracaso hay que seguir adelante. Hay que comer, hay que pagar la renta y hay que vivir. Si tienes hijos, necesitas además pregonar con el ejemplo sobre cómo los fracasos de trabajo no te deben destruir.

La realidad de la vida es que te  tienes que levantar. Con ayuda, con terapia, con puros huevos, como sea. Y tienes que empezar a buscar otro trabajo. O, por lo menos, hacer una lista de opciones.

Me imagino que prácticamente todos tenemos, más o menos, las mismas opciones. Las mías eran las siguientes:

Uno. No hacer nada. Retirarme un tiempo. Dedicarme a escribir (mi gran pasión) y a tomármela tranquila. Opción atractiva en teoría. En la práctica es inoperante. Independientemente si necesito o no trabajar, me gusta trabajar. Me deprime sentirme poco útil.

Opción dos. Emplearme. Volver a la vida Godínez (o súper Godínez, dado mi currículum). Pero a quién vacilo. Ni me gusta. Ni se acomoda a mi carácter ni soy el candidato óptimo para emplear. Una mujer a los más de 40 que no ha hecho carrera corporativa dentro de una empresa ya no es candidato óptimo para entrar.

Mi tercera opción es volver a emprender. Agarrar mis cachivaches, mis ideas, mi dinero y la confianza de los que me rodean y empezar con un nuevo negocio. Mejorado. Evitando los errores del pasado.

La decisión fue fácil. Citando a Robert Frost, uno de mis poetas favoritos: "Tengo promesas que cumplir y un gran camino por andar antes de dormir".

adinachel@gmail.com
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