:quality(75)/media/dinero/images/2014/09/chinag140914.jpg)
CIUDAD DE MÉXICO.- La crisis financiera fue nefasta, pero el acontecimiento económico mundial más importante de principios del siglo XXI fue positivo: la radical aceleración del crecimiento en el mundo emergente.
Entre 2000 y 2009, la producción per cápita en los países pobres, excluido China, creció un promedio de 3.2 puntos porcentuales al año más rápido que en los ricos, un ritmo de confluencia sin precedentes.
Las tasas de pobreza mundiales declinaron. Si se mantuviera ese ritmo de convergencia, los ingresos promedio en esos países serían iguales a los de Estados Unidos en unos 44 años.
Desafortunadamente, la era de la confluencia rápida parece haber terminado ya. El crecimiento ha caído significativamente en muchas economías emergentes. Pese a la débil recuperación del mundo rico tras la crisis financiera, las economías emergentes, excluyendo a China, ahora se están poniendo al corriente más lentamente, si acaso.
Cada vez más lejos
En 2013, su producción per cápita, en promedio, creció sólo 1.1 por ciento más rápido que la de Estados Unidos. A ese ritmo, la convergencia tomaría más de un siglo.
Pero la perspectiva de crecimiento está oscureciéndose más. Con base en la mayoría de las recientes proyecciones de crecimiento del Fondo Monetario Internacional (FMI) para 2014, las economías emergentes a excepción de China, no alcanzarán a Estados Unidos en 300 años.
Las consecuencias políticas y económicas de esta desaceleración en la convergencia serán profundas. Miles de millones de personas serán más pobres por mucho más tiempo de lo que se habría esperado hace sólo unos años, según este análisis.
Las compañías que apostaron a los vibrantes mercados
emergentes como su principal fuente de utilidades futuras necesitarán crear una nueva estrategia que les evite riesgos.
También los formuladores de políticas del mundo rico, que desde hace tiempo han esperado que el creciente consumo en las economías emergentes de rápido crecimiento apuntalara a su propio crecimiento.
Por tanto, hay mucho que depende de comprender por qué el crecimiento se ha desacelerado y cómo acelerarlo una vez más.
Parte de la debilidad actual es temporal. La economía de Rusia está siendo sofocada por sanciones económicas debido a la anexión de Crimea, y la recesión de Brasil no durará para siempre.
Sin embargo, si se eliminan los efectos del ciclo empresarial y los acontecimientos extraordinarios, hay varias razones por las cuales el ritmo de la convergencia probablemente vaya a ser permanentemente más lento.
China, factor de cambio
Una es que el auge de la década de 2000 fue en sí mismo y en cierta medida un hecho extraordinario.
La explosión del comercio mundial y el aumento en los precios de las mercaderías que acompañaron a la industrialización notablemente rápida y notablemente intensiva en exportaciones de China animaron a otras economías emergentes. China no puede industrializarse de la nada de nuevo.
Encima de eso, hay signos de que la marcha de la tecnología pudiera estar dificultando más la convergencia, lo que apenas inicia.
Un camino estándar para que los países pobres se vuelvan más ricos es a través de la manufactura intensiva en mano de obra y que requiere pocas habilidades.
Las tasas de crecimiento aumentan conforme las personas se trasladan del campo a las fábricas para coser playeras o ensamblar juguetes. Los salarios en la manufactura tienden a converger más rápidamente y más completamente que los de otros sectores.
Manufactura en riesgo
Sin embargo, en la economía digital del siglo XXI, la manufactura básica se está volviendo menos importante. El ensamble de productos añade menos valor que el trabajo de diseño e ingeniería en el cual los países ricos destacan.
La tecnología ha hecho a la manufactura menos intensiva en mano de obra, dando a las empresas menos incentivos para buscar mano de obra barata en países pobres como ha ocurrido hasta ahora.
Si bien la convergencia es más difícil que hace una década, no es imposible. Las leyes básicas de la economía según las cuales los países más pobres con menos capital deben crecer más rápidamente que los ricos, aún se sostienen.
Sin embargo, prosperar en una economía basada en el conocimiento, cada vez más digital y crecientemente mundial, demandará una agenda de reforma más amplia.
Comercio más libre
Liberar el comercio es tan importante como siempre, pero ahora deben reducirse las barreras tanto en los servicios como en los productos.
La educación se vuelve incluso más vital si las economías emergentes no pueden contar con trasladar a trabajadores apenas alfabetizados de los campos a las fábricas.
Las carreteras, los ferrocarriles y los puertos que fueron esenciales para el crecimiento rápido en la era de la manufactura seguirán siendo esenciales, pero la infraestructura adecuada tendrá que incluir también banda ancha y cobertura móvil confiables.
Ciudades, papel esencial
Como las industrias de los servicios y el conocimiento se concentran en las ciudades, la política urbana importará más.
Con suerte, el crecimiento más lento de hoy servirá como un estímulo para reformas ambiciosas.
En algunos lugares eso ya está sucediendo y al menos hay dos ejemplos de ello. El presidente de China, Xi Jinping, está decidido a cambiar el modelo de crecimiento de su país hacia los servicios.
El primer ministro de India, Narendra Modi, dice que mejorar la terrible infraestructura del país es una prioridad. Otros, desde Indonesia hasta Turquía, siguen siendo complacientes.
Recuperar el impulso no será fácil, pero los países que no estén preparados para el cambio no tendrán oportunidad.
