Salo Grabinsky

Del verbo emprender

Salo Grabinsky

27 Sep, 2014

La separación

Imagínense que, para ir de viaje por carretera de la ciudad de México a Monterrey, una familia tenga que pasar por varias aduanas en las “repúblicas” de Querétaro, San Luis Potosí, Tamaulipas, Coahuila hasta llegar al Reino de Nuevo León, presentar de nuevo su pasaporte para que lo sellen los inspectores y le abran por enésima vez las maletas, le cobren impuestos por productos prohibidos y les expropien varias botellas de tequila “importado” de Jalisco. Ese viaje de unas horas puede tomar varios días con un exceso de gastos y mal humor.

Pues, este escenario no es tan irreal como pareciera, ya que en diversas partes del mundo se están dando movimientos contrarios a la  llamada globalización y que afectan a regiones de países, tanto desarrollados como pobres. Les voy a hacer un somero recuento de estos fenómenos que generalmente han sido cruentos y han causado muertes y miseria en muchos casos.

Empezando en África y Asia, Etiopía que era un ejemplo de estabilidad fue dividida por una guerra con su correspondiente hambruna y división, entre ese país  y Eritrea. Lo mismo pasó en Sudán.

En Asia continúa, después de una guerra interminable, la división entre las dos Coreas y todavía hay movimientos separatistas en India y Pakistán por Cachemira, en Sri Lanka por los tamiles y en Filipinas e Indonesia por movimientos independentistas religiosos.

En Europa, a pesar de la tan cacareada y exitosa Unión Europea que, sin duda, les ha dado fuerza económica, empleos y un gran mercado a los países afiliados hay una tensión constante por regiones que quieren independizarse y volverse pequeños países, por diversas razones culturales, religiosas o incluso raciales. Un ejemplo reciente  fue la antigua Yugoslavia que motivó un conflicto de limpieza étnica a la muerte de el mariscal Tito, y salieron de ahí varios pequeños países independientes, pero empobrecidos. La misma ex Unión Soviética sufrió un desmembramiento a la caída del comunismo, surgiendo decenas de repúblicas independientes y otras que optaron por ser parte de Rusia, aunque últimamente parece que el señor Putin las quiere recuperar por la fuerza. En Francia hay un movimiento de los habitantes de la isla de Córcega y otro en Bretaña, aunque muy débiles por ahora. En Bélgica la lucha  entre franco parlantes y flamencos continúa. Hace unos días Inglaterra, sorpresivamente y por un poco margen tuvo un referéndum de independencia proveniente de Escocia que no prosperó. En el pasado el conflicto en Irlanda del Norte, de carácter religioso que está, por ahora, calmado.

Yo viví una época en la bellísima Barcelona, capital de Cataluña. Me tocó el final de la dictadura franquista, donde su cultura de siglos había sido brutalmente aplastada y también me tocaron los actos terroristas de la ETA pidiendo separar al país Vasco de España. La democracia y un sistema todavía imperfecto pero eficaz de gobierno por comunidades autónomas (y el decisivo apoyo de la Comunidad Europea) han logrado que el país prospere y tenga un mercado muy amplio y fronteras abiertas al paso de personas, mercancías y moneda común.

Puedo entender que existan rencillas e injusticias de siglos tanto en Inglaterra como en España, además de que debe existir un trato más equilibrado entre regiones, pero el buscar una separación e independencia va contra toda lógica y el proceso  de unión comenzado en el  siglo XX. La única reserva que podría tener sería con los territorios tomados por la fuerza  por las potencias en diversas guerras de conquista y que no fueron incorporados en igualdad de condiciones al país y que ahora ya son independientes. Estoy convencido que la unión hace la fuerza.

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