Brasil: Rousseff va ganando; los mercados, perdiendo

El domingo habrá elecciones en ese país, allí se juega la reelección la Presidenta. Pero el desplome de la bolsa, los desequilibrios macroeconómicos y un nuevo mandato implican el desplome del real
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Dilma Rousseff, presidenta de Brasil. Foto: AFP
Dilma Rousseff, presidenta de Brasil. Foto: AFP

Por José Miguel Moreno*

 

Brasil, en los últimos tiempos, ha perdido lustre. Y no sólo nos referimos al atroz maracanazo que los teutones infligieron a la “canarinha” en el Mundia (aunque fuera en el estadio Mineirao de Belo Horizonte), sino a una economía que empieza a renquear. El país está en recesión, la inflación está demasiado alta y las finanzas públicas se han venido deteriorando hasta el punto de que en marzo la empresa calificadora Standard & Poor’s, rebajara la calificación crediticia de Brasil dejándolo a un escalón de perder el “grado de inversión” y la firma Moody’s, el mes pasado, amenazó con degradar también su estatus de evaluación. 

En ese contexto, este domingo habrá elecciones en Brasil. Se trata de la primera vuelta. Allí se juega la reelección la actual presidenta de la República Federativa del Brasil, Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT) que fundara Lula da Silva.

Ella lidera todas las encuestas, pero si no obtiene más de 50 por ciento de los votos, o si no recibe más votos que todos sus oponentes juntos, tendrá que acudir a una segunda vuelta el 26 de octubre.

La otra fuerza política

Su principal contendiente es Marina Silva, del Partido Socialista Brasileño (PSB). Ella apareció en escena por la puerta trasera, pero lo hizo como un vendaval.

En un principio, Marina Silva era candidata a vicepresidenta, pero tuvo que asumir la candidatura presidencial cuando el candidato del partido, Eduardo Campos, falleció en un accidente aéreo.

Lo sorprendente fue cómo la muerte de Campos, un político relativamente desconocido y que en las encuestas andaba en un alejado tercer lugar, con pocas posibilidades de llegar siquiera a una segunda vuelta, convirtió a Marina Silva, una exministra de Medio Ambiente durante la presidencia de Lula da Silva, en una estrella que se elevó en las encuestas con posibilidades reales de ganar la presidencia.

El tercero en discordia se llama Aécio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), el partido de los “tucanos” del expresidente Fernando Henrique Cardoso. Neves fue gobernador del estado de Minas Gerais y,  hasta la aparición de Marina Silva, era el candidato con más aspiraciones de derrocar a Rousseff.

Trayectoria

La campaña presidencial entre Dilma Rousseff y Marina Silva ha sido apasionante. Para empezar, la presidencia de la economía más grande de Latinoamérica se la disputan dos mujeres. Ambas fueron militantes del PT (Silva mucho antes de Rousseff), y ministras con Lula da Silva.

Ambas se forjaron a la sombra del mítico expresidente, y ambas son universitarias: historiadora en el caso de Silva y economista en el de Rousseff.

Ahora bien, los orígenes de Silva, proveniente de una familia humilde, contrastan con los de Rousseff, de cuna más acomodada. Desde esas biografías, Marina Silva parece encarnar mejor el espíritu del PT: en él militó desde joven, durante 26 años, y creció en el remoto estado de Acre como recolectora de caucho. Por eso se dice que Marina Silva es una Lula da Silva con faldas,  ese líder obrero que llegó a la presidencia de Brasil siendo un extornero mecánico sin estudios.

Ambas se rifan el apoyo de Lula da Silva: él se lo dio a Rousseff, la candidata de su partido, si bien se resistió a atacar a Silva, de quien también ha sido mentor. Quien sí lo ha hecho, y con éxito, ha sido Rousseff.

Estrategias

Lo que Marina Silva vino a decir es que ella tenía la receta para que la economía brasileña volviera a crecer regresando a una mayor disciplina fiscal y reconduciendo la inflación a niveles más bajos concediendo una mayor autonomía al Banco Central de Brasil. Esa propuesta le granjeó la simpatía del sector financiero, que celebró el vertiginoso ascenso de Marina Silva como una candidata segura y fiable, más favorable a los dictados de las fuerzas del mercado en contraste con el intervencionismo que propugna y ejerce Rousseff.

Sin embargo, fue la ocasión de Rousseff para atacarla argumentado que el programa de Silva era recesivo y contradictorio, y que lo que pretendía era entregar el país a los banqueros. A su vez, a través de agresivos spots publicitarios, dio a entender que sus medidas perjudicarían a los más necesitados, haciendo alusiones a que la intención de Silva era retirar uno de los programas sociales de más éxito, la Bolsa Familia, consistente en un subsidio a las familias más pobres.

La estrategia está dando frutos entre las clases que rinden un mayor apoyo a Rousseff, los estratos sociales más bajos, por lo que ha vuelto a despuntar en las últimas encuestas mientras Silva ha ido perdiendo terreno. Así lo han ratificado las últimas encuestas publicadas por Vox Populi, Datafolha e Ibope: Rousseff lidera la primera vuelta, y en una hipotética segunda vuelta derrotaría a cualquiera que fuera su contrincante, sea Marina Silva o Aécio Neves.

Los efectos en los mercados

Ahora bien, conforme Rousseff  volvía a tomar la delantera en las encuestas, los mercados se resentían y daban su veredicto. En reales, el Bovespa se derrumbó 12 por ciento en septiembre. Se puede argüir que venían de un rally de 38 por ciento de marzo a septiembre. Pero lo cierto es que las empresas más castigadas en este derrumbe han sido las estatales, sujetas al intervencionismo del gobierno del PT, como Banco de Brasil o Petrobras, de propiedad mayoritariamente estatal. Ambas empresas registran una caída acumulada de más de 16 por ciento en las tres últimas sesiones.

En el caso de Petrobras, además, confluye  un escándalo de corrupción y una gestión muy criticada. La acción llegó a ganar casi 100 por ciento entre el mínimo de marzo y su máximo de este año el 2 de septiembre. Pero durante el mes pasado la acción se desplomó: sólo el pasado lunes, tras conocerse la encuesta que daba la delantera a Rousseff, la acción se hundió 11.2 por ciento, su peor caída en un día desde noviembre de 2008.

Debilidad financiera

En torno a la corrupción, se habla de un esquema en el que se desviaban miles de millones de reales de los cofres de la petrolera a las cuentas de los partidos políticos. Pero además los inversionistas critican una gestión en la que Petrobras importa gasolina, pero es subsidiado en el mercado doméstico para aliviar las presiones inflacionarias, una política de precios ha dañado la rentabilidad de la compañía.

Pese a esa política de control de precios, la inflación se sitúa en torno a 6.5 por ciento, en la parte alta del rango establecido por el Banco de Brasil. Pero lo peor es que el aumento de la inflación se ha dado en un escenario recesivo: el Producto Interno Bruto (PIB) se contrajo 0.6 por ciento en el segundo trimestre luego caer 0.2 por ciento en el primero en términos ajustados estacionalmente.

Respecto al segundo trimestre de 2013, la economía se redujo 0.9 por ciento. En Brasil algunos dicen que la economía vive en una situación de estanflación.

Rousseff parece haber intentado reanimar la economía relajando la disciplina fiscal. El déficit primario del gobierno brasileño, una medida que excluye el pago de intereses, pero que incluye a estados, municipios y empresas estatales  y que es la principal referencia sobre la evolución de las finanzas públicas, se amplió en agosto a 14 mil 500 millones de reales, cuando el consenso esperaba un balance equilibrado. El déficit fue el más abultado desde diciembre de 2008, y acumula cuatro meses consecutivos de déficits como resultado del recorte de impuestos y la elevación del gasto público antes de las elecciones. 

El caso es que el superávit primario durante los 12 últimos meses apenas fue de 0.94 por ciento como proporción del PIB, el nivel más bajo desde la devaluación del real y por debajo del objetivo del gobierno de 1.9 por ciento del PIB. El sector externo, finalmente, también atraviesa problemas: el déficit corriente es de 3.8 por ciento del PIB.   

El desplome de la bolsa junto con los desequilibrios macroeconómicos mencionados y la posibilidad de que Rousseff sea reelecta ha implicado un derrumbe del real en el tercer trimestre de 9.6 por ciento, la segunda peor divisa entre las emergentes, sólo superada por el rublo ruso, para cotizar en mínimos de cinco años.

Vista la reacción de los mercados, está claro que Rousseff no es la candidata de Wall Street.

Pero lo que sí es que, gane quien gane, deberá replantearse la conducción de la política económica brasileña para situarla de nuevo en un cauce sostenible.

* Director de llamadinero.com

 

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