Adina Chelminsky

Aprendiz de brujo

Adina Chelminsky

3 Oct, 2014

Entre el glamur y la realidad

Mi chiste favorito (un poco subido de tono):

“Papá, le pregunta Pepito a su papá, ¿Qué es la diferencia entre teóricamente y prácticamente?” “Mira Pepito, responde su papá, ve con tu mamá y con tu hermana y pregúntales si se acostarían con el vecino a cambio de un millón de dólares.” Va Pepito con su mamá y le hace la pregunta. “Pepitooooo, responde la mamá, ¿cómo se te ocurre? ¿Qué clase de mujer crees que soy?.. Pero, sabes, la situación económica está tan difícil y tu papá trabaja tanto y yo lo quiero ayudar… por un millón de dólares sí lo haría.”  Después va Pepito con su hermana y recibe una respuesta similar.

Regresa Pepito con su papá y le da los resultados. “Mira Pepito, le responde su papá, he ahí la diferencia: teóricamente tenemos dos millones de dólares. Prácticamente tenemos dos mujerzuelas en la casa”.

Lo mismo pasa con muchos emprendedores: teóricamente todos, somos, podemos ser emprendedores (nos los dicen todos los medios de comunicación). Prácticamente estamos muy lejos de poderlo lograr.

El emprendedurismo se ha vuelto una moneda política. Es tan rentable el capital político que aporta (porque el simplemente mencionarlo alude al desarrollo macroeconómico y al bienestar micro) que se ha convertido en la piedra filosofal del México del siglo XXI: todos los problemas se van a poder solucionar con un México de emprendedores.

Sin menospreciar la necesidad de generar nuevos negocios (que provean fuentes de empleo y de desarrollo innovador) y de que el gobierno y el sector privado deben encontrar mecanismos para apoyar a estos nacientes empresarios, la verdad es que nos hemos pasado de tueste en la actitud que tomamos. Hace una generación los emprendedores eran invisibles. Hoy son superestrellas. Hace una generación no había un crédito disponible. Hoy el gobierno federal aporta millones de pesos a proyectos de nuevos negocios. Hace una generación la mamá hablaba con pena de su hijo el rarito que decidía dejar el camino godínez para lanzarse a su propia empresa, hoy tiene todas sus fotos en su cartera. Hemos pasado de un “no se puede” a un “todos pueden”. Ambas esquinas son erróneas.

La verdad es que necesitamos encontrar un punto intermedio que sea próspero tanto para el país (que el mayor porcentaje posible de proyectos en donde se invierten recursos públicos y privados tengan posibilidades de ser exitosos) como para las personas que se inician este camino (no tomarlo porque es la opción más de moda o porque “Si Pepe y Toño pueden seguro yo también puedo hacerlo”).

Necesitamos plantear una “realidad más real” a los emprendedores y a todos aquellos que están iniciando el camino del emprendimiento. Desbancando dos mitos principales:

1.- No todos estamos hechos para ser emprendedores. Hay una confusión en el término “emprendedor”. Todos podemos y debemos ser gente emprendedora (léase creativa y proactiva) en todos los ámbitos de nuestra vida personal y profesional. Pero no todos estamos cortados con la tijera para iniciar un negocio propio. La moda del emprendedurismo omite preguntarle a la gente si tiene las características necesarias para dar un salto, a veces más a veces menos calculado, al precipicio, trabajar como loco, vivir en la incertidumbre… querer no siempre es poder. Hay que tener el carácter para hacerlo. Y no, el carácter no se enseña en los anuncios o espectaculares con emprendedores de caras bonitas y brillantes. La mayor parte de los  emprendedores están ojerosos, despeinados y cansados.

2.- Hay que hablar la mitad y trabajar el doble. La cantidad de ferias, seminarios, programas, sitios, gurús, canales, libros, hangouts, incubadoras, grupos de apoyo… que hay en torno a los emprendedores es impresionante. Una industria de millones de dólares enfocada a “apoyar al emprendedor”. La verdad es que la mayor parte de los nuevos empresarios exitosos tienen que dedicarse sólo a una cosa: a trabajar. Hay que ser muy cuidadosos con la cantidad del tiempo que se destina a cualquier cosa que no es trabajo. La asesoría y el apoyo son necesarios, pero no cuando son a costa del trabajo que se tiene que estar haciendo.

A fin de cuentas, regresando al chiste de Pepito, lo que queremos todos es tener un millón de dólares en la cartera.

adinachel@gmail.com
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