David Páramo

Análisis superior

David Páramo

6 Oct, 2014

Javier Arrigunaga

En febrero, cuando Banamex informó a las autoridades financieras que Oceanografía les había causado un quebranto por 400 millones de dólares, Javier Arrigunaga presentó su renuncia como director general de la institución.

Ofreció a Michael Corbat mantenerse en el puesto mientras se controlaban los daños y se tomaban acciones. En estos días la Comisión Nacional Bancaria y de Valores anunciará las sanciones en contra de la institución de crédito por la evidente falla de controles de gestión y administrativos.

Así que el viernes la salida de Arrigunaga se oficializó con un comunicado poco elegante, en el que citando a Manuel Medina Mora, presidente del consejo de administración, se puede leer: “A la luz de las dificultades que ha enfrentado nuestra institución a lo largo del último año, Javier Arrigunaga llegó a la determinación que era necesario un cambio de liderazgo”.

Más allá, la burocracia de Citigroup cobró facturas a los mexicanos. Durante muchos años Banamex fue la subsidiaria estrella y en la crisis 2008-9 fueron recursos provenientes de México los que lo rescataron. Ante el resbalón, los ejecutivos aprovecharon para hacer crecer una situación grave para desquitarse de los que durante mucho tiempo han sido los consentidos de la organización por su capacidad para generar resultados.

Es un hecho que un asunto como el de Oceanografía debía implicar la renuncia de altos niveles porque fallaron los controles y la imagen de la institución se vio muy afectada. Hace unas semanas hicieron un evento con el presidente Enrique Peña Nieto, en el cual inflando las cifras llegaron a un compromiso de inversión de la tercera parte del que tiene Bancomer en operación el cual buscaba, según los aplaudidores, demostrar que estaban de regreso.

Arrigunaga, a pesar de esta situación, debe ser juzgado de una manera mucho más amplia que este último hecho. Quienes le conocemos desde la década de los noventa como funcionario de Banco de México, sabemos que es un hombre capaz, bien intencionado al que le tocó asumir, como líder de la organización el costo de errores graves en coordinación y controles en contra de operaciones riesgosas.

No se debe dudar que Arrigunaga estará de regreso quizá en alguna empresa o dentro del sector financiero en un lapso verdaderamente corto. Hasta donde se sabe ha recibido ya por lo menos un par de ofrecimientos de primer nivel; sin embargo, hará bien en respirar hondo.

Riesgo moral

Cuando se decidió que Arrigunaga estuviera este año al frente de la Asociación de Bancos de México, ya se sabía del quebranto de Oceanografía. En este mismo espacio publicamos columnas en las que referíamos cómo algunos, como Guillermo Ortiz Martínez, habían tenido que tragarse sus palabras sobre el supuesto riesgo reputacional que le cargó a Luis Peña en una ridícula venganza. De hecho, se tuvo que elaborar una gran operación de relaciones públicas para que no fuera el tema dominante en la reunión de banqueros.

De hecho, durante aquella convención Alejandro Valenzuela hizo un tímido intento de cuestionar el mandato de Arrigunaga, por el riesgo reputacional que no fue seguido por otros banqueros toda vez que prefirieron que, sin escándalos, se hiciera evidente el error de criterio del aún presidente de Banorte.

Al renunciar a Banamex Arrigunaga también tuvo que hacerlo a la presidencia de la ABM y por estatutos el presidente interino debe surgir de entre los vicepresidentes. Todo el mundo sabe que no serán Héctor Grisi, Javier Foncerrada o Daniel Becker, dado que Luis Robles ha seguido siendo la figura dominante dentro de este gremio y de hecho suplió en una gran cantidad de ocasiones al ausente Arrigunaga que debía enfrentar la crisis de su institución.

La próxima reunión del comité de asociados estaba ya programada para el 15 de octubre, luego de dos retrasos que mucho tuvieron que ver con la agenda del secretario de Hacienda, Luis Videgaray (la más reciente por su comparecencia ante los legisladores) en la cual sólo faltará que se haga oficial el interinato del presidente del consejo de administración de Bancomer.

Más allá, la pregunta importante es quién ocupará la presidencia de este gremio a partir de marzo. Una de las preocupaciones de Arrigunaga es justamente ver si se puede definir qué pasará con el próximo presidente de común acuerdo Robles, quien sin duda, no sólo es una gran autoridad ante los banqueros sino de los líderes más importantes de la iniciativa privada nacional.

Si se hablara por los resultados y la capacidad de interlocución, la respuesta lógica es que Robles Miaja tomara otro periodo de dos años. Sin embargo, no parece ser lo mejor para este gremio puesto que como presidente, vicepresidente, figura de apoyo, líder moral y ahora como presidente interino, este hombre lleva mucho tiempo como la figura señera.

Es necesario que el presidente de Bancomer, referente gremial desde finales de los noventa, adopte el ejemplo. Lo mejor que le puede pasar a esta agrupación es que comience a generar nuevos líderes.

Candidatos

La composición de la ABM prácticamente obliga a que el presidente provenga de una de las grandes instituciones que, entre otras cosas, son las que más aportan para su manutención.

Evidentemente no puede ser Valenzuela y mucho menos Ortiz Martínez. El primero por el proceso que se vive en su banco, en cuanto a los grupos del control. Y el segundo porque es dudoso que se mantenga dentro de Banorte, teniendo una gran cantidad de reacciones en contra de la mayoría de directivos de otros bancos, así como una paupérrima interlocución con las autoridades.

La siguiente opción podría ser Marcos Martínez, a quien no le gustan las representaciones gremiales y tiene que estar muy pendiente de los ajustes en la cúpula de Santander, tras la llegada de Ana Botín y la renovación que se dará.

Así, el candidato más viable vuelve a ser Luis Peña, a quien los hechos demostraron que el supuesto riesgo reputacional que le imputaron algunos no era absolutamente nada, comportándose con gran altura durante la elección pasada.

De hecho, hay quienes sostienen que la mejor salida sería impulsar al director de HSBC incluso con el apoyo abierto de Valenzuela, quien en este momento no tiene toda la libertad de movimiento.

En el equipo de Peña la posición es que se debe tener calma y ver cómo se desenvuelven las cosas. Evidentemente sólo tomará la posibilidad si es por unanimidad.

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