Luis Enrique Mercado

Perspectivas

Luis Enrique Mercado

6 Oct, 2014

Por fin, el gobierno asume agenda de productividad

En este espacio hemos sostenido que, a fin de cuentas, con toda la estabilidad macroeconómica, con todo el potencial exportador, los principales productos de la economía mexicana son pobres, informales y migrantes.

A pesar de programas tan nobles como el ahora llamado Progresa, la realidad es que la pobreza de hoy en México es la misma que hace 20 años.

En 1992, 53.1 por ciento de los mexicanos estaba en pobreza patrimonial; hoy, 52.3 por ciento.

La migración ha vaciado estados, pueblos y comunidades enteras. Por ejemplo, más de la mitad de los zacatecanos viven en Estados Unidos, Michoacán es el estado que más personas expulsa y muchos veracruzanos se fueron a Ciudad Juárez en busca de oportunidades y crearon los “juarochos”.

Y en materia de informalidad, los cálculos dicen que la economía informal podría representar 60% del total.

Y es lógico que estos sean los resultados:

La economía mexicana no crece. Entre 1980 y 2013 creció a una tasa anual de 2.4 por ciento, la mitad de lo que crecieron países emergentes y una tercera parte del crecimiento de los países asiáticos.

Y somos una sociedad improductiva. Un estudio del Cidac, un think tank que preside Luis Rubio, dice que en esta materia, para hacer lo que hace un irlandés se necesitan cinco mexicanos.

Las cifras duras presentan un panorama peor: las mediciones de la productividad dicen que la eficacia de la economía ha bajado consistentemente en los últimos 20 años. Hasta 2011, por ejemplo, la productividad total fue casi nueve por ciento menor a la de 1990.

El contraste más dramático en este aspecto es entre  México y Corea.

Hace 30 años este país estaba en la ruina absoluta; pero su productividad ha crecido casi 60 por ciento desde entonces mientras que la de México ha caído. Hoy Corea es un país donde sus habitantes tienen un ingreso per cápita lo doble que el de los mexicanos.

Por sectores, el panorama espanta: en comercio, entre 1990 y 2011 la productividad cayó 15 por ciento; en manufacturas, la productividad se mantuvo sin cambios.

Es un panorama desolador. Ahí está la explicación de la pobreza, el atraso, la marginación, la desigualdad.

En esencia, la economía mexicana es un pastel que tiene el mismo tamaño que hace 30 años, para repartirlo entre más del doble de la población.

Por ello, abre la llave de la esperanza el que el gobierno se comprometa clara, abierta y contundentemente con una agenda en favor de la productividad y la competitividad del país. Al menos, esa es la señal que la iniciativa presidencial que llegó a la Cámara de Diputados la semana pasada, para impulsar productividad  y competitividad.

La iniciativa establece el propósito claro de que el gobierno sea el rector de una agenda para hacer más eficiente la economía mexicana, los mecanismos para lograrlo, los organismos encargados de hacerlo, la periodicidad con la que se deben realizar las mediciones que permitan evaluar si vamos bien o vamos mal.

Sin duda hay temas que suscitan dudas. Por ejemplo, el hecho de que el gobierno sea el encargado principal de la productividad, cuando es el sector más improductivo del país; el que en la iniciativa no haya datos numéricos de a dónde se quiere llegar, cuánto se quiere aumentar la productividad por año.

Pero como quiera que sea, aún con los defectos que esta iniciativa de ley pueda tener, la realidad es que es la primera demostración de que, por un lado, el gobierno tiene detectado dónde está el corazón del desastre que ofrece tan lamentables resultados: la falta de eficiencia que hace que los factores de la producción, capital, laboral, infraestructura, tiempo, trámites, etcétera, se desperdicien y aprovechen mal.

Hasta el próximo lunes con nuevas… Perspectivas.

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