José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

24 Oct, 2014

Mujer y misión extraordinarias

Hacía tiempo que no encontraba a alguien que adoptara una misión digna del Quijote de la Mancha como una ilustre española que conocí hace poco. Doña Teresa Valcarce se propuso que el Senado de Estados Unidos ordenara colgar el óleo de Bernardo de Gálvez en la Galería de Retratos del Capitolio y lo consiguió.

¿Qué importancia puede tener para México que el retrato de un noble español sea colocado en la residencia del poder legislativo de Estados Unidos? Es un reconocimiento simbólico de la mayor importancia de la esencial contribución que un ilustre español, y mexicano también, hizo para conseguir la independencia de Estados Unidos.

Gálvez, quien fue un querido gobernante en nuestro país, que era a la sazón la más fulgurante joya del imperio español, como gobernador de la Luisiana había jugado un papel fundamental en derrotar a los ingleses que pretendían invadir ese territorio, que al igual que Cuba, eran parte del virreinato de la Nueva España.

Él logro interceptar una comunicación en la que el rey de Inglaterra ordenaba a sus tropas en Florida que se aprestaran a invadir Nueva Orleans, capital de Luisiana. Con ese conocimiento, Gálvez logró, en reiteradas y heroicas batallas, derrotar a los ingleses, tomar la ofensiva y arrebatarles los territorios limítrofes al Golfo de México.

Su campaña militar culminó con la toma de Pensacola, a la sazón capital de Florida Occidental, y de La Movila —hoy Mobile, Alabama—, dejando a los ingleses sin bases navales en el Golfo de México, lo que permitió recuperar partes importantes de las Antillas.

Para Estados Unidos, la exitosa campaña militar de Gálvez permitió evitar que las tropas inglesas cercaran sus territorios desde el sur, al tiempo que ayudaba al ejército del general George Washington con avituallamiento, armas y soldados, por lo que sin su concurso su guerra de independencia pudo haber fracasado.

Al igual que su tío José y su padre Matías, Bernardo de Gálvez culminó su exitosa carrera militar y profesional en la Ciudad de México, como virrey de la Nueva España, donde en el breve lapso que le tocó vivir en esa posición, antes de su prematura muerte a los 40 años de edad, hizo contribuciones importantes a su bienestar.

El virrey confrontó con energía y con sus propios recursos el peligro de la hambruna que amenazó a nuestro país a consecuencia de desastrosas cosechas debido a heladas, en 1785, y a plagas devastadoras el año siguiente, al tiempo que reconstruía el Castillo de Chapultepec, instalaba alumbrado público en la Ciudad de México, emprendía la construcción de las torres de la Catedral y el camino a Acapulco.

A la muerte de Gálvez, y dada su popularidad entre los mexicanos, se decidió llevar su corazón a una de las capillas de la Catedral Metropolitana mientras que sus restos fueron enterrados, al igual que los de su padre, en el magnífico convento de San Fernando que, paradójicamente, se habría de convertir en el antiguo Colegio Militar.

La notable hazaña de Tere Valcarce, con incontables horas de cabildeo para lograr que el gobierno de Estados Unidos enmendara su omisión y reconociera la enorme contribución que el Marqués de Gálvez hizo a su independencia, es aún más notable cuando se considera que ella es una exitosa profesionista, madre de familia y esposa ejemplar.

A mi juicio, es de la mayor importancia que México se sume al esfuerzo que está  haciendo esta española destacada, pues Gálvez es tan nuestro como es peninsular, y ya va siendo tiempo que México acredite las importantes contribuciones que se hicieron desde nuestra tierra a la independencia de Estados Unidos.

Ojalá que pronto nos reconciliemos con nuestra doble herencia indígena y española, que por tanto tiempo hemos ignorado, pues el México moderno, pujante y ambicioso al que todos aspiramos, no es posible sin admitir al mismo tiempo la doble paternidad de nuestra raza y nuestra cultura, como lo reconoció José Vasconcelos.

Por desgracia, tenemos la vista fijada en nuestras diferencias con el vecino norteño y en los territorios perdidos en los conflictos bélicos del siglo XIX, y no en los muchos proyectos que hemos emprendido juntos, desde auxiliarnos mutuamente en nuestras guerras de independencia y frente a enemigos comunes, como los invasores franceses de Napoleón III, hasta el Tratado de Libre Comericio de America del Norte.

¡Adoptemos la causa de Bernardo de Gálvez como nuestra y celebremos con Tere Valcarce su gran éxito!

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