Víctor Beltri

Víctor Beltri

30 Oct, 2014

México como Corea

Pensemos en un momento en el tiempo. Mediados del siglo pasado, por ejemplo. El 25 de junio de 1950, para ser precisos. En esa fecha, Corea del Norte, con el apoyo de la entonces Unión Soviética y China, invadió Corea del Sur en medio de las protestas del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, quien solicitó un inmediato cese al fuego que fue completamente ignorado por los invasores.

La guerra fue cruenta y duró tres años en los que, de acuerdo con algunas cifras, podrían haber fallecido alrededor de un millón de personas. Poca había sido, sin embargo, la tranquilidad para los coreanos antes del enfrentamiento: la península había sido ocupada por Japón desde 1910 hasta 1945, cuando la Unión Soviética le declaró la guerra a esta última nación y ocupó la porción correspondiente al norte del paralelo 38. En 1948 ya se habían formado dos gobiernos en los respectivos territorios, cada uno apoyado por una de las dos potencias de la Guerra Fría, y ninguno reconocía la legitimidad del otro. A partir de ahí las tensiones se incrementaron hasta que finalmente estalló la conflagración. Las cosas no fueron sencillas tras la guerra: en 1957, por ejemplo, el Producto Interno Bruto de Corea del Sur se encontraba por debajo del de Ghana, y los prostíbulos constituían una de las mayores fuentes de ingreso para la nación durante la década de los sesenta. En Corea del Norte, bajo el dominio comunista, la situación no era mucho más prometedora.

Eso, en los sesenta. Hoy, cincuenta años más tarde, las diferencias entre Corea del Sur y Corea del Norte son más palpables que nunca, y no sólo en términos económicos sino también en términos físicos: la estatura promedio de un hombre en Corea del Sur es de 1.71 metros, mientras que Corea del Norte es de 1.65. Este último país, incluso, tuvo que reducir la estatura mínima para ingresar al ejército de 1.40 a 1.37, mientras que Corea del Sur tuvo que incrementar el límite máximo de 1.96 a 2.04 metros.

Dejemos hasta aquí, por un momento, la historia de Corea y regresemos a México. En la década de los sesenta tuvimos dos presidentes, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz. Las administraciones, precisamente, de Antonio Ortiz Mena y el llamado ‘Desarrollo Estabilizador’. La economía mexicana crecía en un 6.6% anual, con inflación de 2.2%, e incluso el FMI llegó a declarar que el peso era considerado una de las ‘monedas fuertes’. El salario mínimo aumentó casi al doble, y se redujo sustancialmente la deuda externa.

Antes de entrar en comparaciones dolorosas, cabe formular las preguntas que sin duda rondan en su cabeza. ¿Cómo logró Corea del Sur la posición que ocupa en el concierto mundial? ¿Cómo es posible que una economía que hace 50 años sobrevivía gracias a la prostitución tenga una planta productiva como la coreana? Pero sobre todo, ¿por qué, si hace 50 años la situación de México parecía tan prometedora, no hemos sido capaces de estar al menos como Corea?

Las respuestas a estas preguntas pueden ser tan diversas como el número de interlocutores. Algunos dirán que se trata de las reformas estructurales que emprendieron a tiempo, otros posiblemente hablarán de apertura comercial y combate a la corrupción. Y es correcto, en parte.

Es correcto porque, efectivamente, el andamiaje institucional debe ser sólido y abierto al comercio, cerrando la puerta a las prácticas de corrupción que distorsionan la realidad. Pero no se trata tan sólo de eso: es de vital importancia cambiar la mentalidad de la población, convertir la necesidad de mejorar en una voluntad constante, descubrir la vocación comercial de cada región y crear las universidades y centros de investigación que alimentarán las industrias que se convertirán en un polo de desarrollo para el futuro. En pocas palabras, es necesario adoptar las políticas públicas necesarias para fomentar la innovación no sólo en las empresas o en el sector público, sino en la ciudadanía en general.

En 50 años podríamos estar viviendo una realidad similar a la que vive Corea actualmente. Que sea la del Norte, o la del Sur, dependerá de la astucia del gobierno federal para impulsar las políticas públicas adecuadas.

Lo invito a continuar la conversación a través de Twitter o de mi correo electrónico, donde responderé con gusto a sus preguntas. Innovemos juntos.

vbeltri@duxdiligens.com

@vbeltri

 

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