Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

13 Nov, 2014

¿Cuándo y quién debe desenmascararlos? ¿O los dejarán seguir así hasta la debacle?

Los sucesos que día con día se registran en Guerrero, Michoacán, Oaxaca y el Distrito Federal, prueban de manera clara lo que algunos hemos señalado desde hace un buen tiempo.  

¿Acaso habría hoy, alguien que dude del carácter y verdaderos objetivos de los grupúsculos que controlan y usufructúan la estructura y recursos de la CTEG, la CNTE, la Sección 22 y la Normal Rural de Ayotzinapa? ¿Quién podría negar hoy, a la luz de los delitos cometidos, que aquéllos son capaces de utilizar cualquier pretexto para delinquir y, frente a la infrecuentísima eventualidad de ser presentados ante una autoridad judicial para responder por los delitos cometidos, no se cansan de afirmar que son víctimas?

¿Acaso no ha quedado clara su catadura cuando, sin consideración alguna para los familiares de los 43 supuestos estudiantes de la dizque normal de Ayotzinapa, han utilizado el brutal y salvaje asesinato de aquéllos para hacer avanzar su causa la cual, cínicos, venden como revolucionaria?

Para quienes tienen una agenda política e ideológica cuyo objetivo es justificar la revolución mediante la lucha armada, todo debe ser utilizado para provocar disturbios y cometer actos delictivos diversos a la espera de la represión.

Lo que en realidad buscan, con miras a lograr la desestabilización en algunas ciudades y regiones de Michoacán, Guerrero y Oaxaca y también en el Distrito Federal, es parte central de la estrategia de la lucha armada que se daría, reza la ilusión juvenil de esos delincuentes, una vez que el Estado burgués reprimiere al pueblo bueno y éste, indignado y con las armas en la mano, se lanzaría a derrocarlo para construir el socialismo. 

Si no fuere por lo que esos grupúsculos llevan a cabo en los tiempos que  corren, uno pensaría que es imposible hoy, que aquella vía revolucionaria —que llevó a una muerte inútil a miles de jóvenes bien intencionados pero ingenuos— sea aceptada como válida por quien posea una mínima dosis de cordura, y los conocimientos elementales de lo que el mundo cambió estos últimos 50 años.

¿Quién entonces toma en serio—en el segundo decenio del Siglo XXI—, una estrategia que yace arrumbada —desde hace años— en el basurero de la historia? Los ignorantes, o quienes han elegido el delito como su modus vivendi.

Hoy, grupúsculos de delincuentes inadaptados a los que les fue imposible —en su momento—, dejar la clandestinidad revolucionaria para incorporarse a la lucha democrática legal y abierta, han hecho de la supuesta vía revolucionaria de la lucha armada una forma de vida; con esa idea que como dije, la historia relegó ya al basurero, esos grupúsculos de delincuentes encubren y justifican la comisión de delitos diversos.

Para ellos, delinquir amparados en marchas, plantones y bloqueos es, simplemente, agudizar las contradicciones. Piensan, ilusión juvenil de los años sesenta, que así se darían las condiciones para la lucha armada. Pobres ingenuos, no ven que el mundo cambió.

¿Quién debe desenmascararlos, para que la sociedad se dé cuenta del objetivo con el que sueñan? Evidentemente la autoridad porque, esos delincuentes jamás harán caso de los llamados lacrimógenos como los que hace el pusilánime gobernador de Guerrero.

¿Y el país? ¡Qué se joda!

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