La industrialización ya no es garantía de riqueza

Los gobiernos en todo el mundo emergente sueñan con repetir el éxito de China, pero la transformación tecnológica está cambiando a la economía del desarrollo
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La transformación tecnológica ahora en marcha parece estar cambiando permanentemente a la economía del desarrollo. Foto: Getty
La transformación tecnológica ahora en marcha parece estar cambiando permanentemente a la economía del desarrollo. Foto: Getty
Hace 35 años, Shenzhen era una diminuta aldea pesquera al otro lado del río frente al Hong Kong británico. Sus habitantes, como la mayoría de los chinos, vivían en la pobreza. En 1978, el ingreso promedio en Estados Unidos era unas 21 veces mayor que el de China.
 
Los gobiernos en todo el mundo emergente sueñan con repetir el éxito de China.
 
Sin embargo, en 1979, el líder chino Deng Xiaoping eligió a Shenzhen como la primera zona económica especial del país, libre para experimentar con la actividad de mercado y el comercio con el mundo exterior.
 
Shenzhen se encontró rápidamente a la vanguardia del desarrollo económico chino, usando el mismo modelo que Japón, Corea del Sur y Hong Kong mismo habían aplicado en sus primeras etapas. 
 
A fines de los años 70, China bullía de mano de obra poco calificada y barata. Abrió sus puertas – las derribó, en lugares afortunados como Shenzhen – a los fabricantes extranjeros que esperaban aprovechar estos bajos costos de mano de obra. Incluso con salarios ínfimos, la productividad y el salario en las fábricas urbanas eran drásticamente superiores que en la agricultura, de manera que la naciente industrialización de China atrajo a un flujo constante de migrantes procedentes del campo.
 
Conforme pasó el tiempo, la producción local se volvió más sofisticada y los salarios subieron. Las ciudades industriales sirvieron como escaleras para el desarrollo, vinculando a la economía china con los mercados mundiales y permitiendo que los ingresos subieran constantemente.
 
Los frutos de este proceso son claramente visibles. A medida que los visitantes se acercan a los retenes entre Hong Kong y el continente, surge un horizonte moderno. Grandes rascacielos cubiertos de cristal se elevan en el centro de Shenzhen, que se jacta de tener algunos de los edificios más altos del mundo. 
 
Al nivel de la calle, los trabajadores chinos se pasean entre tiendas que exhiben marcas de lujo occidentales como Bulgari, Ferrari y Louis Vuitton.
 
Los gobiernos en todo el mundo emergente sueñan con repetir el éxito de China, pero la transformación tecnológica ahora en marcha parece estar cambiando permanentemente a la economía del desarrollo. 
 
China quizá esté entre las últimas economías en poder aprovechar la industrialización para alcanzar el estatus de clase media. En vez de ello, gran parte del mundo emergente está enfrentando un problema que Dani Rodrik, del Instituto para Estudios Avanzados en Princeton, Nueva Jersey, llama “desindustrialización prematura”.
 
Durante la mayor parte de la historia económica reciente, “industrializado” significaba “rico”. La mayoría de los países que estaban altamente industrializados eran ricos, y eran ricos porque estaban industrializados.
 
Sin embargo, esta relación se ha roto. Arvind Subramanian del Instituto Peterson para la Economía Internacional en Washington, quien según se dice pronto se convertirá en jefe de asesores económicos del gobierno indio, señala que, en cualquier nivel de ingreso dado, los países de hoy dependen menos de la manufactura, en términos de producción y empleo, que en el pasado, y que el nivel de ingresos per cápita en el cual repunta la dependencia de la manufactura también ha declinado constantemente. 
 
Cuando Corea del Sur alcanzó ese punto en 1988, los ingresos de sus trabajadores promediaban ligeramente más de 10,000 dólares por persona, en dólares de 2011 ajustados a la inflación. Cuando Indonesia llegó ahí en 2002, el ingreso promedio no llegaba a 6,000 dólares, y para India en 2008 fue de apenas 3,000 dólares.
 
La pérdida prematura de la industria – o, en el caso de India, lo que Subramanian llama la “no industrialización prematura” – es una tendencia inquietante, dado el papel que las exportaciones de productos han desempeñado históricamente en el desarrollo económico. La productividad en las industrias de exportación generalmente es alta, porque de otro modo no podrían competir en los mercados mundiales. 
 
Con el tiempo, la productividad, al hacer bienes comerciables, tiende a aumentar conforme las empresas y los trabajadores en la industria se familiarizan con las tecnologías involucradas. Historias pasadas de éxito en desarrollo como los tigres asiáticos pasaron de productos de bajo margen y mano de obra intensiva como ropa y juguetes, a ensamblaje de productos electrónicos, luego a fabricación de componentes y, en los casos de libro de texto como Japón y Corea del Sur, a la manufactura, diseño y administración avanzadas.
 
El éxito de las exportaciones se derrama al resto de las economías en desarrollo. Ya que los productores de bienes y servicios no comerciables, como los constructores de casas y los abogados, deben competir con los exportadores por la mano de obra, necesitan pagar salarios atractivos. 
 
Al mismo tiempo, la oportunidad de un trabajo bien pagado en la manufactura crea un incentivo para que los trabajadores se muden a las ciudades e inviertan en educación. Un sector de exportación que se esté industrializando es como un barco de carreras que saca al resto de la economía de la pobreza.
 
En comparación, la pérdida de la industria en los niveles de bajos ingresos pone un tope a la contribución que la manufactura puede hacer a los niveles de vida nacionales. Ese no es un problema pequeño, porque no hay una estrategia alternativa obvia para convertir a los países pobres en ricos.
 
El cambio en el papel de la tecnología en el desarrollo empezó en los años 80. Richard Baldwin, un economista del Instituto de Posgrado de Estudios Internacionales y de Desarrollo en Ginebra, explica que, durante gran parte de la historia económica moderna, la fuerza impulsora detrás de la globalización fue el declinante costo del transporte. 
 
Los embarques impulsados por energía en el siglo XIX y el extendido uso de contenedores en el XX redujeron los costos de los fletes, de hecho encogiendo al mundo. Sin embargo, dijo, desde los 80 la tecnología de la información barata y poderosa ha desempeñado un papel mayor, permitiendo a las empresas coordinar la producción a través de grandes distancias y de las fronteras nacionales. La manufactura “se dispersó” conforme las cadenas de suministro se extendieron por el mundo.
 
Según Baldwin, esto ha significado un cambio profundo en lo que significa estar industrializado. 
 
El desarrollo de una base industrial en Japón y Corea del Sur fue un proceso largo y arduo en el cual cada economía necesitó crear capacidades a lo largo de toda la cadena de suministros para manufacturar productos terminados. Eso significó que pocas economías dominaran el modo, pero las que lo hicieron fueron recompensadas con una economía rica y diversa.
 
En la era del comercio de cadena de suministros, en comparación, la industrialización significa poco más que abrir los mercados laborales a los fabricantes mundiales. 
 
Los países que pueden apropiarse de partes de las cadenas de suministro mundiales son rápidamente recompensadas con mucho empleo manufacturero, pero el desarrollo que fácil llega también fácil se puede ir. A menos que las economías involucradas eleven rápidamente las habilidades de sus trabajadores y su infraestructura, los aumentos salariales pronto podrían llevar a los fabricantes a partir hacia ubicaciones más baratas.
 
Otro mecanismo a través del cual la nueva tecnología está cambiando el proceso de desarrollo es la desmaterialización de la actividad económica. 
 
El consumo en todo el mundo está cambiando de “cosas básicas a cosas secundarias”, dijo Subramanian. La gente en todas partes está gastando una parte mayor de su ingreso en servicios como atención médica, educación y telecomunicaciones.
 
Este cambio se refleja en el comercio. Subramanian y Kessler señalan que, medidos en términos brutos, los embarques de productos dominan el comercio tanto como siempre. Representaron 80 por ciento de las exportaciones mundiales en 2008, la cifra más reciente disponible, bajando apenas ligeramente respecto de 83 por ciento en 1980. 
 
Sin embargo, medidos en términos de valor añadido, la importancia del comercio de productos se ha desplomado, pasando del 71 por ciento de las exportaciones mundiales en 1980 a solo 57 por ciento en 2008, debido al creciente peso de los servicios en la producción de productos comerciables. Mucho del valor de un iPhone, por ejemplo, se deriva del diseño original y la ingeniería del producto en vez de sus componentes y ensamblaje.
 
Un informe reciente del Instituto Global McKinsey situó el valor en 2012 del comercio “de conocimiento intensivo”, lo que significa los flujos de bienes o servicios en los cuales la investigación y desarrollo o la mano de obra calificada contribuyen a una gran parte del valor, en 12.6 billones de dólares, o casi la mitad del valor total del comercio en bienes, servicios y finanzas. 
 
El ensamble físico representa una parte declinante del valor de los productos terminados. El componente de “conocimiento intensivo” del comercio también está creciendo más rápidamente que el comercio en productos y servicios de mano de obra intensiva, capital intensivo o recursos intensivos.
 
Al mismo tiempo, la drástica declinación en el costo de las tecnologías de la información y las comunicaciones ha abierto el comercio en algunos servicios de alto valor. Los programadores calificados en India, por ejemplo, pueden vender sus servicios de TI en todo el mundo pese al bajo nivel de desarrollo general de la economía india.
 
India tiene masas de mano de obra poco calificada y barata que debe ser atractiva para las empresas que quieran establecer instalaciones de manufactura de bajo costo. Pero operarlas requeriría al menos algunos trabajadores calificados, y la creciente bonificación sobre estos creada por el comercio en los servicios de TI hace poco económico para muchos potenciales fabricantes contratar al talento necesario.
 
Otros avances están eliminando la necesidad de la mano de obra humana en conjunto. 
 
 
Subramanian y Raghuram Rajan, otro economista indio, han llamado a esto el “virus de Bangalore”, una referencia al clúster tecnológico extraordinariamente exitoso en la ciudad india sureña de Bangalore, pero otras economías emergentes se ven afectadas de manera similar.
 
Otros avances están eliminando la necesidad de la mano de obra humana en conjunto. Recorriendo la línea de producción de productos electrónicos en el campus Longhua de Foxconn en Shenzhen, un trabajador señaló los lugares donde las personas ya han sido reemplazadas por maquinaria; “para reducir lesiones en los trabajadores”, dijo. 
 
En otra parte de la línea, indicó un lugar donde se está probando un robot para que se haga cargo de una variedad de tareas hasta ahora desempeñadas por humanos. Quizá 10 por ciento del personal en Longhua consiste ahora de ingenieros que trabajan en esa automatización.
 
Las soluciones exitosas se llevarán a otras instalaciones de Foxconn, dijo Louis Woo, un asesor especial del presidente de Foxconn, Terry Gou. Foxconn tiene ambiciones aun mayores: En Chengdu está trabajando en una instalación “desasistida” y totalmente automatizada que va a prestar servicio a un solo cliente aún no identificado.
 
Foto: Getty
 
En la China de rápido desarrollo, y que envejece rápidamente, los trabajadores se están volviendo cada vez más costosos, así como difíciles de encontrar. La automatización ofrece un medio de retener el trabajo que de otro modo empacaría y se mudaría a otro país.
 
También ahorra muchos problemas. Enormes áreas del campus Longhua de Foxconn están dedicadas a servicios de apoyo para el aproximadamente cuarto de millón de trabajadores empleados ahí: tiendas y restaurantes, una enorme cocina central con equipo automatizado para cocer arroz, dormitorios que albergan a la mitad del personal, escuelas para los hijos de los trabajadores y servicios de orientación para los empleados deprimidos. 
 
Los dormitorios de Foxconn están rodeados en redes, una precaución tomada ante una epidemia de suicidios por parte de los trabajadores que desencadenó un torrente de prensa negativa para la compañía y sus clientes. Ciertamente, dijo Woo, a menudo, son los clientes los que están detrás de la campaña para una mayor automatización de las instalaciones de Foxconn.
 
El declinante costo de la automatización hace que el uso de robots sea atractivo incluso en India, donde las ciudades bullen de trabajadores jóvenes desempleados. La razón principal para ello es la maraña de papeleo del país. Subramanian piensa que la mejor esperanza de India sería concentrarse en producir trabajadores más altamente calificados, en vez de contar con que la manufactura absorba a sus millones de desempleados.
 
El rápido crecimiento en las economías emergentes durante los últimos 15 años fue bueno para muchos países pobres en África y Centroamérica, pero la mayoría siguió creciendo más lentamente que los países en desarrollo más ricos en Asia y Sudamérica. 
 
Dada la debilidad institucional, la infraestructura inadecuada y la base de habilidades modesta en muchos de los lugares más pobres del mundo, incluso los salarios bajos ahí quizá sean insuficientes para atraer mucha manufactura.
 
Esa es una perspectiva inquietante. Naciones Unidas estima que la población del África subsahariana aproximadamente se triplicará durante el próximo medio siglo, a unos 2,700 millones de habitantes. 
 
Es poco probable que sea sostenible un modelo de desarrollo en el cual los ingresos rápidamente ascendentes se limiten a unos cuantos altamente calificados. Muchos trabajadores talentosos ya están pensando en emigrar, pero es muy probable que las economías ricas atrapadas por un creciente gasto social y declinantes bases fiscales cierren sus fronteras.
 
Durante las últimas una o dos décadas, la desigualdad, pese a crecer dentro de muchas economías, se ha reducido a nivel mundial, gracias a un rápido crecimiento en los grandes mercados emergentes. A falta de un nuevo modelo de desarrollo, sin embargo, esa feliz situación pronto podría revertirse.
 
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