Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

25 Nov, 2014

Pues sí, el INEGI ratificó lo que sabíamos. ¿Qué hacer entonces para estimular el crecimiento?

El jueves de la semana próxima pasada, aquí mismo, hice una pregunta facilita: ¿Qué nos dirá el INEGI mañana por la mañana? Hay que reconocer que cumplió con creces.

Las cifras dadas a conocer en materia del comportamiento del Producto Interno Bruto (PIB) para el tercer trimestre del año 2015, confirmaron que no alcanzaremos el 2.7 por ciento pronosticado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP); también, de lo dicho en la conferencia de prensa posterior al anuncio aquél —que tradicionalmente ofrecen funcionarios de esa secretaría—, se puede inferir —dado el crecimiento que efectivamente alcanzaremos este año, del orden del 2.2 por ciento y el rango que dieron a conocer como pronóstico para el PIB del año 2015—, que en éste tampoco será alcanzado el 3.7 por ciento, que figura hoy en los Criterios Generales de Política Económica 2015.

Ante esa cruda realidad, mejor dejemos de lado lo que dice la estratagema de haber modificado la metodología para anunciar el pronóstico del comportamiento del PIB, y concentrémonos en lo trascendente, en lo que realmente nos debe ocupar y por qué no, también preocupar: ¿Qué hacer ahora, para estimular —verdadera y efectivamente—, el crecimiento de la economía?

Lo primero que procede, sin duda, es aceptar que lo planteado y puesto en práctica en materia fiscal, no sólo no ha funcionado, sino que ha sido dañino para la economía y el crecimiento de la misma. Si bien le ha permitido al gobierno contar con más recursos para compensar la caída de los ingresos petroleros a la vez que canalizar más subsidios a un conjunto de programas que buscan, más que sacar a millones de la pobreza y la marginación, obtener votos en la elección intermedia del año 2015.

Una vez aceptado, habría que rediseñar lo que tanto daño ha causado, y enseguida presentar a los agentes económicos privados y a los contribuyentes, un esquema fiscal simple y realmente efectivo con tasas más bajas que las actuales y también, una reducción sensible del gasto público.

Por supuesto, urgente y obligado, sería presentar al Congreso tres iniciativas, necesarias y muy útiles en las actuales condiciones; la primera, una simplificación profunda en lo electoral y en la constitución de nuevos partidos políticos para que grupos de ciudadanos pudieren, de manera fácil, rápida y con costos muy bajos, formar un nuevo partido.

La segunda, una reforma que elimine ese absurdo que representa la Fracción XV del Artículo 27 constitucional para que, al eliminar toda traba que limita las dimensiones de la propiedad agrícola, ganadera y forestal, estimulare efectivamente la llegada de capital y tecnología al desastre que es el campo mexicano.

Para completar, presentar al Congreso las iniciativas que reformen leyes vigentes, para conformar un sistema nacional de bachillerato que termine con la anarquía actual, y reduzca sustancialmente el dispendio ofensivo que hoy es regla.

Al mismo tiempo, plantear una modificación al sistema de financiamiento actual de las instituciones de educación superior para lograr, en un plazo máximo de cinco años, una aportación por parte de los beneficiarios de ese nivel educativo, de un porcentaje razonable del presupuesto total de la institución.

Además, todo esto y más, habría que hacerlo como dice Paco Zea, con muchos cataplines.

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