Adina Chelminsky

Aprendiz de brujo

Adina Chelminsky

12 Dic, 2014

Diatriba sobre el riesgo o el que no arriesga no gana

La gente que no asume riesgos comete alrededor de dos errores al año.

La gente que asume riesgos comete alrededor de dos errores al año.

Peter Drucker

Cinco...cuatro...tres...dos...uno... ¡Bungee! Alfredo K, a sus 54 años, brincó al vacío con una mezcla de pánico y emoción. Cuando por fin regresó al piso, sano y salvo y con una sonrisa de oreja a oreja, le gritó al resto de sus amigos, que se limitaban a observarlo desde la orilla, “no puedo esperar para hacerlo de nuevo.”

Cinco...cuatro...tres...dos...uno... ¡compra! Danilo S. decidió dejar su trabajo en una gran empresa y lanzarse al vacío del emprendimiento. Inició el proyecto con una mezcla de pánico y emoción. Hoy, un año después, hay días que está feliz y días que se siente suspendido en el aire.

El riesgo es un factor esencial en todo lo que hacemos, desde los deportes que practicamos hasta la manera en que trabajamos e invertimos. Cierto, cada persona tiene un umbral diferente (hay quienes adoran especular con derivados del tipo de cambio y hay quienes sudan pensando en bonos del Tesoro), pero todos los seres humanos buscamos, una y otra vez, ese rush de adrenalina tan particular que nos da el atrevernos.

El asumir riesgos nos define como seres humanos. “La palabra riesgo, —dice Peter Berenstein, experto en el tema— viene del italiano risicare, que quiere decir atreverse, lo que denota, de cierto modo, que asumir riesgos es una elección más que un destino.”

Y es esta elección de “ir más allá” de los límites establecidos la que ha marcado el avance de la sociedad y el factor determinante en los emprendedores; prosperamos no a pesar de los riesgos que tomamos, sino gracias a ellos. Una especie de darwinismo social, la supervivencia del más valiente es lo que hace que el mundo camine y que las empresas nazcan y prosperen.

Hoy más que nunca vivimos en un mundo donde asumir riesgos, como emprendedores o como personas, es fundamental para sobresalir. Todos debemos perderle el miedo al miedo para poder aprovechar al máximo las posibilidades que se nos presentan todos los días.

Cómo saltar del bungee sin romper la liga

Riesgo, simplemente definido, es la posibilidad de que las cosas no funcionen como esperamos, y existen tres maneras en que se pueden afrontar: la primera es la evasión, hacer todo lo posible por no enfrentar ninguna situación fuera de nuestro control. Esto además de imposible (salvo que vivamos en una caja de cristal) es muy impráctico, ya que limita automáticamente todo lo que podemos lograr. Otra manera es la inacción, asumirlo sin ninguna providencia (a la macha), pagando todas sus consecuencias, por más costosas que sean.

La tercera y correcta forma de enfrentarnos a lo inesperado es mediante una “cultura del riesgo” que nos permita asumir los riesgos de manera calculada para poder aprovechar las posibilidades que ofrecen y minimizar el impacto negativo que pueden tener.

Cuestión de semántica: a lo largo de la vida hemos aprendido que “riesgo” es sinónimo de “catástrofe”. Hay que cambiar esta mentalidad: el atrevimiento es una fuente de posibilidades y placer. Lo catastrófico no es asumir riesgos, sino enfrentarlos mal preparados.

Elimina el factor sorpresa: a pesar de que vivimos en un mundo crudo que nos ha hecho muy escépticos, afrontamos los retos de manera sobreoptimista: por más que sabemos que existen riesgos asumimos que “yo no lo voy a padecer”, por eso cuando se presenta una situación inesperada nos paralizamos. Si estás preparado mentalmente para enfrentar reveses es más probable que los puedas resolver.

Pon las cartas sobre la mesa: antes de dar cualquier paso analiza los riesgos que enfrentas, tanto los que están fuera de tu control como los que vas a asumir conscientemente; evalúa el impacto que puede tener cada uno (en pesos y centavos) y los factores de los que depende. Aun cuando no puedas cuantificar exactamente cada situación, tener un master plan te da la claridad para tomar decisiones más acertadas.

Elabora una estrategia: una vez que tienes claros los riesgos que puedes y quieres asumir, y el impacto que éstos tienen, planea una estrategia para enfrentarlos. ¿Qué pasos puedes tomar para minimizar la posibilidad de que ocurran? ¿vale la pena comprar un seguro?

Plantea escenarios: como con cualquier estrategia, tu exposición al riesgo debe ser pensada con base en diferentes escenarios (desde el óptimo hasta el peor imaginable). Así puedes afinar y ajustar los detalles y asegurar, en la medida de lo posible, que funcione en el mundo real.

Aun con la mejor estrategia y preparación es imposible prevenir todos los reveses de la vida; siempre se van a presentar situaciones inesperadas de las cuales vamos a salir perdiendo, pero las personas y las empresas que están conscientes de que en esta vida hay que tomar riesgos calculados están mejor equipadas para maximizar el crecimiento de su negocio, el rendimiento de sus inversiones o la felicidad en su vida privada. Como bien dijo Winston Churchill: “nadie ha ganado una batalla parado en la línea más segura.”

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