Luis Enrique Mercado

Perspectivas

Luis Enrique Mercado

15 Dic, 2014

Las casas de los secretarios de Hacienda

La mayor cualidad que se busca en quien es secretario de Hacienda es que los mercados financieros nacionales e internacionales  le tengan confianza; crean en lo que les dice y estén seguros de que la conducción de la economía está en buenas manos.

Tan importante es la confianza que se le tenga al secretario de Hacienda, que cuando Jesús Silva Herzog fue designado para ese puesto y su primera tarea fue renegociar la deuda, llegó con el secretario del Tesoro de EU y lo único que se le ocurrió decirle, buscando que le tuvieran confianza fue  “I am Jesus”.

Precisamente por eso, quienes son secretarios de Hacienda tienen comunes denominadores: cuidadosos, prudentes y con una honestidad a prueba de fuego y que se le nota en su conducta, su vestir, las casas donde habitan, los carros personales que conducen.

Eso hace que el secretario de Hacienda no sólo lo sea, sino que lo parezca.

Jesús Silva Herzog, por ejemplo, vivía en  una buena casa a media cuadra de avenida Universidad y a una cuadra de Miguel Ángel de Quevedo; ha sido siempre un hombre de clase media.

Pedro Aspe, el supersecretario de Hacienda de Carlos Salinas de Gortari, vivió durante toda su gestión en un casa en San Ángel y sólo se cambió a un departamento en Polanco cuando ya estaba como hombre de negocios muy exitoso en el sector privado.  Nadie más alejado de la ostentación.

Jaime Serra Puche, cuando fue secretario de Hacienda durante menos de un mes, tenía problemas para enfrentar una hipoteca de una casa que había adquirido en Coyoacán. Y hasta donde se sabe, finalmente no se quedó con ella.

Guillermo Ortiz Martínez, quien fue nombrado secretario de Hacienda para salir de la crisis de 1994 vivía en la colonia Guadalupe Inn en una casa  antigua hermosamente remozada.

José Ángel Gurría vivió durante años en una casa en Lomas Verdes, Estado de México.

Es decir, la historia de la mayoría de los secretarios de Hacienda de los últimos 50 años nos habla de personajes talentosos, de clase media; de familias de la cultura del esfuerzo.

Nunca hasta ahora un secretario de Hacienda había vivido un episodio en el que se dude de su honestidad; nunca, hasta ahora, el titular de las finanzas nacionales ha tenido que explicar el origen de alguna de sus propiedades.

Lo grave del problema que hoy enfrenta el secretario  de Hacienda, Luis Videgaray, es que rebasa el ámbito personal porque afecta la credibilidad de uno de los funcionarios más importantes para la estabilidad y el buen rumbo de la economía de un país.

Hoy por hoy, y desde el inicio de este sexenio, la economía no ha caminado bien; lo grave es que el crecimiento prácticamente ha desaparecido y los dos primeros años de este sexenio está por abajo del más bajo de los promedios anuales.

A eso se le suma una depreciación del peso que preocupa a muchos, aunque se sabe que el tipo de cambio es el factor de ajuste que tiene la economía mexicana. Y a eso se le suma la incertidumbre de los ingresos petroleros por la caída en el precio del energético.

Es decir, cuando muchos indicadores económicos no están en su mejor momento, el secretario de Hacienda recibe un golpe a su credibilidad.

Es verdad que no se ha perdido la estabilidad económica porque no hay manejos irresponsables; es verdad que los fundamentales están sanos, pero también hay que aceptar que probablemente el activo más importante para una economía sean las expectativas, que se generan por credibilidad y confianza, aspectos ambos que hoy están lastimados.

Hasta el próximo lunes con nuevas… Perspectivas

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