David Páramo

Análisis superior

David Páramo

16 Dic, 2014

Competencia bancaria (II)

Ayer establecíamos en este espacio sobre las perspectivas de competencia que se dan entre los primeros cuatro bancos del sistema, en los que claramente hay ventajas por parte de Bancomer, HSBC y Santander sobre Banamex y Banorte, con lo cual se explica una gran parte de la participación dentro del sistema bancario.

Scotiabank, que finalmente está bien administrado por  Enrique Zorrilla, es una gran incógnita. Tuvieron que vender una buena porción de la parte rentable de su cartera, para enfrentar una gran cantidad de años de operación frívola y equivocada. Así que más valdría la pena esperar.

Otros grandes bancos como Inbursa tendrán que determinar si se mantienen en el nicho de mercado en el que se encuentran o si se enfocarán en un mercado verdaderamente rentable como es el de menudeo, el cual ha sido curiosamente despreciado por la inmensa mayoría de los bancos.

Bancomer y Azteca son las dos instituciones que tienen más claro que el negocio bancario dejó de ser de grandes clientes o con un gran poder adquisitivo y se concentra ahora en gente que tradicionalmente no tiene acceso al financiamiento o tiene servicios verdaderamente limitados. El sector bancario es, sin lugar a ninguna duda, un negocio de cada vez más mayoreo, en el cual los márgenes deben tender a disminuir.

La forma en la que se enfrentó la más reciente crisis bancaria consistió en abrir cualquier cantidad de licencias bancarias, al grado que en el país prácticamente se han llegado a tener 50 instituciones, demasiadas si se considera la forma en la cual se realiza el negocio bancario. Hubo bancos como Interacciones que encontraron nichos de mercado en el financiamiento a gobiernos estatales y municipales, que con los cambios en las leyes seguramente dejará de ser un negocio muy rentable. De hecho, implicará que este banco tenga que redefinirse en cuanto a su capacidad de negocios.

Difícilmente veremos una fusión con Banorte, aun cuando muchos creen que el banco propiedad de Carlos Hank Rhon termine fusionándose con el que preside su hijo Carlos Hank González. Hay temas que van más allá del capital.

Sobran

Así las cosas, parecería que sobran una gran cantidad de bancos que están viendo continuamente la forma en cómo se disminuyen sus márgenes de rentabilidad y sus necesidades de capitalización crecen ante la posición inflexible de Banco de México sobre una regulación diferenciada.

En algún momento la Secretaría de Hacienda y la Comisión Nacional Bancaria y de Valores llegaron a considerar la posibilidad de establecer requerimientos de capital y regulación diferenciados, por el tamaño de las instituciones de crédito; sin embargo, se encontraron con la muy férrea oposición de Agustín Carstens, quien simple y sencillamente se mantiene en decir que “bajo su guardia no habrá una crisis bancaria”. De hecho, la posibilidad ha sido abandonada y la regulación sigue siendo particularmente dura. Mientras que México es de los países que cumplen cabalmente con los principios de Basilea III (recientemente se dio una revisión, en la cual se pidió algunos ajustes mínimos) los países de la Unión Europea informaron que no podrán cumplir con esta normatividad.

Los banqueros saben que en el futuro cercano no habrá flexibilización en las normas de capital y en las operaciones posibles, por lo que verán menores niveles de rentabilidad y poca capacidad de crecer.

Fusiones

En este contexto, como he sostenido en esta columna durante los últimos tres años, sería deseable un proceso de consolidación bancaria a través de fusiones y adquisiciones de bancos; sin embargo, no se ha dado a pesar de su utilidad de carácter económico para los accionistas.

Partiendo de la base que el nuevo sector bancario depende en gran medida del volumen, se hace verdaderamente indispensable que las instituciones tengan un tamaño que les permita soportar esta operación y, quizá más importante, convertirse en un factor de competencia en contra de los más grandes y que aumenten la penetración bancaria que, como se ha dicho, se encuentra más de 20 puntos porcentuales por debajo de lo que tienen naciones con grados similares o menores de desarrollo.

Sin embargo, las fusiones no se dan. Parecería que la razón central tiene que ver con una suerte de ego o de encontrar negocios vinculados con el sector empresarial.

Hace unos meses, por ejemplo, parecía evidente que Mifel, encabezado por Daniel Becker, sería fusionado por otro banco o incluso por un capital de inversión; sin embargo, la salida será por la vía de una capitalización por parte de los actuales socios.

Es cierto que en México los empresarios tienen grandes problemas para pulverizar los tramos de control en las que consideran “sus empresas”, de ahí que se den tan pocas colocaciones dentro de la Bolsa Mexicana de Valores y que muchos intentos de fusionarse fracasen de manera rotunda.

Algunos observadores del sector bancario dicen que suelen darse algunos acercamientos sobre posibles alianzas o compras que fracasan, cuando comienzan a pensar cómo se dividirán el consejo de administración o los tramos de poder. Algunas veces parecería que lo lógico es nombrar a presidente y director general independientes que administraran el negocio más grande; sin embargo, chocan con el principio de que “es su banco”.

Hay casos verdaderamente llamativos como el de Juan Antonio Hernández, quien parecería usar el membrete del banco más como una suerte de título nobiliario sobre un negocio, en el que está muy lejos de tener los niveles de eficiencia logrados en otros sectores económicos como bien puede ser la distribución de vehículos.

Estímulos

Es claro que Banco de México se sentiría mucho más cómodo si hubiera menos instituciones financieras, que fueran más sólidas y eficientes a favor no únicamente del desarrollo del sector financiero sino, más importante, de los clientes.

Esta visión, que comienza a ser compartida por la Secretaría de Hacienda y la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, debería implicar que hubiera una suerte de estímulos hacia las fusiones o compras de banco. Quizá ha llegado el momento de que las autoridades financieras comiencen a buscar caminos a través de los cuales sean ellos quienes convenzan a muchos de que ya no pueden tener “su banco”.   

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